¿Me
lo parece solo a mí?
Hay algo extrañamente hermoso en esa fachada de ojos vacíos y boca abierta en una eterna mueca de confusión. Bueno, eterna no, terminará cayéndose eventualmente. La de cosas que pueden haber pasado tras sus muros, la de gente que subió y bajó rodeándola, que cruzó frente a ella. Tal vez todos lanzándole una mirada a través de los años. Es de imaginar que en algún momento vivió su esplendor, que era cuidada, querida. ¿Por qué la dejarían decaer?
Y,
sin embargo, tal y como está, insisto, tiene su encanto... Algo de
nostálgico, de mirar hacia atrás a años que se han ido. También atmósfera. Es fácil mirarla e imaginar divertidos cuentos. Supongan
heredarla, de un viejo tío abuelo recientemente fallecido del que
estaban más que seguro que había muerto décadas atrás, y que
vivió hasta el final de sus días allí. Sin salir ni recibir a
nadie. ¡Una herencia!, ¿puede algo resultar más atractivo y
emocionante? Bien, tal vez el mirador superficial oprima los labios o
se sienta desilusionado, ¿esta ruina fue lo que me dejó?, ¿en
serio?, ¿cuánto me irá a costar tumbarla? Pero otros, al llegar y
verla pueden sonreír sopesando posibilidades, mientras el anciano
vecino de la zona que te ha servido de guía, parecido a uno de esos
viejos que en las películas de terror le advierten a todo el mundo
que van a morir, exclama:
-No
sabe lo que pasó aquí hace veinte años, ¿verdad? Lo que le
ocurrió a toda esa gente. Pobres. Todavía se ven algunas manchas en los
cuartos. Aún tiemblo al recordarlo.
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