NECESIDADES
Ciertos
tratamientos para sacar a un chico de la depresión pueden parecer
duros, por lo que sus padres, novias o amigos no preguntan mucho cómo
los harán reaccionar. Los intentos son variados. Por un lado está
el siquiatra, por el otro los neurólogos, y sin que estos sepan
están los enfermeros y custodios que también intervienen. Sujetos
que siempre logran una primera reacción de aquellos jóvenes
catatónicos: “¡No soy ningún marica!”, gritan cuando comienzan
a tocarlos. Para luego ser follados. Gritaban y se debatían, peros
estos sabían mejor. Tanto hablar, tantas pastillas... Cuando
regresaban para una segunda dosis, estos estaban más que calientes y
dispuestos a otra enculada. Necesitaban el íntimo trato humano.
Sonriendo, enfermeros y custodios, sabían que esos tíos se decían
que era algo puntual, que al salir serían como antes... Y mientras
más les gustaba cabalgar una polla, mientras más gemían
sintiéndose llenos al extremo, latiéndoles en las gargantas o en
las sensibles y mojadas entrañas, más miedo les daba el qué tanto
cambiaban y procuraban salir de allí, reaccionando. Tan sólo para
encontrarse, afuera, con el que necesitaban aún de aquello. Lo que
les deprimía... y volvían.
Es
juego, se entiende, ¿no? La depresión es un asunto serio. Pero, por
otro lado, hace tiempo intente un cuento así, DOGMA, un día lo
traeré de regreso.
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