lunes, 25 de noviembre de 2019

SOSPECHA

LA BONITA LIBERTAD

   La verdad es que la tentación se había hecho muy grande, difícil de aguantar. Desde que el muchacho llegara a vivir a la casa familiar, ha sentido que el cuñadito le lanza señales... medio gay. Así que esa mañana, sintiéndose emocionado, calentado pero no atendido por su mujer, va y se asoma encontrándole durmiendo y ¿exhibiéndose? ¿Esperándole? No lo sabe, pero le basta verlo. Se acerca, toca, soba, hunde los dedos y... Si, coño, se menea, ronronea sin despertar. ¡Se le activa lo marica! ¿Ya se lo habrá comido alguien?, se pregunta tocando y tocando. No, por lo que prueba con la lengua sabe a virgen. Seguro que en espera de un semental de buena verga que se lo abriera, se lo dilatara al máximo con carne dura, haciéndole lloriquear mientras nace como princesa. No lo sabe, pero lo espera... Y cuando llena y le oye, si, sabe que el chico quería eso, tener el culo lleno. Uno que menea desesperado, ansioso, entusiasmado, y muy pronto, práctica mediante, lo haría de manera experta.
   Le da y le da con todo su vigor de macho, y en el tono de sus gemidos, sus rasgos, la manera en la cual responde casi puede ver su transformación en mariquita. Pero tiene que callarle, por eso le llena la boca con su lengua, siseándole que con calma que la familia sigue afuera. “Vamos, nena, no tan fuerte”, le dice medio sonriendo pensando en lo divertido de toda la situación; y ríe cuando le dice: “¿No es gracioso?, mi hermana te prepara el desayuno mientras aquí estoy yo comiéndome tu cereza”. Dios, se sentía tan malo, prohibido y sucio hacerle eso al marido de su hermanita que siente que quiere estallar en siete leches. Ya se las ingeniaría para que no fuera la única vez. Después de todo, fuera de su propia esposa, no había nada de malo en contar con una zorrita caliente en casa.

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