Expongo
a consideración el relato de un amigo de la casa. Una trama que me
sorprendió casi desde el principio por un giro interesante de la
trama... Disfrútenla mientras el autor quiera que la presente. Lleva
el trabajo bien adelantado, mucho; creo, sinceramente, que debería
intentar “encuadernarla”, presentarla y venderla.
......
Juventud,
dulce tentación...
...
-¡No!
Por Dios, eso fue muy bizarro –comentó.- Esa muerte fue muy
preparada –dijo mientras se reía.- Andrés, ¿cómo se supone que
pase eso? –le preguntó al chico que tenía al lado.- Ese tipo en
la lancha debería ver por donde maneja. ¡Lo destrozó
completamente!
-Igual
–respondió Ángel.- Esa muerte fue muy elaborada –dijo sin parar
de reír.- ¿Qué otras sorpresas vienen? –preguntó mirándolo a
la cara.
-No
te voy hacer spoiler. Veámosla y tú mismo saca tus conclusiones. Lo
único que te voy a decir es que mejora con el tiempo –respondió
este.- ¿Puedo darle play?
-Sí,
claro. Voy a ver dos capítulos más y me voy a dormir. Tengo un par
de cosas que estudiar por lo que tengo que madrugar un poquito
–respondió Ángel abrazando la almohada.
-No
te olvides del sushi que dejaste en el microondas –le recordó
Andrés mientras le ponía play a lo que estaban viendo.- Y no te
quedes dormido a mitad del capítulo -añadió.
-Aja,
mamá –respondió Ángel sarcástico.- No lo olvidaré.
Físicamente,
Ángel estaba un poco fibroso debido al ejercicio que practicaba de
vez en cuando. No deseaba exagerar para que no crecieran
desproporcionadamente sus músculos así que se limitaba a ejercicios
de baja intensidad. Su cabello era tan negro como el carbón y sus
ojos eran café oscuro. Media alrededor de 1.7 metros. Lo que más le
gustaba de su cuerpo eran sus cejas, desde niño todo el mundo le
preguntaba si se las hacía, pues eran tan perfiladas y con el grosor
tan justo que no parecían naturales.
Eran
tan unidos que, incluso, se mudaron juntos a una casa “excesivamente
grande para dos” (pronto tres), gracias a algunas decisiones que
tomaron en el pasado.
-Tienes
22 años, estamos en nuestra casa y ¡sólo estamos nosotros dos!
–replica Andrés con rostro inexpresivo.
-Eso
no responde a mi pregunta –dijo Ángel desde la puerta.- Además,
dentro de poco seremos tres en esta casa. –agregó mientras
caminaba por el pasillo hacia las escaleras del primer piso.
-¿Víctor
decidió venir? –Preguntó Andrés, levantándose y siguiéndole-
¿Cuándo se muda?
-La
próxima semana. Aún tiene que convencer a sus padres que es mejor
para él, porque va a experimentar un poco la independencia
-respondió Ángel mientras bajaban las escaleras.- Pero como de
todas maneras ellos se irán de viaje pronto a recorrer Europa, no
pusieron muchas objeciones al asunto –explicó encogiéndose de
hombros.
-Teniendo
en cuenta el hecho que esta es también su casa, es raro que aún no
venga a vivir aquí definitivamente –comentó Andrés.
-Tranquilo… si no estás autorizado a decirme… no hay problemas –le tranquilizó Andrés con calma. Colocó fraternalmente una mano en su hombro mientras le hablaba.
-Gracias… supongo… -repuso Ángel aliviado.- Ahora si podré terminarme esto. No entiendo cómo pudiste comerte todo en un solo intento. Yo debí esperar una hora a que se digiriera parte de la comida para tener más espacio –dijo tomando un rollo de arroz con la mano. Los palillos japoneses no eran su fuerte, así que comía sushi con tenedor o con las manos.
-Ni idea –respondió Andrés tomado un vaso de jugo de naranja de la nevera.- Tal vez porque me gusta mucho. Por algo aprendí cómo hacerlos ¿no?
-Y yo estuve en primera fila esperando a probarlo –respondió Ángel tomando el último rollo de arroz y pescado que quedaba. Se sirvió un gran vaso de jugo de naranja de la nevera y se lo tomó de un trago- Delicioso, de verdad. Me encantan las naranjas.
-A dormir –dijo Andrés con autoridad.- Ya me dio sueño. Buenas noches –dijo saliendo de la cocina.
-Duerme bien, yo subo en dos segundos -respondió Ángel, lavando los trastes sucios y recogiendo los restos de su cena.
......
En una habitación oscura estaba un hombre de unos 24 años, dentro de una jaula encadenado por el tobillo derecho y con signos de tortura en todo el cuerpo. Tenía moretones y un pequeño corte en su antebrazo derecho. Ese corte fue hecho con una daga de plata unos días antes. El sangrado se detuvo un par de minutos después, pero seguía doliéndole ya que se había infectado un poco debido a la humedad del lugar. Una punzada de dolor le decía que eso no sanaría a corto plazo.
El sonido del metal siendo movido le dijo que él estaba regresando. Una puerta al fondo se abrió y entró un hombre enmascarado vestido con ropa oscura a tono con la habitación. Traía en su mano una bandeja con un pedazo de pan y un vaso de agua.
-Tu cena –le dijo simplemente y lo depositó en el suelo.- Tienes cinco minutos para comer. Hoy dormirás en otra posición y no me importa si no comes todo lo que te sirvo, igual te mantendré con vida el tiempo suficiente para seguir jugando contigo. Pero hoy estoy muy cansado y no quiero hacerlo. Come rápido –le ordenó con desprecio.
-¿Quién eres tú? –preguntó con la voz apagada. Se arrastró para tomar el pan y comer rápido.- Hace ya mucho tiempo que estoy aquí y no me lo has dicho –tomó el vaso de agua y lo apuró, pues tenía mucha sed. Solamente lo alimentaba una vez al día y siempre era lo mismo: un pedazo de pan y un vaso de agua.
-Eso te lo diré el día que decida matarte. Cuando me aburra de ti y me encuentre otro juguete –respondió el encapuchado sonriendo.
-¿Yo que te hice? ¡¿Por qué me haces esto?! –preguntó el encadenado al borde de las lágrimas.
-No pienso escuchar tus lloriqueos –respondió este, abrió la jaula, metió la mano y le quitó la cadena del tobillo con una pequeña llave de un montón que tenía.- Me aburren tus lloriqueos -agregó mientras lo jalaba de un pie y lo arrastraba por el piso para llevarlo a un potro que estaba a unos metros de distancia de ellos.- Hoy dormirás encadenado de pies y manos en el potro y, como yo no estaré aquí esta noche, dejaré un consolador de 25 cms de largo y 5 cms de diámetro conectado a una máquina para que tu culo esté trabajado toda la noche -le explicó mientras lo levantaba y lo ponía en posición en el potro.- Y no tienes de qué quejarte porque puedo usar el de 30 cms y 7 cms de diámetro si quiero. Pero como no soy tan malo, te dejo ese otro -añadió con cinismo. De haber podido habría visto la sonrisa de maldad del encapuchado.
-¿Estás burlándote de mí? –Preguntó el otro desde el potro sintiendo la ira nacer desde su pecho.- ¡¿Qué no eres malo?! -grito- ¡¿AH?! Primero me secuestras, luego me torturas y me violas y… y… -sentía la saliva acumularse en su boca- ¿Me dices que no eres malo? ¿Qué clase de enfermo eres?
-Esos modales… -dijo el encapuchado- existen millones de maneras para torturar a las personas. Yo uso las más leves contigo. No debes quejarte -mientras explicaba, fue a un armario al fondo de la habitación. Dentro, estaba una colección de consoladores y dildos de diferentes tamaños y formas, ordenados meticulosamente. Cuando encontró el que buscaba, se dirigió a una esquina de la habitación y trajo una maquina autofolladora que puso detrás del hombre a la altura de su culo. Cuadró el dildo a la máquina.- Soy tan piadoso que dejaré que decidas si uso o no lubricante para esto. Este dildo es muy rugoso y no es muy cómodo usarlo sin lubricante. ¿Quieres lubricante? –preguntó con fingida dulzura.
-¡Vete a la mierda! –rugió el hombre desde el potro.
-Es tu decisión entonces –responde el encapuchado acercando el dildo al culo y poniéndolo en posición, acomodó la máquina para que el juguete sexual entrara todo, rotara adentro y sólo saliera hasta la mitad para luego rotar otra vez antes de entrar todo- ¿Listo? –preguntó con sarcasmo.
-Por fav… ¡¡¡Ahhhhhhhhhhhh!!! ¡NOOOOOO! –gritó el otro cuando la máquina empezó el trabajo y el dildo entró todo de un golpe.
-Nos vemos mañana a esta misma hora –dijo el encapuchado.- Tal vez venga más temprano o tal vez me olvide de ti y venga dentro de dos días. Y créeme, tú no vas a morir en dos días, aún tienes energía guardada para vivir de tres a cuatro días sin comer. Y ese corte –le dijo señalándosele,- no está tan mal como para morir de una infección –le explicó.
-No… me… dejes… así… -dijo el otro con un hilo de voz.- Du…ele… casi no… puedo… respirar.
-Te pregunté si querías lubricante y no me dijiste nada. Te jodes. –dijo yendo a la puerta.
-¡¡¡NOOOOO!!! ¡¡¡¡¡NO HAGAS ESTO, POR FAVOR!!!!! –fue lo último que escuchó el encapuchado antes de cerrar la puerta.
Se fue sin mirar atrás siquiera.
Sonreía con verdadero placer al escuchar los ruegos de Jesús Ballester, aunque este no podría saberlo ya que miraba al suelo atrapado y condenado.
En una habitación oscura estaba un hombre de unos 24 años, dentro de una jaula encadenado por el tobillo derecho y con signos de tortura en todo el cuerpo. Tenía moretones y un pequeño corte en su antebrazo derecho. Ese corte fue hecho con una daga de plata unos días antes. El sangrado se detuvo un par de minutos después, pero seguía doliéndole ya que se había infectado un poco debido a la humedad del lugar. Una punzada de dolor le decía que eso no sanaría a corto plazo.
El sonido del metal siendo movido le dijo que él estaba regresando. Una puerta al fondo se abrió y entró un hombre enmascarado vestido con ropa oscura a tono con la habitación. Traía en su mano una bandeja con un pedazo de pan y un vaso de agua.
-Tu cena –le dijo simplemente y lo depositó en el suelo.- Tienes cinco minutos para comer. Hoy dormirás en otra posición y no me importa si no comes todo lo que te sirvo, igual te mantendré con vida el tiempo suficiente para seguir jugando contigo. Pero hoy estoy muy cansado y no quiero hacerlo. Come rápido –le ordenó con desprecio.
-¿Quién eres tú? –preguntó con la voz apagada. Se arrastró para tomar el pan y comer rápido.- Hace ya mucho tiempo que estoy aquí y no me lo has dicho –tomó el vaso de agua y lo apuró, pues tenía mucha sed. Solamente lo alimentaba una vez al día y siempre era lo mismo: un pedazo de pan y un vaso de agua.
-Eso te lo diré el día que decida matarte. Cuando me aburra de ti y me encuentre otro juguete –respondió el encapuchado sonriendo.
-¿Yo que te hice? ¡¿Por qué me haces esto?! –preguntó el encadenado al borde de las lágrimas.
-No pienso escuchar tus lloriqueos –respondió este, abrió la jaula, metió la mano y le quitó la cadena del tobillo con una pequeña llave de un montón que tenía.- Me aburren tus lloriqueos -agregó mientras lo jalaba de un pie y lo arrastraba por el piso para llevarlo a un potro que estaba a unos metros de distancia de ellos.- Hoy dormirás encadenado de pies y manos en el potro y, como yo no estaré aquí esta noche, dejaré un consolador de 25 cms de largo y 5 cms de diámetro conectado a una máquina para que tu culo esté trabajado toda la noche -le explicó mientras lo levantaba y lo ponía en posición en el potro.- Y no tienes de qué quejarte porque puedo usar el de 30 cms y 7 cms de diámetro si quiero. Pero como no soy tan malo, te dejo ese otro -añadió con cinismo. De haber podido habría visto la sonrisa de maldad del encapuchado.
-¿Estás burlándote de mí? –Preguntó el otro desde el potro sintiendo la ira nacer desde su pecho.- ¡¿Qué no eres malo?! -grito- ¡¿AH?! Primero me secuestras, luego me torturas y me violas y… y… -sentía la saliva acumularse en su boca- ¿Me dices que no eres malo? ¿Qué clase de enfermo eres?
-Esos modales… -dijo el encapuchado- existen millones de maneras para torturar a las personas. Yo uso las más leves contigo. No debes quejarte -mientras explicaba, fue a un armario al fondo de la habitación. Dentro, estaba una colección de consoladores y dildos de diferentes tamaños y formas, ordenados meticulosamente. Cuando encontró el que buscaba, se dirigió a una esquina de la habitación y trajo una maquina autofolladora que puso detrás del hombre a la altura de su culo. Cuadró el dildo a la máquina.- Soy tan piadoso que dejaré que decidas si uso o no lubricante para esto. Este dildo es muy rugoso y no es muy cómodo usarlo sin lubricante. ¿Quieres lubricante? –preguntó con fingida dulzura.
-¡Vete a la mierda! –rugió el hombre desde el potro.
-Es tu decisión entonces –responde el encapuchado acercando el dildo al culo y poniéndolo en posición, acomodó la máquina para que el juguete sexual entrara todo, rotara adentro y sólo saliera hasta la mitad para luego rotar otra vez antes de entrar todo- ¿Listo? –preguntó con sarcasmo.
-Por fav… ¡¡¡Ahhhhhhhhhhhh!!! ¡NOOOOOO! –gritó el otro cuando la máquina empezó el trabajo y el dildo entró todo de un golpe.
-Nos vemos mañana a esta misma hora –dijo el encapuchado.- Tal vez venga más temprano o tal vez me olvide de ti y venga dentro de dos días. Y créeme, tú no vas a morir en dos días, aún tienes energía guardada para vivir de tres a cuatro días sin comer. Y ese corte –le dijo señalándosele,- no está tan mal como para morir de una infección –le explicó.
-No… me… dejes… así… -dijo el otro con un hilo de voz.- Du…ele… casi no… puedo… respirar.
-Te pregunté si querías lubricante y no me dijiste nada. Te jodes. –dijo yendo a la puerta.
-¡¡¡NOOOOO!!! ¡¡¡¡¡NO HAGAS ESTO, POR FAVOR!!!!! –fue lo último que escuchó el encapuchado antes de cerrar la puerta.
Se fue sin mirar atrás siquiera.
Sonreía con verdadero placer al escuchar los ruegos de Jesús Ballester, aunque este no podría saberlo ya que miraba al suelo atrapado y condenado.
CONTINÚA ... 2
¿No
es un comienzo genial? Aunque... No puedo dejar de pensar en Agatha
Christie. Las dos escenas han sido muy bien ensambladas, han dicho
mucho de los personajes sin responder a casi nada, algo notable; pero
me parece que si uno va a meter a un enmascarado cruel y sádico, de
quien no sabemos nada, el recurso puede usarse al límite. Iniciar
con él, y que después de que salga, no sabemos a hacer qué, la
acción pase a los otros dos, Ángel y Andrés. Que se encuentren en
la entrada de la casa, aclarando cada uno que andaba en diligencias.
Así uno, como lector, frunciendo un poco el ceño, se preguntaría,
¿acaso uno de ellos dos...? Al poco seguir leyendo uno acaba con esa
sospecha si se quiere que se ame a los personajes, o se les deja para
que se les quiera pero se sospeche un tanto. Aunque, son tonterías
mías. Ha sido un gran inicio de relato. Al inicio uno podría
sospechar de una zanahoria historia de amor, de algún tipo, y luego
encontramos al enmascarado no de plata.
Por
cierto, ese título...
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