viernes, 26 de abril de 2019

SUEÑOS DE FUGAS

   Elevarse hacia algo más que la libertad...

   Hay momentos cuando uno sentado leyendo un libro, escuchando una canción, o para ser más de estos tiempos cuando la lectura está en desuso, mirándose cine o televisión, que encontramos una escena, escuchamos una frase que nos llega. Hace poco me pasó con una película de Tom Cruise, a quien no sigo ni admiro como no sea en Misión Imposible (me gustan), Jack Reacher, cuando toma a la abogado de un brazo y la obligaba a asomarse por la ventana y ven a otros trabajando con rostros serios y agobiados en cubículos, y le pregunta si cree que esas personas son libres o están atadas a algo que no quieren, si son felices o sienten miedo de compromisos, deudas, decepciones, que si esas personas preferirían esa vida si volvieran a nacer ya sabiendo lo que saben… Para mí fue una gran escena. Y no, sabiendo lo que ahora sé, habría tomado otro camino.
   Soy un fan de Stephen King, lo que no extraña a quienes me conocen, porque fuera de ser un escritor imaginativo y talentoso, es siniestramente entretenido, y me gusta lo macabro, en cine, televisión y en narraciones. A veces todo lo que descargo en la red se reduce a zombis, monstruos, demonios y asesinos en serie, por aquello del suspenso tipo Viernes 13, pero hay que reconocer que de las obras de este maestro del terror se han hecho muy pocas películas buenas. Muy pocas. En mi opinión, en lo que vale. Por cada It, la miniserie, que fue muy buena especialmente por la edad cuando la vi, y Los Langoliers, otras no me habían parecido ni siquiera aceptables después de filmadas. Y miren que me cuesta decirlo.
   El hombre tiene un don, pero este no parece poder plasmarse en la gran pantalla. Lo ocurrido con La Torre Oscura fue emblemático. Fui a verla, quería verla. Deseaba que me gustara y que fuera un gran éxito, no a nivel de Los Vengadores o La Liga de la Justicia, claro, en cuanto a la taquilla, pero que les latiera en las cuevas. Pero no, eso fue sencillamente espantoso. Salí tan molesto de esa vaina que estuve pensando escribirle a alguien, tal vez al señor King. Esa gente tomó un libreto, una épica ya formada, y la volvieron... basura. Y no de las que dan plata, para colmo.

   La saga La Torre Oscura, las aventuras de Ronaldo, el último pistolero, no se puede decir que fuera revolucionaria como El Señor de los Anillos, cuando por primera vez se creó todo un universo nuevo, de lenguaje, seres, lugares y hasta leyes naturales, ni algo monumental en su extensión como parece que lo es la Canción de Hielo y Fuego, pero era muy buena. Los libros dos, tres y cuatro son imposibles de dejar sin terminar de leerlos una vez tomados. Y más de una vez. Pero la película... Dios, que arrechera.
   Sin embargo, hace años, de una serie de novelas cortas, Las Cuatro Estaciones, vi una película que no sabía era del libro y del autor, Cuenta Conmigo, los cuatro amigos, niños, que partían a un bosque con la idea de ver un cadáver. Buenísima. Del mismo libro sale El Aprendiz, el chico que descubre a un viejo nazi viviendo en su barrio.
   Igualmente sale de allí una de las películas más hermosas que he visto, llena de trascendencia, de redención, de superación, Sueños de Fuga (aquí en Venezuela), aunque el cuento era titulado precisamente Redención de Shawshank.
   Una hermosa obra, por extraño que pueda sonar al hablar de la historia de un hombre que es condenado a cadena perpetua por un crimen que no cometió, conociendo la violencia, incluida sexual, tras unos muros donde es arrojado para que muera sin poner en peligro a los demás.
   El hombre, Andy, silente, reservado, difícil de conocer, y Red, otro condenado a cadena perpetua, inician una amistad que duraría más de veinte años tras los muros y que, en la cinta, se retoma fuera del lugar donde los encerraron. Detalle que no aparece en el libro.

   Aunque es triste, dolorosa, casi rabiosamente frustrante en su injusticia, la cinta es igualmente bella y optimista. Hay un tono de terquedad humana, un hombre se resiste a perder sus esperanzas, su fe, su resistencia, que nos hace empatizar con el hombre que se niega a ser un engranaje sin voz, rostro o voluntad en la maquinaria de otros. Y, a través de él, otros hombres van encontrando un camino que los hace sentirse seres humano de nuevo.

   Sueño de Fugas, mientras más se le mira, más hermosa resulta, por dolorosa y hasta nostálgica que parezca por momentos. El tema fue brillantemente desarrollado, dirigido y actuado. Morgan Freeman, el gran Morgan Freeman, hasta ese momento me parecía sólo otro actor de color, un muy buen actor, pero nada más, da vida a un Red intenso. Allí, con miradas, silencios y gestos logra transmitirnos tanto que es casi agotador, también conmovedor. La escena de la noche que teme que su amigo se suicide, asustado de la llegada del día y encontrarse con esa noticia, su abatimiento era palpable, también su sorpresa cuando “Raquel revela su secreto”. Tim Robbins también lo hizo bien, como que era el protagonista principal, pero fue menos marcado aunque llevaba todo el peso porque el personaje era demasiado reservado en el libro y lograron plasmarlo así. Aunque, en el cuento escrito, todo lo que ocurre lo conocemos por los recuerdos del personaje que interpreta Morgan Freeman.

   Bien, un hombre inocente es condenado a vivir el resto de su vida en prisión, pero es un hombre cabal que se niega a perder su naturaleza, y por otro lado hace un descubrimiento en un muro de su celda y concibe un plan de fuga que le llevará veinte años ejecutar, y mientras el tiempo transcurre va cambiando él y otros a su alrededor, alcanzando todos una nueva dimensión y calidez humana. Cuando han pasado dos décadas, a nuestro héroe le ocurren cosas terribles, se encariña con un joven al que salva de continuar un camino de autodestrucción, joven que, casualmente, sabe que es inocente porque compartió celda, una vez, con el verdadero asesino de aquella mujer por la que se le condenó (su esposa); cuando por intereses, por lo mucho que sabe de los turbios negocios del alcaide y varios carceleros, estos matan al joven y le encierran aislado, aclarándole que nunca se irá, que no es nada, que ellos son dueños de su destino, todo acaba para él. Tras los muros de la prisión, se entiende.
   Después de eso llega la fuga y la venganza, pero antes de todo eso nos toca ver partes sencillamente sublimes, como cuando trabaja en una platabanda y se acerca al rufianesco jefe de vigilantes, quien casi le arroja del techo pero termina escuchándole el consejo financiero que le da. Volviéndose asesor de todos, sacando de ellos favores para todos. Recordándolo más tarde Red, cuando ya se había fugado, decía que ese momento se volvió leyenda, y que cuando muchos contaban a los nuevos sobre aquellos agregaban que ellos también estuvieron en ese momento siendo testigos de todo.
   La cinta toda está llena de esos momentos simbólicos y hermosos, como cuando Andy se encierra en la biblioteca y deja escuchar una ópera italiana, algo que le habían prohibido y por lo que le castigaran, lo sabe, pero él con una sonrisa escucha y disfruta esa música que todos en el penal oyen también. Fue hermoso ver a los presos deteniendo sus labores y volviendo la mirada hacia la biblioteca, lo que dice Red, que no sabía qué decían esas italianas pero que aquello casi le dolió de buena manera, porque sonaban a libertad, que sintió como si pudiera volar sobre los muros e irse, fue conmovedor.
   La escena, Red narrando como Andy se arrastró cientos de metros dentro de una tubería llena de porquerías que ni siquiera quería imaginar, complementándolo en otra escena, agregando que al salir al otro lado ya estaba limpio, fue tan simbólicamente poética como la escena misma, cuando Andy bajo la lluvia abre los brazos y ríe de una manera que más bien parece un llanto. Confieso que tenía un nudo en la garganta y los ojos aguados. Hace rato.
   Más viejo y desencantado, cuando más tarde piensa en Andy, diciendo que le gusta imaginarle conduciendo un auto con el océano Pacífico a un lado, libre, fue tan hermosos como el final mismo, donde la cinta es más generosa que el libro. Stephen King suele ser duro con sus personajes, pero Hollywood fue más amable.

   La película la vi mucho tiempo después de su estreno en la gran pantalla, sorprendiéndome tal joya, sabiendo luego que estuvo nominada a varios Oscars, aunque no ganó ninguno porque le tocó pelear con dos monstruos como lo fueron Pulp Fiction y Forrest Gump, ¿y quién destronaba a esas dos?, pero lo merecía. Es una película bonita con un gran tema de trasfondo, aprender de los errores, aceptar que lo fueron, que te costaron demasiado, aún en remordimientos, que de poder volver no recorrerías ese camino de nuevo, y que, sin embargo, puedes levantarte otra vez sobre tus pies, como un ser humano a pesar de los estigmas. El final, que uno puede alargarlo en la imaginación, nos presentaría a dos sujetos mayores y silentes, no muy conocidos en ese poblado, que trabajan y trabajan, que son amables pero algo distantes, respetuosos, que levantan un negocio en el cual prosperan mientras parecen divertirse, pero en verdad lo que hacen es vivir otra vez. Dos hombres que han llegado a un pacto con lo que fue, aceptando lo que es, esperando un mejor será, uno de paz y libertad, al menos. 

LOS SETENTA DE RADIO RUMBOS

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