-Tranquilo,
sé por qué siempre te pones tan cerca. El olor a macho, la estampa
te lo moja y alborota, ¿eh? -le guiña un ojo.- Sígueme luego y te
lo acomodo.
Era
cierto lo que le dijo su hermana, unas bonitas pantaletas para que
los chicos miraran, y la diversión nunca acaba en los sanitarios, en
los bares de marineros o en el Metro.
¡Maricón!,
le dice con la mirada; “es esto lo que quieres, ¿verdad? Lo único
con lo que sueñas, metérmela hondo y duro por el culo. Lo sé,
cabrón. Vamos, atrévete a pedírmelo y verás”...
Ningún
carajo podía quitarle los ojos de encima cuando se cambiaba de
ropas. ¿Sería cierto que en la lampiña entrada tenía tatuadas
unas letras que decían “pollas insertar aquí”?
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