Creo
que es de una canción de Celia Cruz...
Aunque
viviendo en Caracas, paso mucho tiempo en la cercana población de
Guatire porque allí vive mi familia. A pesar de que nací en
Guarenas, en Menca de Leoni, urbanización ahora vergonzosamente
llamada 27 de Febrero, y no porque la fecha no lo merezca (¡es la de
mi cumpleaños!), sino por el fariseísmo de la acción. En fin,
estando en casa de mamá, nos tomábamos una botellita de agua loca,
el buen licor queda para ricos de cuna o revolucionarios recién
vestidos, y mi hermano bromeaba con mi sobrina, la mayor de ellos, la
cual nació increíblemente falta de malicia para muchas cosas, pero
también con una facilidad asombrosa para ilusionarse. Andaba para
arriba y para abajo, estorbándoles a todo el mundo, con un muchacho
que era insoportable. Terminaron, y parece que no muy bien. Como esta
nena también tiene cierta afición familiar por y para el licor (le
gustan los cocteles), nos acompañaba mientras escuchábamos salsas y
guarachas, de repente comenzó una ranchera; fue cuando uno de mis
hermanos, viéndola, gritó: Mátame aguardiente, que el amor no
puede.
Nos
reímos, claro, pero ella le sacó la lengua. ¿Un poco cruel?
Repito, se ilusiona y desilusiona con demasiada facilidad. Pero eso
me hizo recordar épocas de mi propia vida. Hace algunos años
terminé una larga relación que todo el mundo pensaba que acabaría
en boda, y cuando ella me mandó para el carajo, diciendo que conmigo
no llegaba a ninguna parte (le tomó tiempo darse cuenta), al alivio
que sentí al no tener que cambiar mi vida de cómoda pereza egoísta
que tenía, le siguió el pesar. La depresión, el temor cierto de
que moriría solo. Eran los días cuando, por pura casualidad, se
estrenó la película Brokeback Mountain, y ya me veía como un viejo
Ennis del Mar, solo y arrepentido.
También pensé en tantos y
tantos amigos y amigas a quienes a lo largo de los años les he visto
levantar una casa para luego verlo todo naufragar. Unos lloraron con
tristeza, otros de rabia, lanzando duras acusaciones. Algo que jamás
he comprendido del todo, si uno se une a alguien, durante tanto
tiempo, es porque algo se vio en esa persona, algo que completaba y
complementaba la propia vida, que alegraba y excitaba, algo que hizo
pensar que sería para siempre, ¿cómo termina la gente que comparte
la cama, en tales predios, como enemigos mortales deseando destruirse
o cuando menos hacerse daño? Tal vez nunca he querido tanto. Eso por
no hablar de quienes como mi sobrina, se enamoran solos. A todo el
mundo le ha pasado. Es más, hemos comenzado por admirar de lejos a
equis persona, en silencio, temiendo que se de y den cuenta, hasta
lograr juntar valor y atrevernos a dar un paso (quienes se atreven,
no es fácil, menos cuando se cargan con las inseguridades de la
adolescencia), para ser rechazados, o conseguir momentáneamente lo
que se quiere, para luego ser dejados (o dejar, que tambien pasa).
Todos
hemos sentido que nos morimos, que el dolor y la depresión no va a
terminar nunca, que toda historia de amor triste es la nuestra, que
toda película o canción que hable de desamor nos la dedicaron a
nosotros. Es escuchar algo, sentir dolor en el corazón y preguntarse
cuándo escucharon esos de mi triste historia. ¿Saben?, creo que
está bien. Purgar por un rato, lamer las heridas, sentir que duelen
pero que curan lentamente. Pero sentir, saber que si se quiso, que
significó tanto porque somos humanos, tan dignos de amar como de ser
amados. De sentir, experimentar y existir, vivir esa ilusión en
brazos de otra persona que nos hace tan felices, así no dure. Dicen
que es preferible amar y ser dejado que nunca haberlo sentido.
Y
mientras lo aprendemos, y asimilamos, esas canciones de desamores
están hechas para nosotros, ¿o no?
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