-Anda,
güevón, déjate de vainas, las muchachas van a regresar. Vamos, uno
sucio y rapidito como te gustan... Tengo la leche acumulada. Tu
hermana no me la saca.
Dos
cosas curiosas pasan cuando asea el carro familiar, que se le baja
todo y expone la concha, y que cuando se ofrecía a ayudarle algún
vecino todo termina más empegostado.
Pocos
entenderían la emoción de un momento así, simular normalidad
mientras te aran profundo, se dice el anciano recordando su loca
juventud en París unas siete décadas atrás.
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