No
lo único bueno, pero sí lo más sentido...
Quedando
dos episodios para finalizar el programa, y acercándose la guerra
final ya ganada la gran guerra, como dijera Daneris, nos va quedando
claro que no ha sido esta la mejor temporada que HBO ha puesto en
escena de Juego de Tronos. Puede que sea la de mayor audiencia,
porque un programa querido y seguido llega a su final, pero no por el
contenido en sí. Después de todo lo que pasara en el episodio tres
este se sintió como un frenazo toda la primera media hora. Hubo un
marcado aire de lucha de sentimientos que no llegaban a nada que fue
algo confuso, también insatisfactorio. Muchos corazones rotos de
manera como forzada.
Después
de ese fuerte inicio de capítulo, con el contar de los muertos (y
que trabajo debió dar reunirlos), el llanto por los caídos y esas
bonitas palabras de Jon (esas partes si se le dan bien), llega la
celebración y todo era incómodo. No por celebrar mientras la
pequeña osa aún no se enfriaba en la pira, escaparon al apocalipsis
zombi, se entiende, pero no fue una buena fiesta ni puesta en escena,
si exceptuamos la lucha a puñales de ojos entre Sansa y Daenerys.
Esa gente no parecía poder comportarse como personas normales; era
una reunión de la cual yo me habría ausentado con una excusa
cualquiera o me habría escapado a la menor oportunidad. Arya, como
siempre, dio la tonada no yendo. A la par de todos esos amores que no
llegan a nada (y miren que me gustó lo de Jamie y Brienne), la
subtrama también incómoda era la guerra por el trono, el juego
entre ellos que ha regresado. El programa despejó la duda, lo
central no era la guerra contra la larga noche, es la política.
Viendo a Sansa moverse durante todo el episodio era posible
imaginarla desatando una revuelta después de una hipotética
coronación de Daenerys y comenzando nuevamente la guerra entre los
siete reinos. Que el trono esté tan expuesto a tantos pretendientes
con derecho lo dificulta todo, de un lado están los héroes
salivando sobre el trono, del otro está únicamente Cersei; siendo
lamentablemente los más meritorios, Daenerys y su sobrino Jon, hecho
que parece separarles.
Esa
parte estuvo más o menos bien, incómodo pero interesante, ¿pero el
resto? ¿Parten al reino de los Targaryen, cruzando el mar, y matan a
un dragón de dos arponazos y nadie los vio desde el cielo o una
torreta de vigía en un barco? ¿Los barcos son destruidos y todos
los protagonistas llegan a la costa menos Missandei, y justo a ella
la secuestran y a los dos segundos está ante Cersei? ¿No se tardaba
tiempo en llegar de Winterfell a King’s Landing? Fue impresionante
visualmente ver la muerte del dragón, por disparatado que pareciera
todo, pero supo a descuido, a piratería; la muerte de Missandei fue
dolorosa pero también como forzada. ¿Todo queda servido para la
guerra final en el próximo episodio? Esperemos...
Soy
fiel seguidor de la madre de dragones, la rompedora de cadenas, la
gran Daenerys; ella tiene que ser la reina (aunque Sansa se cuela por
los lados), ¿pero y Jon? No cuesta verle como un señor más
viviendo en el norte verdadero, feliz, pero esto es Juego de Tronos,
repito, quedan dos episodios, ¿irán a darnos muertes a la lata?
¿Caerá Jon, caerá Daenerys? ¿La traicionarán sus consejeros
inútiles (le iba mejor cuando ella solita planeaba sus estrategias)?
¿La volverán “mala” para que deseemos verla muerta? Todo eso
preocupa.
Por
otro lado tan sólo espero que el final de Cersei no sea una escena
de ella toda estoica, indiferente a su suerte, aunque ese es su
estilo; pero sería maravilloso verla a ella y al sucio de Euron
Greyjoy corriendo como ratas por sus vidas, que esa enemiga que
todavía tiene encerrada con el cadáver de la hija salga y la
alcance. Pero, no creo. Esta dama tiene mucho coraje.
Volviendo
a la escena inicial, y aunque uno le tiene afecto a Jon a pesar de la
inexpresividad del actor (y mira que regalar al lobo así como así,
sin despedirse, sin rascarle detrás de la oreja mocha), no puede uno
dejar de imaginar qué diferente habría sido en ese papel un actor
como quien interpretaba a Robb Stark.
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