...Por
esto.
...O
ya estaría en problemas de tribunales por incumplimiento. Imagino
que un canal de televisión que se compromete con marcas
internacionales a presentar tal o cual espectáculo debe vérselas
moradas a la hora de explicar lo que ocurre en Venezuela. En los
últimos quince días han ocurrido nueve apagones. ¡Nueve! Y no
dejan vida, y lo que sigue, que se vaya o regrese la señal del
internet, es casi como una moneda que cae, de un lado u otro. El
apagón del viernes fue particularmente desastroso. Como siempre, la
energía eléctrica se fue como a las doce y media del mediodía
(antes era divertido porque mamá se molestaba al no poder ver sus
telenovela, ya no); fuera de tragar y respirar hondo, se esperaba,
confiábamos más bien (ya sometidos a estas calamidades como
estamos), a que volvería en unas dos o tres horas. Nada que ver.
Regresó a las once de la noche. Un largo, caluroso e infernal día
sin señal de teléfonos, muchas emisoras radiales caídas y sin agua
(la bomba se apaga), sin ventiladores o aire acondicionado una vez
bajo techo. Por suerte no tengo que agarrar el Metro ni nada de eso.
Dirán, ¿pero no tienes una laptop? No, no la tengo. Ni es probable
ahora. Hay que recordar que la cucaracha no se sienta, no por falta
de ganas sino por falta de… trasero.
Lo
peor del día viernes, cuando la energía se fue en once estados, es
que debía salir muy temprano el sábado y no tenía nada preparado.
Me tocó toda una odisea después de que esta volvió. Al Principio
ni me di cuenta, sobre mi cama, sudoroso, cuando el bombillo
encendió. Creí que soñaba, o deliraba. Temo que había caído en
un semi coma. Y no sé si fue algo de karma (he estado tratando mal a
cierta persona), pero el día siguiente fue sencillamente infame. Me
pasaron cosas que me recordaron una vieja camisa vinotinto que tenía
hace una pila de años, a la cual amaba, pero de la que terminé
sospechando que era pavosa. ¡Me pesaban cada cosa cada vez que la
usaba! Algo así ocurrió el sábado, pero eso lo dejo para otro
momento. Llegué a Caracas a la cinco de la tarde, todo maltrecho,
arrugado de ropas y alma... justo para recibir el chaparrón de agua
que comenzaba a caer. Según por las lluvias del Norte. Y debe ser
porque el apartamento se me llenó de agua que entró por el balcón,
y eso nunca pasa. O casi nunca, a menos que cambie la dirección del
viento. Cuando vislumbraba mi ventana desde la calle, empapado, me
encontré a una vecina todo tristísima que me contó que hacía media
hora “se había ido la luz”, como le decimos a los apagones.
Sentí ganas de sentarme en la acera y seguir mojándome. No me
sorprendió en realidad ese detalle, nada extraño para un día, y me
perdonarán la expresión, de mierda.
En
fin, tengo el blog abandonado. Si no hay posibilidades de subir algo
me da como pereza escribir o pensar y dejarlo por escrito. Prefiero
ver películas clásicas de horror que he bajado de youtube.
Esperemos a ver cómo sigue todo esto.
¡Hola, amigo!
ResponderBorrarLamento saber cómo están las cosas por allá. Espero que, en un futuro, todo mejore. Cuando puedas escribir, tud escritos son bien recibidos por todos nosotros. Espero que disfrutes tus películas en YouTube. Yo también hago eso, pero con la música.
Gracias, espero que sea cierto lo de no hay mal que dure cien años, ni que llegue a tanto, jajaja; amo esas viejas películas, iba buscando las viejas de la Warner, El Monstruo de la Laguna Negra, Drácula y esas y he terminado con otras muy buenas.
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