martes, 26 de febrero de 2019

CANTA Y NO LLORES

                                
   Creo que es de una canción de Celia Cruz...


   Aunque viviendo en Caracas, paso mucho tiempo en la cercana población de Guatire porque allí vive mi familia. A pesar de que nací en Guarenas, en Menca de Leoni, urbanización ahora vergonzosamente llamada 27 de Febrero, y no porque la fecha no lo merezca (¡es la de mi cumpleaños!), sino por el fariseísmo de la acción. En fin, estando en casa de mamá, nos tomábamos una botellita de agua loca, el buen licor queda para ricos de cuna o revolucionarios recién vestidos, y mi hermano bromeaba con mi sobrina, la mayor de ellos, la cual nació increíblemente falta de malicia para muchas cosas, pero también con una facilidad asombrosa para ilusionarse. Andaba para arriba y para abajo, estorbándoles a todo el mundo, con un muchacho que era insoportable. Terminaron, y parece que no muy bien. Como esta nena también tiene cierta afición familiar por y para el licor (le gustan los cocteles), nos acompañaba mientras escuchábamos salsas y guarachas, de repente comenzó una ranchera; fue cuando uno de mis hermanos, viéndola, gritó: Mátame aguardiente, que el amor no puede.

   Nos reímos, claro, pero ella le sacó la lengua. ¿Un poco cruel? Repito, se ilusiona y desilusiona con demasiada facilidad. Pero eso me hizo recordar épocas de mi propia vida. Hace algunos años terminé una larga relación que todo el mundo pensaba que acabaría en boda, y cuando ella me mandó para el carajo, diciendo que conmigo no llegaba a ninguna parte (le tomó tiempo darse cuenta), al alivio que sentí al no tener que cambiar mi vida de cómoda pereza egoísta que tenía, le siguió el pesar. La depresión, el temor cierto de que moriría solo. Eran los días cuando, por pura casualidad, se estrenó la película Brokeback Mountain, y ya me veía como un viejo Ennis del Mar, solo y arrepentido.

   También pensé en tantos y tantos amigos y amigas a quienes a lo largo de los años les he visto levantar una casa para luego verlo todo naufragar. Unos lloraron con tristeza, otros de rabia, lanzando duras acusaciones. Algo que jamás he comprendido del todo, si uno se une a alguien, durante tanto tiempo, es porque algo se vio en esa persona, algo que completaba y complementaba la propia vida, que alegraba y excitaba, algo que hizo pensar que sería para siempre, ¿cómo termina la gente que comparte la cama, en tales predios, como enemigos mortales deseando destruirse o cuando menos hacerse daño? Tal vez nunca he querido tanto. Eso por no hablar de quienes como mi sobrina, se enamoran solos. A todo el mundo le ha pasado. Es más, hemos comenzado por admirar de lejos a equis persona, en silencio, temiendo que se de y den cuenta, hasta lograr juntar valor y atrevernos a dar un paso (quienes se atreven, no es fácil, menos cuando se cargan con las inseguridades de la adolescencia), para ser rechazados, o conseguir momentáneamente lo que se quiere, para luego ser dejados (o dejar, que tambien pasa).

   Todos hemos sentido que nos morimos, que el dolor y la depresión no va a terminar nunca, que toda historia de amor triste es la nuestra, que toda película o canción que hable de desamor nos la dedicaron a nosotros. Es escuchar algo, sentir dolor en el corazón y preguntarse cuándo escucharon esos de mi triste historia. ¿Saben?, creo que está bien. Purgar por un rato, lamer las heridas, sentir que duelen pero que curan lentamente. Pero sentir, saber que si se quiso, que significó tanto porque somos humanos, tan dignos de amar como de ser amados. De sentir, experimentar y existir, vivir esa ilusión en brazos de otra persona que nos hace tan felices, así no dure. Dicen que es preferible amar y ser dejado que nunca haberlo sentido.

   Y mientras lo aprendemos, y asimilamos, esas canciones de desamores están hechas para nosotros, ¿o no?   

CALENDARIOS MUY BUSCADOS

No hay comentarios.:

Publicar un comentario