Muy
natural, además...
Reuniéndose
como buenos amigos para ver porno desde los trece años, y hacerse
pajas comentando sobre las tetas y chicas pantaletas de aquellas
actrices gritonas, ya, más grandecitos, más cómodos en una cama
compartida, no miran la pantalla sino la otra pieza. La del amigo,
tan rojiza y dura, tan caliente, emitiendo un olorcillo que… De
allí a tocar cada uno la del otro fue un paso, rojos de caras,
mirando nuevamente la pantalla. Ya no. Encienden y dejan correr el
video de chicas buenotas, pero cada uno apretando la tranca ajena,
sobándola, notando lo excitantemente extraño que era sentirla latir
como un corazón contra la palma. Y, aunque se siguen llamándose
héteros, cada uno pensando eso de sí mismo y del amigo, uno se
estremece preguntándose qué sentiría si pasara la punta de la
lengua sobre la lisa y húmeda cabecita... y el otro lo espera tanto,
a que se decida y lo haga, que siente que se muere. Chicos tontos que
dejan que sus miedos los retengan, ignoran que el tiempo se va y no
vuelve.
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