Lo
cogieron... desprevenido.
Aunque
le advirtieron que no fuera solo, y mucho menos sin avisar a qué
propiedad exactamente, el chico se metió en la vieja casa abandonada
a hacer algunas reparaciones ahora que el banco iba a recuperarla. No
sintió, escuchó o presintió nada hasta que la sombra le cubriera y
una mano grande y ruda tapara su boca, alzándole en peso con
facilidad aunque no era un tío pequeño. Forcejeó y luchó pero
escuchando aquella risita supo que no podría soltarse. Olio el
aguardiente en el aliento del otro antes de que su nariz también
fuera cubierta y después de largos segundos se mareó y perdió la
conciencia.
Fue
la caricia sobre su torso lo que le despertara, aunque atado a la
colchoneta y los ojos cubiertos, no viendo nada. Pero se asustó
porque esas manos lo recorrían con maldad, con propiedad, deseo y
lujuria. Ruge que le suelte, pide ayuda con roncos gritos.
-Lo
siento, chico, pensaba darte un susto y robarte las ropas, no es una
vida fácil ésta de rodar en las calles, pero te encontré usando
esa tanguita y supe que querías divertirte.
-No,
no, déjeme...
-Si,
un chico sólo sale con esas pantaleticas tan sensuales cuando desea
calentar hombres, jejeje... -las callosas manos toman sus caderas,
atrapando las tiritas de la prenda interior.- Y nos calientan para
que nos ocupemos de sus coños húmedos, calientes y apretados. Y voy
a ocuparme del tuyo... todo el fin de semana, jejeje... -el chico
grita cuando siente unos labios resecos y agrietados depositando
besos en los lugares de su anatomía de donde sale la tanga.- ¿No te
molesta que llame a unos amigos, verdad? La pasamos tan mal que
merecemos algo de diversión, ¿no te parece? Y deja de gritar o esa boquita...
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