martes, 5 de marzo de 2019

MOMADA

   ¡¿A qué no lo conocen?!

   Cómo decía la canción: “aquí es, aquí es, tírenme los caramelos”. Ah, qué tiempos tan simples. ¿Disfrutan las fiestas del Rey Momo?, ¿tienen a mano los disfraces tontos unos, atrevidos otros, el aguardiente, el agua para mojar incautos, igual la harina y los huevos para esas bromas pesadas donde te persiguen aunque grites advertencias de muerte? ¿Harina y huevos para arrojar en juegos, en Venezuela? Por Dios, ¡si ni agua tenemos! Se irá a la playa y eso de vaina. Manoteando a los muchachos en la arena, amenazando con regresar si piden demasiado. Ya uno imagina las improvisadas parrillas, entre las ganas de ser notados (deben ser ricos, dirán algunos), o robados (lo que dará más cachet), y no por un perro errabundo como suele suceder. Será carne hecha con lentejas, y magia, porque en realidad sabe a carne de hamburguesas. A menos que la prepare alguien como yo, a quien todo termina sabiéndole a cartón piedra. Desabrido, además. Acompañada con agua loca en lugar de licor. Pero, a pesar de eso, felices los que viajaron a La Guaira o a Higuerote, aunque se arruinen; por un rato escaparon de la rutina, es decir pensar en la crisis. Si, se supondría que después de dos décadas de esta tortura cubano-ruso-china ya estaríamos como acostumbrados a la precariedad, ¿verdad?, pues no, porque, como ahora temo pueda ser el Infierno, cuando uno se medio habitúa a algo pasa otra peor. Nunca se toca fondo.

   Cuando trabajaba, me refiero a qué hacía algo en verdad, esperaba estos días con ansiedad. Tiempo de no ir a trabajar, de pereza. El ocio era recompensa suficiente. Si a eso se sumaba una salida a la playa, todo mejoraba. Estar sin zapatos ni camisa, echado de culo sobre la tibia arena, cerca de las olas, bajo un cielo azul y un sol brillante, rodeado de gente toda alegre y reilona (siempre he asociado la playa con eso, gente feliz, lo que a su vez uno a la idea de tener para gastar, especialmente en comida y bebidas), eso era la dicha. Tanto que compensaba las colas para llegar al litoral. De esos días escuchaba a compañeros que se quejaban amargamente, ese viernes antes de carnaval, del terminal del Nuevo Circo lleno de gente hasta el techo, media Caracas allí cargando con maletas, parejas, hijos, y a veces hasta con gatos y perros. El primer gran alegre éxodo del año, seguido muy pronto por el de Semana Santa. Eran, nos dicen, los tiempos decadentes, no ahora que se vive la maravillosa ruina de la izquierda.


   Pero no se dejen abatir por mi mal humor, mi negatividad y depresión, estos días son para descansar, no hacer nada de lo que tanto molesta en la rutina, incluso no salir de la cama si eso es lo que provoca; para llegarse a playas, piscinas, ríos y montañas, especialmente las primeras, y ver gente bonita medio desnuda, riendo y coqueteando, lanzándote tal vez una miradita de “nadie nos ve, vamos para allá y te enseño algo bueno” (es carnaval, joder); para disfrazarse como tonto y bailar, para reir y celebrar, como cantara la gran Celia Cruz. ¿Armaron sus fiestas?, ¿se disfrazaron de algo atrevido o bonito, como de Tarzán con un pequeño taparrabo? ¿Se montaron en la carroza de alguna reina de barrio o rodeados de garotas a las que les enseñaron uno o dos pasos? ¿Viajaron a la playa o algún paraíso turístico? ¿Alguno se llegó al mismísimo Río? Espero que hayan disfrutado de estos días y del que queda. Y aún nos espera la octavita...

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