Cuando
la vida se complica...
Odia
ponérsela tan fácil, escuchar su risita cuando se desviste. Odia
tener que usar eso en el trabajo, siempre temeroso de que los otros
lo sepan. Pero el jefe se lo exige, le reclama cuando no lleva una
caliente tanga. Le gusta ver lo suyo, tenerlo siempre a la mano.
¡Maldita convención de trabajo!, dos copas de más y hablar de su
gusto por esa ropita se ha convertido en abuso. Las usa porque le
gustan, no por gay, pero el otro le dio la connotación que quiso y
le exige vainas para no gritarlo delante de todos. Y eso era servirle
para descargar sus bolas cuando le apeteciera. Odia que llegue y
toque, que lo sobe y lo recorra con los dedos esperando que lo deje.
Odia cuando logra meter un dedo, preguntándole ronco sí ese coño
no le extrañó anoche, que lo sentía vacío y triste, muy diferente
a cuando se lo llenaba de carne y luego de leche caliente. Odia
que... le tiemble tanto ahora, en verdad, extrañándole. ¿Cómo
pasó eso, de gustarle las tangas masculinas a ser, aparentemente,
una hembra deseosa de sexo sucio, rudo y secreto?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario