La
sorpresa...
Molesto
por esperar en el auto se acerca, parpadeando al escuchar jadeos de
mucho placer al tiempo que también las sorbidas de intensas y
anhelantes chupadas. Ambas masculinas. Joder, ¡a alguien le estaban
mamando el güevo!, piensa asomándose. Quedándose de piedra ante la
intensa escena. El maduro entrenador con ese aire de dicha, como
tiene que ser cuando se le mama a uno el tolete, y el chico, cuya
cabeza sube y baja indetenible, sorbiendo, tragando. Ambos
indiferentes al mundo, perdidos en su paraíso de placer inmediato en
medio del oloroso vestuario. Pero lo que más le impacta es ver como
a su hijo le tiembla el redondo y lampiño culo, pidiendo o
necesitando güevo del bueno. ¡Vaya con el muchacho!, niega rodando
los ojos. Bueno, es su vida... Y mira. Joder, ese culito se veía
realmente travieso, y hambriento, admite acomodándose, incómodo, la
erecta tranca bajo el serio traje.
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