No
se lo podía creer...
No,
no se lo explica. Que le sorprendiera el que se le pusiera así
cuando una lengua lo tocaba, lamiendo, y unos labios chupando
ansiosos, o que pensara que era normal que jugaran “a ver quién
tiene las bolas más negra entre los dos y quien pierda traga”,
bueno, vaya y pase si es muy joven e ingenuo. Donde le parece que ese
chico se extralimita en lo caído de la mata, por muy recién llegado
que estuviera en la fábrica, era al imaginar que era la primera vez
que lo hacía, que la suya era la primera que cubría de punta a
pelos, cuando ya le tenía babeando con un par de chupadas. Mirándole
con morbo se pregunta cuándo haría la asociación de ideas sobre lo
que le dijo que le encantaba su chocolate bien negro y caliente con
aquello que hacía en esos momentos.
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