Nada
va a suceder este 23 de febrero como no sea la llegada de la ayuda
humanitaria ante la impotente desesperación del régimen de facto en
Caracas, a pesar de sus amenazas ante el anuncio de buena parte de
los países de la región y de más allá, empeñados en desafiar a
la banda de Nicolás Maduro Moro enviando alimentos, medicinas y
dinero, bajo la dirección del presidente del Parlamento, Juan
Guaidó, ahora cabeza de la presidencia del país al estar legalmente
vacante el poder ejecutivo al vencerse el periodo constitucional el
10 de enero. Países que miran con preocupación lo que ocurre en
venezuela, que la brutal crisis humanitaria que sabían se gestaba,
ahora desborda al ex gobierno y conlleva problemas a sus fronteras,
amenazando con llegar aún más lejos, tanto como las antillas (que
siguen cabroneando delitos, eso sí, sin querer venezolanos en sus
costas, que para allá no agarren) y Europa. Ayuda que llegará ahora
que hay la conciencia que lo mejor es cómo ayudar a soportar un
poquito más a la gente, que no se mueran totalmente de hambre o de
enfermedades como la gripe, o que sientan que no se van a morir
mientras se resuelve el problema de la revolución incompetente,
ladrona y violenta. Que aguanten hasta que pase esta tormenta, aquí,
en su país.
Por
su propio peso, el ex gobierno de Maduro Moro, empeñado en que
todavía manda, se cae a pedazos por el hambre y la rabia que siente
un país engañado que ahora nota que fuera de robar y reprimir como
que no sólo no sirven para nada más, que ni siquiera tienen idea de
qué hacer para salir del pozo donde nos enterraron, sino peor, que
ni siquiera lo intentan, y ya se teme que en verdad estén
completamente locos. Sea por problemas mentales propios o por excesos
de vicios. Verles, escucharles declarar, es preguntarse si están
drogados.
Sí,
personalmente creo que no va a pasar nada, que el régimen de facto
permitirá en buena o media medida, que la ayuda entre, porque la
rabia de las víctimas de la revolución, especialmente los enfermos,
calentó la olla más allá de lo prudente. Aunque se quiera,
Venezuela no es un pobre pedrisco aislado en un mar de tiburones
donde la brutal y sanguinaria dictadura castrista acabó con los
sueños de los cubanos, ni este es un disimulado campo de
concentración y exterminio en la Europa ocupada de los años
cuarenta del siglo pasado, ahora todo se sabe a pesar de las máscaras
de carnaval y de las toneladas de papelillos que lanza el ex gobierno
de Maduro Moro para esconder el drama. No sólo el mundo sabe lo que
ocurre, sino los venezolanos, los mismos que en días previos al 22
de enero se cayeron a plomo con las fuerzas de represión enviadas
por el régimen en zonas como el mismo 23 de Enero y hasta en Cotiza,
dándoles el susto de sus vidas. Más gente de la que pensaban estaba
molesta y parecía que iba a responder a la violencia con violencia,
y en ese marco, unos delincuentes viciosos que tanto daño han hecho,
sin manera de escapar, saben que muy bien pueden terminar como los
guardias de La Rotunda a la muerte de Gómez, o los asesinos de la
Seguridad Nacional cuando escapó Pérez Jiménez.
A
la hora de las chiquitas el régimen dejará que la ayuda entre
porque no todos dentro de la cúpula podrida del PSUV pueden estar
como Diosdado Cabello, el general Padrino López y la misma familia
de la señora Cilia Flores, locos de desesperación porque los
delitos por lo que se les señala y por los que se les perseguirá no
son sólo la vieja corrupción administrativa que parece el cancer de
América Latina, o la traición a la nación, entregandola a la
brutal explotación del amo colonial en La Habana, sino las drogas.
El haber convertido al país, lenta pero inexorablemente en
territorio de cárteles, acabando con cuanto pacto de lucha contra el
flagelo había, usando palabras tan idiotas como soberanía y
seguridad para tararear sus actividades delictivas. Fuera de ellos,
que gritan y salivan como animales rabiosos, así de asustados,
exigiendoles a todos morir con ellos, dentro de la cúpula de lo que
una vez fue el gobierno debe existir el temor de que una muchedumbre
efectivamente acuda al llamado de facilitar la entrada de ayuda
humanitaria, siendo visto por el mundo entero en directo, no
atreviéndose a matar gente como en el 2014 y el 2017, y que si lo
hacen los militares desobedezcan a la cúpula militar y se sumen a la
poblada, como aquellos soldados rusos cuando les ordenaron tomar el
Parlamento para acabar con la Perestroika y ante las muchedumbres en
la Plaza Roja, cubriendo la sede legislativa con sus cuerpos, estos
también se unieron a la protesta.
Una
cosa es hablar paja sobre el apoyo popular y del ejército, pero otra
cosa muy distinta es ver al país acudiendo en masa al llamado de
Juan Guaidó y ver a los uniformados cubriendolos, desobedeciendo la
orden homicida de reprimir o impedir que los que agonizan reciban esa
ayuda. Y que todos lo vean, aún en Rusia y China, donde no podrán
seguir haciéndose los pendejos.
Esto
frustrará a mucha gente que espera el clímax, el no retorno, la
masacre de gente que obliguen a una real intervención. Cosa que se
espera desde hace rato, pero el ex gobierno en su conjunto, sacando a
Diosdado y a Padrino López que saben muy bien cuáles serán sus
destinos dado sus crímenes, han demostrado que si notan las vainas,
que no pueden enviar bandas armadas a reprimir los cerros porque
pueden enfrentarlos como una vez lo hicieron (y les derrotaron) en
las cárceles, como en la famosa batalla que perdieron en El Rodeo
hace algunos años; no se han atrevido a detener y encarcelar a Juan
Guaidó, confundiendo a su propia gente; ni se atrevieron a sacar a
los diplomáticos gringos cuando se les venciera el lapso dado para
que abandonaran el país cuando Nicolás Maduro Moro tomó el poder
de facto, autoproclamandose en una instancia no facultada para tal
fin, la Asamblea Nacional Prostituyente, digo Constituyente, siendo
desconocido por el mundo. Cualquiera de esas acciones habría
provocado la gran crisis que se espera y sueñan los que creen que la
sangre y los muertos los van a poner los demás para que luego ellos
vayan y cobren, pero el régimen se los ha escamoteado. No por
prudencia, verles en televisión es saber que ya no pueden ni
siquiera aparentar normalidad, lo hacen en la absurda e infeliz
estrategia de ganar tiempo para ver si la gente se aburre y abandona
la protesta. Algo que tal vez habría funcionado en el pasado, pero
ahora con esta hambruna, esta inflación salvaje, una moneda vuelta
basura, las botijas totalmente saqueadas por los camaradas que
todavía aparecen hablando disparates que no se sabe si son locuras,
burlas al dolor del país o efectos de narcóticos la cosa no es
igual.
Es
lo que pienso, que la ayuda humanitaria finalmente entrará, por
deprimente que nos pueda parecer a quienes hemos visto cómo se nos
llevó a esta situación de mendicidad en la idea de gobernar para
siempre. Pero, claro, es mi opinión. Amanecerá y veremos. Después
de todo los dioses ciegan a quienes quieren destruir, tal vez los
gritos de Diosdado, desesperado desde la tum,ba que él mismo se
cavó, atraiga a los demás y salgamos finalmente de todos ellos.
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