Había
dudado, pero...
Hay
ofrecimientos que no deben dejarse pasar, por incómodo que puedan
parecer en un primer momento, o nunca te enterarías de qué te
perdías. Por ello cuando aquel sujeto en la fábrica se le acercó
todo pancho y le preguntó “oye, ¿tú has mamado güevo?”, le
gritó que no, pero cuando este se lo sacó, ya duro, diciéndole que
era rico, que eso decían todos los maricas que se lo han comido, no
pudo reaccionar. ¿Qué era aquello?, ¿por qué ese sujeto pensaba
que haría tal cochinada y…? Pero seguía agitándolo, mirándole,
sonriendo. No sabe cómo o por qué cedió, o cómo podía abarcar
tanto, frotándola y chupándola con la garganta, bebiéndose cada
gota que soltaba, pero ahora entiende, cabalmente, que ningún
ofrecimiento se rechaza.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario