sábado, 16 de marzo de 2019

DAVID BECKHAM, COMO LOS BUENOS VINOS

   Si, prueba superada...

   Como buenos venezolanos que todo comentamos, se discutía en estos días sobre los problemas de las familias cuando llegaban los nuevos miembros, lo malo que era cuando uno de los hermanos de una casa se casaba y el resto le tenía idea a la mujer elegida; esto venía a cuentos por ecos de la boda real del año pasado, cuando Harry el travieso, nieto de la reina Isabel la eterna (dicen abdicará en nombre de su hijo, Carlos el aburrido… pero todavía no lo hace), se casara con la actriz Meghan Markle. Al parecer ni la abuela ni el hermano mayor de Harry, la tragan. Al menos eso dicen. Otro sostienen que son peleas de concuñadas, que son hasta peores, porque obligan a los hermanos a escuchar constantes quejas sobre el otro, lo que a la larga amarga.
   Como sea, cada vez que se habla de eso, de la boda real, la gente recuerda al señor David Beckham, por el comentario chisme que corrió sobre que en la fulana boda lo único que se veía bonito era él.
   Y la verdad es que aunque el tiempo ha pasado, el hombre ha superado la prueba del tiempo. Como el actor Jensen Ackles, protagonista de la serie Supernatural, el tiempo parece hacerle verse mejor.
   Aunque, siendo totalmente sinceros, a diferencia de Jensen Ackles, el señor Beckham nunca ha sido de mis preferidos, aunque el mundo le adorara, los hombres quisieran verse como él y las mujeres ovularan cuando se quitaba la franela (bueno, sé que no sólo ellas); siempre me ha parecido algo... odioso. 

   Si, es bien parecido y rico, es famoso y está casado con una belleza que dicen le cela hasta el aire que le roza (en la boda aquella se comentaba la mala cara de la dama por un problema de celos, precisamente), pero él nunca me cayó bien. Cosa que, claro, ¿qué importa? ¿Quién soy, después de todo?
   Es divertido sentarse y hablar de las viejas glorias del fútbol, cuando su nombre siempre sale a relucir, por supuesto, por esa habilidad que tenía de patear un balón desde la media cancha y empalmarla con la cabeza de otro inglés, en las puertas de la portería contraria y que se cantara gol; su presencia era una constante, una estabilidad para el equipo. Es de suponer que el gran pesar de su vida debe ser haber pasado por la selección y nunca lograr obtener una Copa del Mundo para Inglaterra, alcanzar esa inmortalidad para quienes disfrutamos con este juego, pero, hablando de fútbol, le recuerdo más por un encuentro que vi, donde ingleses y españoles batallaban, y desde las tribunas el público hispano, con una lamentable mezquindad (aunque divertida), le gritaba maricón. Si no podían pararle en calidad de juego, algo debían hacer. Por muy mal parados que quedaran. Se entiende.
   ¿Qué será de su vida en estos días, fuera del disgusto que parece que se llevó con una estatua que develaron en su honor y que ni se le parecía? 

RICARDO FORT, UN RECUERDO...

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