domingo, 28 de julio de 2019

ESTARE BIEN… EN UN MUNDO IDEAL

CANTA Y NO LLORES
   Donde se esperan agresiones sólo de los extraños...

   Lo pensé mientras escribía algo en Trece. Debería ser, ¿no? Cuando el muchacho o la chica no sólo es que ya sabe que siente distinto, sino que eso le empuja a definirse, no únicamente buscando relaciones apresuradas (más un llamado de las hormonas que de la razón), sino deseando expresar sentimientos y emociones, el “salir del clóset”, esto puede ser un paso traumático con el cual se tropieza aún en la propia casa. Uno que a veces atormenta toda la vida en un eterno intentar reunir el valor, dejar el miedo y decir sí, soy yo; postergándolo siempre y conformándose tan sólo con ser. No negándolo pero tampoco diciéndolo, dejando que todos supongan o comenten sin atreverse a decirle a una amiga, a compañeros de trabajo o amigos de salidas (heterosexuales, que se pueden tener): “si, lo soy, y ayer conocí a un chico increíble que hizo que todo mi mundo diera vueltas y del cual deseo hablarles hasta matarlos de aburrimiento”, o “me duele todo porque me dejó”. Hay quienes lo hacen, hablo de quienes lo dicen y afrontan su verdad, no de los que son pillados en el acto y después no les queda otro remedio.

   Para los primeros, en la seguridad del hogar y del cariño de la familia (por mucho llevarle la contraria a los padres o discutir con los hermanos), debería ser cuestión de aclarar algo que tal vez todo sospechan o saben, aunque a veces algunos se nieguen a afrontarlo. Decirlo claramente, tal vez con un lo siento, tal vez no fue lo que soñaron para mí, el cómo sería mi vida en los años por venir; tal vez esperaban verme llegar de la mano de esta o aquella, trayéndoles nietos, pero este es quien soy.

   Eso debería ser todo. Y calmar sus miedos, decirles que no les pasará nada, que lo han pensado y saben que aunque difícil, intentarán hacer sus vidas porque esas son las que les tocan y no vivirán con miedo negándose nada como si fueran defectuosos. Que no se preocupen, que lo han pensado de veras, o creen que lo sabe. La única preocupación para ese chico, esa muchacha, debería ser disipar el miedo paterno a que fracasen, a que les vaya mal, a que los marginen o les señalen, a qué extraños los agredan o los ofendan, a que nunca encuentre a alguien; no odiarle o rechazarle de plano.

   En el mundo ideal el chico o chica les diría gracias por amarme y preocuparse, pero estaré bien, aunque, si algo malo pasa, no dudaré en venir con ustedes a contarles mis penas y reveses, a llorar; seguro de que en el amor que me tienen encontraré consuelo y un refugio incondicional. 

DE FINES Y MEDIOS

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