Con
esa facha, ¿qué puede afectarle?
Independientemente
de lo que cualquiera dijera, le encantaba dar exhibiciones para su
gym en cualquier plaza, embutido en sus pequeños bikinis, sabiéndose
mirado, admirado y adorado, aún por quienes ríen escandalizados.
Fuera de eso no le interesa nada más. Meterse la telita entre las
nalgas, provocando chillidos, que todas las miradas en el culo se le
clavaran, era la locura... Una que llenaba de nuevos socios,
generalmente chicos calentorros y adolescentes, las taquillas de
inscripciones de su negocio. Nuevos socios a quienes ataba al lugar
dejando de tarde en tarde, olvidadas por allí, alguna de sus trusas,
las cuales a veces desaparecían y eran regresadas a los días, todas
como chorreadas de algo; otras no, nunca volvían, pasaban a ser
parte del tesoro bajo el colchón de algún muchacho reprimido en el
armario. Pero, las ganancias lo compensaba.
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