BAJO MANO EXPERTA
Ha
luchado toda su vida contra el estigma de que por ser bueno peinando
mujeres, era raro. Era un macho, joder. Y aunque ya antes había
enfrentado el velado coqueteo de tíos que creían podían sacarle
una chupada rápida, no estaba preparado para esto. Este tipo se
pasaba... Tan bello y descarado, ¡y tan bien dotado! Esa oferta
abierta a probar, aún con su mujer allí, le afectaba casi tanto
como la vista de la tranca. Y esas miradas y sonrisas torcida de
“vamos, no te resistas, sabes que quieres tocarla, saborearla,
montarla”. ¿Qué podía hacer? No era raro, no lo creía aunque
todos los supusieran, pero sobre ella, clavándosela a fondo, el
mundo de sus prejuicios e ideas preconcebidas pareció estallar. Por
otro lado, ¿a quién coño debía darle explicaciones sobre su vida
y conducta?, si no lo hacía ese tipo a quien su mujer pillara y no
la siguiera para aclararle nada, ¿por qué debía hacerlo él? Casi
echado sobre su silla, teniendo el agujero bien trabajado, se
recrimina el no haberlo probado antes. Lo que viene a ser una
constante de la vida, rechazar algo por ignorar cuánto le iba a
gustar. En este caso cuando entraba y salía, refregándole y dándole
justo, una y otra vez, sobre el inflamado punto M de marica.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario