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Como se paraliza esa mano en su vaivén, quedándose fija pero no quieta, la punta del dedo, expertamente, frotándole por dentro sobre un punto que imagina es la próstata y que le tiene apretando los dientes para no gemir, mientras el tolete le abulta claramente, colgando entre sus piernas (algo que iba costándole en su vida diaria), avergonzándole cuando el otro se ríe.
-¿Emocionado por el examen... o recordando a tu amigo?
-Doctor Thompson... -jadea mirándole sobre un hombro, ojos muy abiertos tras los cristales, como ciervo deslumbrado por los faros de una camioneta que se le echa encima.
-¿Era guapo? -insiste en saber, la punta frotando lentamente, el dedo bien metido en el velludo agujero que sufre espasmos. Las sensaciones eran tales que Gregg...
-Si, era un jugador becado de fútbol; me tocó como compañero de cuarto en los dormitorios y siempre vivía... vivía... -enrojece de vergüenza, notando al recordar lo mal que sonaba ahora todo aquello.
-¿Todo transpirado y jadeante al ejercitarse? ¿Vivía sin camisa y en calzoncillos todo el tiempo, abrumándote con su olor a semental y su masculinidad? Seguro que eras del tipo pulcro, de lentes y suéteres, que veías televisión en un pequeño sofá y él se arrojaba a tu lado, grande, pesado, caliente, vital, todo eso que sentías que no eras... -dice retirando el dedo y rotándolo, con la punta algo flexionada, sonriendo al verle tensarse y contener un jadeo.- ¿O vivía siempre llevando chicas? ¿Le veías follar, entrabas al baño y encontrabas sus condones llenos de esperma y te preguntabas de dónde le salía tanta? -el dedo va y viene con un ritmo extraño, que no le deja pensar.
-Si, andaba siempre caliente, pero no siempre... -calla cuando ese dedo sale, sintiéndose extrañamente vacío, mirándole sorprendido.
-Calma. -le sonríe este, con una mueca burlona. Es tanto que vuelve la mirada al frente.- ¿Decías...?
-Que vivía caliente, siempre quería follar, muchas chicas pasaron por nuestra pieza; era... enloquecedor y molesto a veces. Todo el cuarto se llenaba con su olor a... sexo. Pero no siempre encontraba chicas y... -enrojece al contarlo, pero no tiene mucho tiempo para pensar en ello, en cómo contarlo para no quedar mal.- ¡AHHH! -se le escapa totalmente sorprendido. La mano de galeno quema sobre su nalga derecha, el dedo parece más ardiente mientras se le clava... sin el guante. Pero ¿qué coño...?
-Habla. -este insiste, metiéndole y sacándole el dedo del culo, lentamente como para hacerle consciente del recorrido, sonriendo al ver los temblores del capullo contra sus falanges desnudas al ir y venir.
-Yo... yo... -tenso e cuesta pensar y contenerse.
-“Él vivía caliente pero a veces...” -le recuerda.
-Se... se masturbaba sobre su cama. Completamente desnudo, sin taparse con una manta, sobre sus sábanas. Frente a mí, gimiendo que andaba muy excitado. Como para que yo me escandalizara o molestara. -jadea.
-¿Y te molestaba o te quedabas mirando? ¿Te parecía una pieza regía la que tenía entre sus piernas, una pieza digna de un rey, una que merecía ser... adorada? -interroga implacable, metiéndole y sacándole el dedo del culo.
A Gregg le cuesta concentrarse, pensar con claridad, aunque entiende que debe reservarse o... El dedo sale. Pero no le da tiempo de extrañar nada, este regresa pronto, acompañado de otro.
-¡OHHH! -gimotea tensando el rostro, echando el cuerpo un tanto hacia adelante, como resistiendo o escapando. Pero estos se abren camino en el pulsante agujero que se dilata para ellos, los abraza y aprieta mientras es penetrado.
-¿Te gustaba lo que veías, puto? -le pregunta, sorprendiéndole, tanto que le mira otra vez sobre un hombro, provocándole una risita.- ¿Te molesta la palabra? Es que todo esto es tan excitante... -se encoge de hombros. Y, por alguna razón que no entiende, eso pone cachondo al académico.
-Si, se la miraba; miraba cuando lo hacía aunque sabía que no debía. Y si, era una buena pieza. No soy gay ni nada de eso pero... -balbucea.
-Pero eras joven, caliente también, siempre pensando en sexo aunque fueras del tipo moderado, intelectual. ¿Fue cuándo lo notó? ¿Se dio cuenta de tu curiosidad? ¿Te ofreciste a tocársela o te lo pidió él? -medio ríe, mirándole mientras sigue penetrándole, adentro y afuera, con dos dedos.- No, seguro se te había ocurrido, te quemaban las ganas de agarrársela y apretar, pero no te atrevías. Él tuvo que ser el hombre en la pieza y ofrecértela, ¿verdad? -las palabras le avergüenzan y humillan a cierto nivel, pero Gregg no puede negarse que era caliente.
-Si, quiso que se la tocara. Una noche le encontré sentado sobre mi almohada... -enrojece al recordar.- ...Me esperaba y quería que le hiciera la paja. -calla el “sé que quieres hacerlo”, que el otro agregara con una sonrisa de joven seguridad y vanidad.
-Y lo hiciste, claro. -sonríe Thompson.- ¿Corriste hacia él, todo desesperado?
-No, yo... dudé. Pero... fui. En todo momento me decía que la tocara, que no pasaba nada, que nadie sabría, que era cosa de amigos, de chicos.
-Y se la tocaste y todo perdió sentido para ti en cuanto latió y quemó contra tu palma, ¿verdad? Pulsando como un ardiente corazón en tu puño, quemándote; ya estabas perdido en ese momento, ¿no? -ríe al verle enrojecer.- Ya le imagino sonriendo, satisfecho, manos cruzadas tras la nuca, contra la pared, sentado en tu cama, tú doblado tocándosela, apretándola, sintiéndote más vivo que en cualquier otro momento de tu existencia mientras lo masturbabas. -baja la voz.- Mientras servías a un hombre.
Los recuerdos marean a Gregg, quien por alguna extraña razón se siente trasladado nuevamente a ese cuarto, “mirando” otra vez al joven rubio de cara ancha y bonita, sonreído feliz mientras le hacía la paja. Su puño muy blanco cerrado alrededor de aquella gruesa pieza blanco rojiza que emergía de los claros pelos. Tan perdido está en sus recuerdos que no nota nada, que mientras le sigue metiendo los dedos por un culo cada vez más... ¿caliente?, el médico hace algo más, abriendo una gaveta en la base de la mesa de exámenes. Esos dedos abandonan su agujero, pero nuevamente no tiene tiempo de extrañar nada. Ni de reaccionar.
Algo liso y frío se apunta contra su temblorosa entrada, y con la mirada empañada de lujuria, una que ni él mismo entiende, le mira sobre un hombro, viéndole sonreír, guapo y alto, recordándole a Erick, ese compañero de cuarto (y el compararlos le hace tensarse y jadear), por lo que se descuida todavía más. Eso liso, de punta fina, entra abriéndole un tanto, un tubo de diámetro no mayor a los dos dedos que antes tuviera clavados allí, pero la idea es sencillamente aterradora para un hombre heterosexual, casado y con tres hijos como él. Bien, heterosexual la mayor parte del tiempo de su vida. Ese carajo estaba metiéndole, ¿qué?, ¿un juguete sexual?
-Dime, puto, ¿se la hiciste sólo esa vez? ¿Una paja y ya? ¿Le viste emocionado, tensar los muslos, jadear pesadamente, gruñirte “así, sigue así, vamos, amigo, sácame la leche; casi me la tienes afuera”, y se corrió en tu mano y sólo lo hiciste una vez? -le interroga, metiéndole aquella cosa lisa por el culo, el cual parece en llamas por los recuerdos, la manipulación y el tono del hombre.
-Yo... yo...
-¿Se la hiciste una sola vez o eso se volvió rutina? Si, seguro que sí; claro que ese semental deportista con el cual compartías el cuarto pequeño esperaba y obtenía de ti una paja cada vez que lo deseaba. Llegaba sonriendo, la mole abultándole y tú ya prácticamente de rodillas. Vivías para eso, ¿no es así, Gregg? Esperando la hora de verle llegar, caer en tu cama desnudo, que abriera sus piernas peludas y te dejara tocarle, dándole y dándole hasta que el semen bañaba tus dedos, chorreando por tu puño cerrado alrededor de esa verga. -se burla, sacándole y metiéndole el pequeño tubo de material sintético, plateado, parecido a la envoltura metálica de un buen puro, cuyo material parecía ir calentándose con las fricciones en el culo.- ¿No acercabas la cara como por accidente para llenarte los pulmones con el olor a bolas, a testosterona, a líquidos pre eyaculares... a semen fresco? ¿No te mareaba ese olor, debilitándote, trastornándote y obligándote a tragar en seco? -quiere saber, y Gregg jadea pero calla.- ¡Habla!
Y Gregg chilla porque aquella cosita enterrada en su culo, con un leve chasquido, comienza a vibrar.
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