Un
hombre que trabajaba a culo partido.
Cuando
navegando de puro desocupado por la red encontró aquella ventana, el
chico gritó contra la palma de su mano; joder, era su tío político,
¡el marido de la hermana de su mamá! ¿Ese era el trabajo que tanta
plata le daba? Allí estaba, con un hilo dental azul bien metido en
su culo, con la viril cara y el torso velludo que siempre le envidió
por ser rasgos tan masculinos. Riendo, queriendo... no sabe,
¿humillarle?, invitó a sus amigos de clases para verle y burlarse.
Pero... qué arte. Fue revelador y no poco vergonzoso ver a sus
amigos con las bocas abiertas, rodeándole, todos muy cerca,
respiraciones algo jadeantes, cada uno sobándose, especialmente
porque él llevaba rato caliente y babeante bajo la pantaloneta. Y le
enviaron sugerencias. Enseña más, muestranoslo, papi, decían unos
(y él queriendo, soñando con pegar la boca de esa tanga y chupar
para vencer la resequedad en su garganta), mientras otros le
escribían que querían verle montando y gritando sobre uno de los
consoladores esos, jurándole que ellos los tenían mejor y más
gruesos. Fue una tarde larga, que les salió bien cara, pero como esa
noche cenaba con sus tíos no le importaba. Joder, si tan solo se le
ocurriera una idea que terminara con él dándole mano a esa
palanca...
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