La
honestidad tenía su encanto...
Podía
tener sus ideas sobre un hombre que de rodillas, abriendo la boca
ansiosamente tomara una vaina así; creerlo indigno, que hace cosa de
tíos ociosos, pero viendole la dedicación, la dedicación al
tomarlo y cubrirlo con sus labios, masajeando amorosamente, chupando,
agitando la lengua contra el tronco, mirándole con esa entrega de
“ve lo que hago por ti y por mí”, no puede menos que admirar su
entrega sincera. Así se chupaba, pensó finalmente reconciliado;
tantos otros, machos y hembras, deberían aprender cómo se hace,
joder.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario