viernes, 22 de febrero de 2019

23 DE FEBRERO, SIN NOVEDAD EN EL FRENTE OCCIDENTAL

   La fecha del baile...


   Nada va a suceder este 23 de febrero como no sea la llegada de la ayuda humanitaria ante la impotente desesperación del régimen de facto en Caracas, a pesar de sus amenazas ante el anuncio de buena parte de los países de la región y de más allá, empeñados en desafiar a la banda de Nicolás Maduro Moro enviando alimentos, medicinas y dinero, bajo la dirección del presidente del Parlamento, Juan Guaidó, ahora cabeza de la presidencia del país al estar legalmente vacante el poder ejecutivo al vencerse el periodo constitucional el 10 de enero. Países que miran con preocupación lo que ocurre en venezuela, que la brutal crisis humanitaria que sabían se gestaba, ahora desborda al ex gobierno y conlleva problemas a sus fronteras, amenazando con llegar aún más lejos, tanto como las antillas (que siguen cabroneando delitos, eso sí, sin querer venezolanos en sus costas, que para allá no agarren) y Europa. Ayuda que llegará ahora que hay la conciencia que lo mejor es cómo ayudar a soportar un poquito más a la gente, que no se mueran totalmente de hambre o de enfermedades como la gripe, o que sientan que no se van a morir mientras se resuelve el problema de la revolución incompetente, ladrona y violenta. Que aguanten hasta que pase esta tormenta, aquí, en su país.

   Por su propio peso, el ex gobierno de Maduro Moro, empeñado en que todavía manda, se cae a pedazos por el hambre y la rabia que siente un país engañado que ahora nota que fuera de robar y reprimir como que no sólo no sirven para nada más, que ni siquiera tienen idea de qué hacer para salir del pozo donde nos enterraron, sino peor, que ni siquiera lo intentan, y ya se teme que en verdad estén completamente locos. Sea por problemas mentales propios o por excesos de vicios. Verles, escucharles declarar, es preguntarse si están drogados.

   Sí, personalmente creo que no va a pasar nada, que el régimen de facto permitirá en buena o media medida, que la ayuda entre, porque la rabia de las víctimas de la revolución, especialmente los enfermos, calentó la olla más allá de lo prudente. Aunque se quiera, Venezuela no es un pobre pedrisco aislado en un mar de tiburones donde la brutal y sanguinaria dictadura castrista acabó con los sueños de los cubanos, ni este es un disimulado campo de concentración y exterminio en la Europa ocupada de los años cuarenta del siglo pasado, ahora todo se sabe a pesar de las máscaras de carnaval y de las toneladas de papelillos que lanza el ex gobierno de Maduro Moro para esconder el drama. No sólo el mundo sabe lo que ocurre, sino los venezolanos, los mismos que en días previos al 22 de enero se cayeron a plomo con las fuerzas de represión enviadas por el régimen en zonas como el mismo 23 de Enero y hasta en Cotiza, dándoles el susto de sus vidas. Más gente de la que pensaban estaba molesta y parecía que iba a responder a la violencia con violencia, y en ese marco, unos delincuentes viciosos que tanto daño han hecho, sin manera de escapar, saben que muy bien pueden terminar como los guardias de La Rotunda a la muerte de Gómez, o los asesinos de la Seguridad Nacional cuando escapó Pérez Jiménez.

   A la hora de las chiquitas el régimen dejará que la ayuda entre porque no todos dentro de la cúpula podrida del PSUV pueden estar como Diosdado Cabello, el general Padrino López y la misma familia de la señora Cilia Flores, locos de desesperación porque los delitos por lo que se les señala y por los que se les perseguirá no son sólo la vieja corrupción administrativa que parece el cancer de América Latina, o la traición a la nación, entregandola a la brutal explotación del amo colonial en La Habana, sino las drogas. El haber convertido al país, lenta pero inexorablemente en territorio de cárteles, acabando con cuanto pacto de lucha contra el flagelo había, usando palabras tan idiotas como soberanía y seguridad para tararear sus actividades delictivas. Fuera de ellos, que gritan y salivan como animales rabiosos, así de asustados, exigiendoles a todos morir con ellos, dentro de la cúpula de lo que una vez fue el gobierno debe existir el temor de que una muchedumbre efectivamente acuda al llamado de facilitar la entrada de ayuda humanitaria, siendo visto por el mundo entero en directo, no atreviéndose a matar gente como en el 2014 y el 2017, y que si lo hacen los militares desobedezcan a la cúpula militar y se sumen a la poblada, como aquellos soldados rusos cuando les ordenaron tomar el Parlamento para acabar con la Perestroika y ante las muchedumbres en la Plaza Roja, cubriendo la sede legislativa con sus cuerpos, estos también se unieron a la protesta.

   Una cosa es hablar paja sobre el apoyo popular y del ejército, pero otra cosa muy distinta es ver al país acudiendo en masa al llamado de Juan Guaidó y ver a los uniformados cubriendolos, desobedeciendo la orden homicida de reprimir o impedir que los que agonizan reciban esa ayuda. Y que todos lo vean, aún en Rusia y China, donde no podrán seguir haciéndose los pendejos.

   Esto frustrará a mucha gente que espera el clímax, el no retorno, la masacre de gente que obliguen a una real intervención. Cosa que se espera desde hace rato, pero el ex gobierno en su conjunto, sacando a Diosdado y a Padrino López que saben muy bien cuáles serán sus destinos dado sus crímenes, han demostrado que si notan las vainas, que no pueden enviar bandas armadas a reprimir los cerros porque pueden enfrentarlos como una vez lo hicieron (y les derrotaron) en las cárceles, como en la famosa batalla que perdieron en El Rodeo hace algunos años; no se han atrevido a detener y encarcelar a Juan Guaidó, confundiendo a su propia gente; ni se atrevieron a sacar a los diplomáticos gringos cuando se les venciera el lapso dado para que abandonaran el país cuando Nicolás Maduro Moro tomó el poder de facto, autoproclamandose en una instancia no facultada para tal fin, la Asamblea Nacional Prostituyente, digo Constituyente, siendo desconocido por el mundo. Cualquiera de esas acciones habría provocado la gran crisis que se espera y sueñan los que creen que la sangre y los muertos los van a poner los demás para que luego ellos vayan y cobren, pero el régimen se los ha escamoteado. No por prudencia, verles en televisión es saber que ya no pueden ni siquiera aparentar normalidad, lo hacen en la absurda e infeliz estrategia de ganar tiempo para ver si la gente se aburre y abandona la protesta. Algo que tal vez habría funcionado en el pasado, pero ahora con esta hambruna, esta inflación salvaje, una moneda vuelta basura, las botijas totalmente saqueadas por los camaradas que todavía aparecen hablando disparates que no se sabe si son locuras, burlas al dolor del país o efectos de narcóticos la cosa no es igual.

   Es lo que pienso, que la ayuda humanitaria finalmente entrará, por deprimente que nos pueda parecer a quienes hemos visto cómo se nos llevó a esta situación de mendicidad en la idea de gobernar para siempre. Pero, claro, es mi opinión. Amanecerá y veremos. Después de todo los dioses ciegan a quienes quieren destruir, tal vez los gritos de Diosdado, desesperado desde la tum,ba que él mismo se cavó, atraiga a los demás y salgamos finalmente de todos ellos. 

VENEZUELA A OSCURAS


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