sábado, 16 de marzo de 2019

ERSTE

No importa cuánto tiempo haya transcurrido, no puede olvidarlo. La tarde cuando en ese mismo carro, detenidos mirando caer la tarde, su amigo le confesara que le amaba, que no había podido evitarlo, que lo hacía desde que tenía memoria y que sentía que debía decírselo antes de partir al frente con su batallón. Como tampoco olvida su mano juguetona o su boca golosa, demostrándole cuánto le adoraba. No le dijo nada después, ni una palabra; le vio herido e irse sin mirar atrás. Y no ha llamado ni escrito. No sabe cómo tratarle, qué decirle. No sabe que le gustó y asustó más.
-Oye, tranquilo, no estoy diciendo nada, no juzgo ni condeno. Que invitas al vecino que viste de rodillas frente a un chico hace dos noches en el estacionamiento, justo cuando tu mujer no está y te paseas en un bañador así frente a mí, no me toma de sorpresa. ¿Sientes curiosidad o andas caliente? No importa, porque en verdad me gustas, mi vecinote sexy de al lado, siempre en la alberca. Para mí es como un sueño si... si deseas que te toque, pero ¿estás seguro? No quiero que te sientas mal o te arrepientas, no sería bueno para ti ni justo para mí. Entonces ¿qué? ¿Me voy? ¿Nos bañamos y no pasa nada o... te acercas a la orilla y me dejas bajar lentamente ese bañador y hacerte lo que quiero y tal vez sueñas?
   A veces le arde la cara de secreta vergüenza, como ex gordito metido en severas dietas y regímenes quiere que todos le admiren; ya no era el chico rellenito de la secundaria. Pero que tantos chicos rubios de cabellos largos y aire de vagos de playa, bonitos y bien constituidos le miren y digan descaradamente que quieren un papi como él que les ponga preparo todavía le sobrepasa, aunque le emociona. Si, todavía pasará un rato antes de que se atreva a dar ese paso, dejarse tocar y amar por un rato, sentir que en verdad lo vale.
   Mierda, ¿acaso esa sería ahora su vida?, ¿tener sexo con guapos desconocidos a la orilla de la playa cuando no está surfeando, raspándosela un poco sobre las toallas con la arena mientras la usaba en ellos? ¿Cruzarle las cara a sujetos parecidos a su padre que en los supermercados no podían dejar de verlo, adorándole con las miradas? ¿Sería un eterno ir a baños en la costa, aferrándose con dos manos a los parales de los privados mientras de rodillas un policía, un marine o un motorizado le tragaba o le ofrecía la retaguardia? ¿Sería eso suficiente? No lo sabe, pero como ex mormón escapado de Utah está dispuesto a probarlo por un rato, luego ya verá... 

ZWEITENS

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