Sabía
a qué salía...
......
Shawn
Dawson estaba encantado de haber aterrizado en la soleada California,
dejando muy atrás el amado aunque frío y nublado aire de Nueva
York. Mirando el cielo azul, la gente sonriente y bronceada del
hotel, ligeras de ropas, totalmente informales, le parece estar en
otro mundo; uno donde la norma era relajarse y divertirse sin pensar
seriamente en el trabajo, aunque se supone que a eso iba. A un
simposio sobre publicidad, con algunos colegas de la firma y otros,
personal de compañías amigas, aliadas unas, rivales o desconocidas
otras. Hombres y mujeres que, como él mismo, mostraban juventud,
ganas de triunfar y sonrisas de ganadores. Cada cual mostrando su
mejor talante, ocultando un tanto la careta competitiva y las hachas.
Eso iría aflorando, lo sabe, mientras transcurriera el fin de
semana. Al cual pensaba sacarle el jugo lejos de las miradas de los
jefes y de su novia, Martha. Especialmente de esta.
Pudo
haberla invitado a acompañarlo, como hicieron uno o dos de los
colegas, aunque no la mayoría, pero la verdad es que quería
disfrutar de un tiempo para él, sin tener que explicarse o dar
razones. Lo cierto es que esa relación de tres años, que todos
decían había durado demasiado para no concretarla, ya se sentía
como un matrimonio. Con cierta carga de tensiones a veces. Aunque la
amaba, claro. Por eso el compromiso, aunque muchos le dijeran que se
apresuraba cuando le pidió que vivieran juntos, cosa que no le
parecía a ese hombre joven de veintiocho años, rostro alargado y
afilado, cabellos castaños claros, voz desenfadada, educada y
convincente (era bueno vendiendo su imagen e ideas), ojos verdes y
chispeantes, todo sobre un cuerpo esbelto y algo cultivado de sus
días de natación en la universidad, nada muy logrado, pero que le
hacía verse bonito a su manera. Su sonrisa de dientes blancos y
parejos, sus pecas en el puente de la nariz, así como la intensidad
de su mirada abrían tantas puertas como su labia. Y, antes, atraía
chicas, como pasará con Martha. Por ello lleva un plan en mente:
ligar con cuanta nena pueda, antes de casarse. Y para eso no le
servía tener a la joven allí. Ni era necesario que ella lo supiera,
¿verdad?
Fuera
de ese detalle, Shawn era un sujeto confiable, laborioso, trabajador
y responsable. Familia, colegas, jefes y pareja esperaban mucho de
él, especialmente éxito a fuerza de constancia. Cargando sus
maletas de viaje al hombro, cuello y brazo, como tres de los colegas,
sonríe y saluda chicas que cruzan por la recepción del buen hotel
donde se reúnen; estas, bonitas, les medio sonreían pero en verdad
no parecían impresionadas por los neoyorquinos.
-Joder,
¿estaremos oliendo a naftalina? -pregunta cuando la tercera le
ignora.
-Es
posible. El viaje duró toda una vida. -sentencia Aaron wells, un
riente rubio de mirada lasciva, a quien no le iba mucho mejor.
-Esperemos
que se nos pase con un baño. -gruñe y hay risitas.
-No
creo que sea tan simple. -tercia Andrew Tapping, un negro delgado y
alto, mirando hacia un rincón, que atrae enseguida los ojos de
todos.
En
una cartelera, elegante, se anunciaba el simposio de publicidad, y
algunas personas miraban, pero no ese cartel. Otro hablaba de un
encuentro de culturistas, y un hombre joven, de rasgos asiáticos,
con el cuello tan grueso como su muslo, piensa Shawn, casi
escandalizado, le sonríe a los presentes y les contesta algunas
cosas. Lleva el pantalón de un mono deportivo, azul, que le queda
como un guante sobre muslos, piernas y trasero, y una camiseta muy
abierta que deja notar unos brazos impresionantes. Se veía bien y lo
sabía, por eso sonreía así. Todos lo entendían.
-Mierda,
¿tenía que tocarnos junto a estos? -gruñe, compartiendo el
disgusto, Lester Morán, un joven de ascendencia hispana, de fino
bigotillo con el cual bromeaba diciendo que le hacía cosquillas a
las nenas en los coños y por eso le buscaban.
-Esperemos
que estos gorilones sin cerebros no vaya a pasar mucho tiempo en las
piscinas. -medio riendo, Shawn comenta, tomando una llave que le
tienden y volviéndose. Chocando con un sujeto.
-¡Cuidado!
Para hablar del cerebro de otros pareces no tener uno. O que no te
funciona muy bien, idiota. -una voz profunda, rica en tonalidades, le
alcanzan cuando casi sale despedido hacia atrás al chocar con una
muralla de ladrillos, que resulta ser un tipo pelirrojo de cara
cuadrada, barbilla picada, ojos azules y duros, boca delgada, pómulos
algo pecoso, más alto, más cargado de hombros y brazos que el
asiático (porque tiene que ser un culturista, carajo, se dice el
joven). Es grande, sí, pero también atractivo, debe admitir.
También más joven que él, y sin embargo le arropaba con su altura,
pinta y olor, porque se le veía transpirado.
-Yo...
lo siento, no... -a pesar del insulto no se atreve, en verdad, a
responder. Muy consciente de que un manotazo del otro podía
arrancarle la cabeza de cuajo. Y la idea no le atraía para nada.
Bien, para eso estaba el instinto de supervivencia, ¿no?, para
salvarnos a través del miedo. Aunque las orejas le enrojecen al
notar las sonrisas de sus escandalizados amigos... sabiendo que
ninguno intervendría si ese joven y arrogante gigante reclamaba,
finalmente, su cabeza.
-¿Qué?
¿Por ir como idiota por ahí tropezando gente o por decir lo que
dices sin pensarlo? -el otro cruza los increíbles brazos sobre su
recio pecho, los pectorales casi fuera de la camiseta, los pezones
largos y erectos, abrumándole. Shawn nota que los otros parecen dar
un paso atrás, mirándole divertidos e inquietos.
-Yo...
yo... -enrojece completamente avergonzado, también abrumado, el aire
agresivo del otro le amarra. Y aterra.
-Yo,
yo... -se burla mirándole con desdén.- ¿Es todo lo que puedes
pensar, tú, un tío más listo que un culturista? -demanda como si
buscara pelea.
-No,
yo... -Dios, aquello parecía una pesadilla, y traga, mirándole
intenso. El otro sonríe desdeñoso, seguro de sí, medio
inclinándose hacia adelante, casi obligándole a encogerse.
-Calma,
no vayas a mojar tus pantaletas. Pero ten cuidado la próxima vez que
hables de otros. Y deja de mirarme así, me siento halagado, pero no
ligo con perras en pasillos de hotel. -su voz atrona.
Shawn
siente que enrojece de pies a cabeza, abrumado, con la mente en
blanco, incapaz de responder a tanta agresividad y público insulto.
Viéndole alejarse (soltando un suspiro de alivio tan intenso que
casi le marea), escuchando ahora sí a sus colegas riéndose,
mientras se acercan y le palmean la espalda, preguntándole si era
cierto que lo miraba queriendo ligar, o que si no había mojado en
verdad sus pantaletas. Y cosas por el estilo.
-Son
tan graciosos, idiotas. -gruñe al fin, mortificado. En un mundo
donde la gente se trataba con respeto, como adultos serios, nunca se
vio en una situación así. Bien, tal vez no debió hacer el
comentario desdeñoso, ¿no? Por suerte todo había acabado.
......
Todavía
sintiéndose mortificado por el encuentro, y algo molesto porque los
socios y amigos fueron testigos (de su intimidación y silencio), se
reune con estos en el área de la piscina, locos por comenzar la
diversión, y aunque toma dos cócteles y traga bastante cangrejo, no
le va tan bien a la hora de ligar, aunque recorre las albercas,
descalzo y mojado, vistiendo un bañador a media pierna que baja
coquetamente en sus caderas. Es guapo, se ve indudablemente bien,
pero aquellas mujeres de senos y traseros perfectos tan sólo
parecían tener ojos para ellas mismas, para convencerse de lo guapas
que eran, y de mirar a uno que otro sujetos, jóvenes y bien
parecidos, que eran, indudablemente, participante de la mierda esa
del culturismo. Con ellos ahí, Shawn, Andrew y Aaron corren con poca
suerte. A Lester le va mejor y el joven se pregunta si en verdad esa
sombra de bigote de lagartijo le resultaba atractivo a las mujeres.
-Joder,
no puedo probar otro bocado de nada. -cuando oye a Aaron, sentado en
la silla plegable a su lado, cae en cuenta de lo mucho que ha comido.
-Igual.
Ese cangrejo es pecaminosamente rico. -sonríe mirándose la
inexistente panza, aunque le parece verla. Como todos, acostumbrado a
cuidar la figura, sin ejercitarse, vigilaba un tanto lo que comía.
Aún. Después de los treinta y cinco, o antes, cuando se casara con
Martha, podría relajarse al respecto.
-¿Qué
tal si nos llegamos al gym del hotel, para ver qué tienen? Me
gustaría ver californianas rubias sudando, también tomar un baño
sauna y recibir un masajito dado por alguna rubia tetona. Escuché
que se puede ir así, en bañador. -agrega Andrew, sonriendo. Le
encantaban las mujeres blancas, todos lo notaban aunque nadie lo
comentara.
-No
vamos a hacer este viaje tan largo para meternos en... -se queja.
-Oh,
vamos, Shawn, con estos tipos aquí... -gruñe, con un puchero,
Aaron.
-Okay.
-cosede después de dudar otro poco.
Tal
y como resultaron las cosas, más tarde pensaría que el instinto le
gritaba que no aceptara, que se echara en esa silla y dormitara un
rato bajo los rayos solares. Y habría sido mejor. Pero les escuchó
y todo se jodió.
Al
final los tres se encaminan al gym de anchas puertas acristaladas,
donde todo parece nuevo, funcional y hecho para sudar, para eliminar
la horrible grasa corporal que ofendía la cultura local, y a
desarrollar la musculatura perfecta. El trío repara en las bellas
mujeres, también, con cierta burla, en los tíos sin camisas,
exhibiéndose, con ajustados short a media pierna en materiales
lycra. Aunque se cuidan de hacer dichos comentarios en voces muy
bajas. No lo hablan pero nadie quiere se repita lo de Shawn y el
culturista.
Nada
más que por hacer algo, y ver más, el hombre se monta en una de las
caminadoras, hacia el final del salón, junto a una pared y un frente
consistentes de espejos, con los dos colegas en las máquinas
siguientes, hablando entre ellos de sus novias. Con relatos que se le
antojaban algo fantásticos, especialmente para una gente que nunca
dejaba la oficina, ¿cuándo tenían tiempo de lamer todos esos coños
y enloquecer chicas en cafeterías que les suplicaban las follaran?
Se distrae escuchando la música, sonriendo sintiendo calor en su
cuerpo, los muslos algo exigidos, la fina capa de sudor cubriéndole
mientras su respiración se espesa por el esfuerzo. Todo eso
haciéndole sentir bien. Como un hombre que...
-La tienes al mínimo. Eso es de niños. O de nenas. ¿Eres una nena?
La
profunda voz a su lado le sobresalta y casi pierde el paso, mirando
primero por el espejo, y luego volviéndose (realmente alarmado)
hacia el culturista joven y alto que le enfrentara poco antes, el
cual lleva una camiseta más abierta todavía, dejando casi al
descubierto todo ese torso increíble, pero ahora lleva un corto
shorts lycra, vinotinto, que más bien parece un boxer, que se amolda
de manera escandalosa a sus muslos, muy arriba, y a su pelvis.
Destacándose la silueta de un tolete colocado al descuido... como si
no llevara ropa interior. De visible tamaño. Las gruesas piernas
terminando en unos zapatos sin calcetines. Y también transpira,
quién sabe qué habría estado levantando, se dice de pasada.
Tenerle allí, alto y joven, fuerte y masculino, oliendo a
transpiración limpia pero fuerte, le atosiga. Como le abruma la
posibilidad que venga a gritarle o hacerle otra escena. Nervioso mira
hacia sus compañeros, que hablan entre ellos y miran chicas pasar.
Como si no les notaran.
-Oye,
no quise... -comienza a disculparse otra vez, tensándose y
conteniendo la respiración cuando este sube a la caminadora, tras
él, increíblemente cerca, casi rozándole con torso, pelvis y
muslos, arropándole con su tamaño, el calor que exhalaba y su olor,
más cuando cruza un brazo a su costado.
-Debes
aumentar la resistencia. -anuncia diciéndole a un oído mientras
ajusta algo.
Y
la resistencia de la máquina vaya que aumenta, se dice el confuso
hombre, ojos muy abiertos, mirándole sobre un hombro, no entendiendo
qué hace allí, perdiendo el paso otra vez y chocando de ese cuerpo
que camina con tranquilidad. Y todo él se eriza cuando se frota del
joven y duro cuerpo bañado de sudor, caliente como el infierno. Se
miran, uno divertido, el otro como un cervatillo asustado.
-Amigo,
no creo... -croa con esfuerzo, como si toda aquella insólita escena
para la que nunca ha estado preparado, le desbordara. Un tipo
grandote, musculoso y sudado estaba tras él, casi frotándole una y
otra vez, burlándose en pleno gym. Y lo que más le afecta es eso,
que ese idiota le trataba así en un lugar público, humillándole, y
que otros, comenzando por sus socios, iban a darse cuenta. De que le
hacía aquello y no respondía como debía.
-Concéntrate.
-le ordena sin alzar la voz, firme. Y dando un respingo que a sí
mismo sorprende, e irrita un poco, obedece. Vuelve el rostro al
frente, tomando el agarre de la plataforma, intentando seguir el paso
y alejarse del enorme y viril cuerpo que apestaba a macho, pero sin
lograrlo del todo. El joven toma también los agarres, las manotas
junto a las suyas, quemándole, y sigue caminando, frotándole.- ¿Lo
sientes, la diferencia? Esto si es para un hombre.
-¿Qué
haces? -casi jadea, sintiéndose indefenso, impotente, mirando hacia
los socios que aún no parecen reparar en la escena (una chica
especialmente curvilínea se ejercitaba más allá, flexionando la
cintura, mostrando la concha bajo las ropas).
-Te
ayudo con tu rutina, débil hombrecito. -es la respuesta, una que le
llega justo al oído, expresada con burla, quemándole con el
aliento... al tiempo que ese sujeto medio flexiona las rodillas,
tocándole más, bajando la pelvis lo suficiente y pegándose de su
culo. Algo que casi le hace gritar, de rabia, sorpresa y temor. Le
sentia la verga...
-Amigo,
no sigas; si estás molesto por mi comentario... -quiere ceder,
disculparse, rendirse, lo que fuera para librarse de él.
-No,
soy yo quien debe disculparse. -le corta el otro, esa voz profunda
bañándole, los labios casi rozándole la piel a estas alturas, el
cuerpo pegado al suyo.- No quise parecerte un ogro, mucho de lo que
dije fue juego, ¿okay? -y al decirlo despega una de la manotas y la
apoya en su hundido estómago, tensándole y haciéndole jadear.
-Si,
si, yo... acepto tu explicación y... -le cuesta respirar y pensar
con esa manota fuerte, caliente y masculina adherida a su vientre
desnudo. No quiere agitarse, ni respirar asustado, no quiere que sepa
que le altera, pero le cuesta. Y vuelve el rostro hacia los socios,
que ahora si les miran, con bocas abiertas y caras de sorpresa.
-Me
alegra. No quiero que pienses que me molestaba el que mojaras tu ropa
interior imaginándome, no sé, desnudo. Aunque heterosexual, cuando
estoy en estos eventos me lleno de mucha adrenalina y testosteronas,
tanto que necesito drenarlas con frecuencia. -le pega los labios de
una oreja, tensándole totalmente.- Y para servirme en momentos así,
ya lo he comprobado, nada mejor que un mariquita bonito como tú,
caliente y deseando mi verga llenandole en todo instante. Agradecido
de que le deje chupármela o metérsela duro por el culo.
Mariconcitos que gritan y jadean pidiéndome que los parta en dos con
mi barra larga, gruesa y dura.
CONTINUARÁ ... 2
Un gusto volver a leerte, amigo... espero te vaya bien en este sitio... excelente inicio de esta historia... a ver cómo nos va...
ResponderBorrarHola, y gracias por los buenos deseos. Si, vamos a ver qué tal.
BorrarHola soy de Lima Perú saludos amigo yo era un asduo lector de tu anterior blog un servicio si está al alcance tuyo extraño el relato de macho a esclavo no se si te ubicas por favor quiero releerlo no se si me puedes pasar el link porque no lo encuentro
ResponderBorrarHola a todos, no acostumbro a escribir en blog pero la curiosidad... Ya saben, q paso con este blog
ResponderBorrar