EL JUEGO DE TRONOS VENEZOLANO
Una
realidad que asusta a muchos.
Que
le quita al sueño no sólo a la subregión, y aún más allá donde
llega una diáspora que se acerca a los cinco millones y que con la
última escalada de la hiperinflación de esta semana, fenómeno que
se anunció hace más de dieciocho años si se continuaba por el
mismo camino y que ahora parece sorprender a unos y gritar bloqueo a
otros, la marea de quienes se irán de esta tierra por la que nadie
quiere ponerse de acuerdo para luchar por ella será aún mayor. Por
mucho que se quejen en las caribeñas islas cabronas del chavismo, el
Brasil, el Ecuador y uno que otro ex bastión del chavismo que tantos
delitos callaron y taparearon por unas cuantas valijas en efectivo o
sobornos en forma de petróleo.
El
problema es para Estados Unidos, ellos que dejaron todo correr para
abaratar un país arruinado por quienes decían dirigirlo (creando,
otra vez, al enemigo), y para los factores internos que se pelean los
pedazos del país, dentro del agonizante régimen como en la acera
opuesta. Oposición donde una parte quiere salir del autoritarismo y
de la pesadilla como sea, aún dejando que se vayan con sus botines,
y otros que dicen que no, que nada puede cambiar hasta que ellos
tengan la seguridad de que llenarán el espacio, y que si eso no es
así es mejor que no pase nada. A unos y otros les preocupa las
noticias que han ido llegando, tan inquietantes que el régimen le
ordenó al chavismo dentro de la oposición que revivieran el rumor
de unos hijos de Henry Ramos Allup, supuestamente metidos en negocios
con el régimen, otra vez, aunque no prueben nada. Que la discusión
guiada desde Miraflores silencie el desastre de una posible
negociación entre Diosdado Cabello y los gringos que destranque el
juego y le permita a unos escapar con sus reales y a los otros
liquidar un asunto que puede estallarles en las caras. Agravado por
la certeza, para comenzar, de la revitalización de la narcoguerrilla
colombiana en este aliviadero en el cual convirtieron a Venezuela
estos traidores.
Por
eso me llama la atención un artículo escrito por Francisco Poleo,
en ZETA, la otrora revista semanal de análisis y política, hoy un
medio digital, pero sobreviviente a la feroz persecución del régimen
autocrático en Caracas y a los no menos fuertes del llamado chavismo
dentro de la oposición afuera. Veamos...
...
Transición
negociada en Venezuela es la pesadilla de quienes no tienen votos
El
hecho de que solo mínimos detalles se hayan filtrado al público
sobre el rumbo de las negociaciones en Barbados para dirimir el
conflicto venezolano indica que hay esperanzas de que lleguen a buen
puerto: unas elecciones presidenciales libres. En esta misma tribuna
hemos señalado lo difícil de que esa intermediación liderada por
Noruega tenga un final feliz debido a los múltiples intereses en
juego. Pero difícil no es imposible y el centro moderado de ambos
lados es el que se está imponiendo.
También
en esta tribuna hemos señalado a Diosdado Cabello como la gran
piedra de tranca de una transición democrática. Sus nexos con el
Cartel de Los Soles, el grupo de generales venezolanos presuntamente
involucrados en el narcotráfico, lo hacen una pieza fundamental para
EE.UU., que ya ha dicho que levantará sanciones contra todo el mundo
menos contra aquellos que hayan traficado drogas. Por eso, por
ejemplo, piden a España la extradición del general Hugo Carvajal a
pesar de que éste fue de los primeros en respaldar a Guaidó.
Sin
embargo, no sería raro que EE.UU. negociara con Cabello. Es la
naturaleza estadounidense hacerlo a cambio de un botín mayor, y qué
mayor botín que la reactivación de Venezuela como motor económico
cuando se avecina una recesión en año electoral. Eso sin contar con
un hecho de carácter fundamental para Washington: la desactivación
de la ruta de la droga más importante de América y del santuario
para grupos terroristas ligados al fundamentalismo islámico.
Fuentes
muy cercanas a Cabello nos indican que ya hubo un acercamiento con
Washington en 2017, sin aclarar si hubo acuerdo o no. No se debe
olvidar que Diosdado era el hombre de EE.UU. en el chavismo a
comienzos de los 2000. Chávez lo sabía y por eso siempre mostró,
públicamente, su desprecio por él. Nunca lo quiso en posiciones de
poder político. Aconsejado por Fidel Castro, el fallecido ex
presidente lo entretuvo colocándolo en el centro de los grandes
contratos económicos y empujándolo hacia el negocio de la droga,
puntada final para enemistarlo con los estadounidenses. Luego, a la
hora de la verdad, el sucesor designado fue Maduro.
Lo
cierto es que un pez gordo debe ser sacrificado antes las masas del
Coliseo. EE.UU. puede haber decidido que ese “cabeza de turco”
sea Tarek El Aissami, el poderoso jefe chavista a quien Maduro infló
económicamente al llegar al poder para contrarrestar a Cabello. El
descendiente de sirios es el nuevo integrante de la lista de
los más buscados por las agencias del gobierno estadounidense. Los
presuntos nexos de este personaje con Hezbollah y el fundamentalismo
islámico lo ponen en la mira de Washington, pero realmente de quien
siempre ha sido un objetivo es de Israel. Para desgracia de El
Aissami, la CIA negocia, pero el Mossad no. Tras la inclusión de El
Aissami entre los más buscados por EE.UU., Cabello, por primera vez,
apoyó públicamente las negociaciones con Guaidó y la Asamblea
Nacional. ¿Coincidencias? En la política hay pocas.
Todos
los pasos que se van dando tienen su sentido dentro de las
negociaciones, incluyendo la reinserción de Venezuela en el Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). Aunque algunos
sectores del radicalismo opositor a Maduro señalen que este paso es
para remover por la fuerza al dictador, lo cierto es que es para
garantizar la asistencia humanitaria post-madurismo. No olvidemos que
Venezuela es un territorio ocupado por paramilitares, guerrilleros,
mafias y bandas criminales que abarcan más de un estado del país.
Las menguadas Fuerzas Armadas venezolanas no pueden solas con ese
caos, que actualmente no está desatado gracias a un precario acuerdo
tácito entre el régimen de Maduro y esos grupos violentos, algo
impensable en un eventual gobierno democrático. Que se abra esa Caja
de Pandora, desatando un escenario a lo Libia o Siria, es a lo que
temen los aliados de Guaidó, por lo que la reinserción en el TIAR
era un paso fundamental.
Como
van las cosas, no es descabellado pensar en unas elecciones
presidenciales libres en Venezuela para el 2020, sin Maduro en la
presidencia pero quizás sin Guaidó también, lo cual no quiere
decir que no puedan ser candidatos. El régimen de facto ya acepta
que haya unas elecciones con nuevas autoridades electorales, pero con
el dictador en el poder y previo levantamiento de sanciones. Los
únicos con interés en que no haya una solución electoral en
Venezuela son quienes no tienen los votos, que son los extremos de
ambos bandos. En una confluencia de intereses que ya es habitual,
desde los flancos, uno rojo y otro azul turquesa, enfilan sin pudor
los cañones contra Guaidó. En ese sentido, ahora van contra
Leopoldo López, aprovechando cualquier cabo suelto de quien lleva ya
veinte años en política y cuenta con una familia muy activa en
distintos escenarios. Es un problema a atender por el bien del final
feliz que aspiramos los demócratas: la transición a la democracia.
...
Suena
demasiado bonito, ¿verdad? Hay no sólo política en esto (y los
gringos no parecen muy duchos en eso), sino sentido común en lo
urgente (salir de una gente que no deja que la situación mejores ni
siquiera un poco), pero por otro lado hay quienes quieren horcas en
las plazas, guillotinas desde cuyas bases puedan pontificar sobre sus
logros que les hace merecedores de la corona. Y eso no va a pasar, no
mientras sea electoralmente que a los venezolanos les dejen elegir a
sus dirigentes. No hemos demostrado mucho sentido común en ello,
¿pero qué país en la subregión puede decir que si?... Pero sí
dejamos claro a quién no queremos por las banderas que usó y el
daño que hizo alargando esta agonía.
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