Que
así le dicen a eso.
Tinito
y Bebeto van montar un negocio, bailar para doñitas maduras y
estudiantillas de secundarias, esas que no pueden ver a un hombre de
buen ver sin camisa sin ponerse cachondas. Como amigos de años, de
escuela y gym, confían en sus talentos. Claro, antes tienen que
ensayar los movimientos y para eso el demo que envían a sus amigos
(y estos a otros y otros, aunque lo ignoran), para saber qué opinan.
Estos los alientan, les dicen que se ven regios, que se toquen, que
se soben, que se froten, que eso enloquecerá a las nenas. Pero, por
alguna razón, la cosa parece nunca quedar bien y ya este es el
décimo demo que mandan; aunque juntos, uno en brazos del otro,
jadeantes y transpirados como buenos amiguitos, la cosa no les
molesta. No sospechan que ya otros hacen el negocio y venden los
videos por las redes, y si el éxito seguía así tendrían que
hablarles claro y decirles que eran los solteros gay quienes más
pagaban por verlos. Desde chicos suaves que gritaban por sus
músculos, todo mojados ellos, a tíos rudos y viriles que sabían
más y que notaban que algo les faltaba y que ellos podrían
explicárselos: que aunque comenzaron el negocio pensando que eran
cien por ciento heterosexuales, la verdad era que parecían necesitar
caer en manos de machos medio brutales.
Vaya
cuerpos, ¿eh? Cualquier querría una facha así para una Semana
Santa en la playa. Y vaya trasero el de ese sujeto...
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