Cuando
un amigo anda triste e insatisfecho con su vida, relaciones o
trabajo, tiene lo que requieren para despejarse un rato: dónde meter
la cara y lamer hasta enloquecer...
-No,
no lo hablamos, nos ahorramos esa engorrosa parte, no hace falta. Su
mujer sale, yo entro, así, él cae de rodillas y alivia las
tensiones de su día.
Sonríe
ante las miradas hipnotizadas de los chicos blancos, no necesita
llamarles ni decirles que quiere follar, ellos lo saben con ese
instinto de perras que el sexo les despierta.
Cuando
se chilla como si se muere, de puro gusto, estallando en leches sin
siquiera moverse, es difícil que se sienta verguenza cuando espera,
o cuando a él le apetece..
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