El
turno nocturno era una verdadera mugre en esa tienda. Cada empleado,
especialmente escogido, jóvenes estudiantes, de buenos cuerpos e
increíbles traseros, debían atender en todo lo que deseara el
cliente desvelado, desde el joven marido que dejaba a las esposa
embarazada en casa, dizque buscándole galletas, al compañero
estudiante que se prepara para un examen y necesita descargar
tensiones. Por no hablar de policías, bomberos y paramédicos que
terminaban, o iban a comenzar, sus tandas. Todos llegaban, le
preguntaban por la cidra, que les enseñara en qué pasillo estaba y
poco después se le metian. Si, una verdadera mugre que se le
juntaran tantos y no alcanzara el tiempo para atenderlos debidamente.
Aunque este guapo chico hacía lo que podía, eso se le reconocía.
Descuidando sus notas. De seguir así terminará sirviendo en esa
tienda mucho, mucho tiempo.
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