SIMON DIAZ, A CINCO AÑOS DE SU PARTIDA
Como
católico me apenan los ataques a la iglesia, pero se lo buscan.
Leo
que la iglesia católica en Ecuador anunció hoy jueves que se
movilizará en rechazo al matrimonio homosexual aprobado un día
antes por la Corte Constitucional. Llegó a decir el presidente de la
Conferencia Episcopal Ecuatoriana, monseñor Eugenio Arellano, algo
como que en las calles, con el pueblo, se escribiría la historia.
Sostuvo que era costumbre de ellos hablarle muy claro a la gente, y
que los católicos serían convocados a marchar en todo el país en
“defensa de la familia” (tal cual), integrada por un hombre y una
mujer. Sí, todo suena muy bien, tienen sus postulados que defender y
seguramente mucha gente estará de acuerdo en la negativa a ese tipo
de unión, así sea aceptando un llamado de la iglesia. Y este es el
punto, lo difícil que resulta aceptarles la palabra en estos
momentos de escándalos de abusos sexuales, de curas dando
declaraciones sobre lo mucho que a los niños les gusta eso, para
justificar lo que ocurrió bajo las miradas de todos. No la tiene
fácil la iglesia católica al hablar de defender a la familia cuando
pasaba todo aquello y lo silenciaron para facilitarle el trabajo a
los depravados. No les resultará fácil hacerle ver a la gente que
hablan claro cuando aún hoy se niegan abiertamente a tomar la
responsabilidad que tuvieron en esos horrores silenciados. No les
resultará fácil condenar el matrimonio homosexual mientras parte de
ellos perpetraban todas esas barbaridades de tipo sexual y la otra
los encubría. ¿Ladrón juzgando a ladrón?
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