NECESITADO DE DISCIPLINA
Una
que no se le hacía pesada...
Le
gustaba ese turno de noche, cuidando de aquellos agresivos, vulgares
y ordinarios tíos detenidos que gritaban que querían mear, o tirar;
que les mandaran a una puta. No descansaban hasta que llegaba y les
ofrecía mamadas. Lo que les sorprendía pero luego cedían,
teniéndolas cada uno de ellos bien duras, deseando y gozando de la
boca del guapo chico calentorro. Había algo en la idea de ser un
preso, viendo mamar a un uniformado, que los ponía frenéticos.
Claro que era peligroso tal proceder, todos querían follarle luego,
tenerle en cuatro sobre el catre y hacerle gritar de gozo como
ronroneaba mientras chupaba. Pero el joven no quería eso, era un
machito a punto de casarse y, siendo así, por respeto a su prometida
y a él mismo, no se vería bien que dejara a que otro sujeto se la
clavara, duro, por el culo.
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