Otros
dos y...
El
patrón no sabía el daño que le hizo a su muchacho cuando le ordenó
a los vaqueros del rancho que lo vigilaran y controlaran, ya que no
le gustaba trabajar pero sí que era parrandero y mujeriego. Este,
aunque no quiso creerlo o aceptarlo, ni impedirlo a pesar de que
gritó, amenazó y luchó, se encontró con que si trasnochaba le
azotaban el culo, uno de ellos, bajándole el pantalón, frente a los
otros que le animaban; si llegaba ebrio o era sorprendido
emborrachándose la azotaina se la daban dos o tres, pasando de un
regazo a otro, dando una mamada bajo la amenaza de si no obedecía le
darían esa misma pela en la cantina del pueblo; y si salía con
chicas le azotaban cinco a seis, mientras debía usar una de las
pantaletas que hubiera dejado olvidada una de sus ex, antes de
atender a un ganador esa noche que le mostraría lo que sentían las
chicas cuando eran montadas y cabalgadas por un animoso garañón.
Dos veces intentó escapar y después de los azotes, debió atender a
varios de ellos, que de dos o tres, en la cama de su padre, le
enseñaban su lugar, allá, en medio de la nada, en la alejada
hacienda. No le fue mejor cuando logró que el Comisario acudiera a
su llamado y este, con sus tres ayudantes, y mientras tomaba caña y
tragaba barbacoa con los vaqueros, le esposó a un poste, sin
pantalones, siendo azotado y penetrado en aquella improvisada fiesta.
La esperanza era el regreso de su padre... quien se había tomado un
año sabático rumbo al Tíbet y no se le esperaba el resto del
año... estando a marzo.
Pero
algo debía estar asimilando, se dice confuso, desnudo en la cocina
preparando sus platos, cuando les oye comentar, después de noches de
pasión, que ya parecía toda una perra natural cuando los atendía...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario