Alguien
siempre mira, toca... y todos joden.
¿Muchachos
que se encierran juntos a ver porno de tías buenorras y gritonas?
Eso es emocionante, sea en el bachillerato, con los amiguitos de la
cuadra o los de la universidad. Ver a esas mujeres que chillan como
si les gustara mucho aquello, ponerse duro y tocarse... Y ver a los
otros igual, abultados y sobándose. Nunca falta el gruñido de uno:
“¿Qué miras? ¿Esto?”, y aparta la mano; “¿te gusta?, toca”.
Hay risas, pitos, chillidos, el otro u otros canturreando “toca”,
“toca”. Y toca, elevando la temperatura; esas trancas se ponen
como más duras bajo su mano mientras le señalan jugando “miren al
marica este”, pero excitados. ¿Lo más inocente que puede pasar,
señores padres?, que los masturbe. ¿Más complicado?, que alguien
le atrape la nuca y le hale hacia la cabecita de su verga, él
resistiéndose pero acercándose como fascinado y pegándole los
labios con un jadeo. Y si lo hace una vez, debe repetir. Y si se lo
hace a uno los otros también quieren. Y con lo impaciente que son
los chicos, si está ocupado chupando con ganas, ¿acaso no tiene
otro agujerito entre las nalgas?
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