Hay
gente así...
Que
van a una fiesta de cumpleaños y se llevan un regalo en lugar de
dejarlo. Uno de ellos era ese carajo, se dice el muchacho
mortificado, todavía preguntándose cómo le pasó. Dos copas de más
en su propio cumpleaños y el cuñado se sirvió de comer, caliente
como andaba por el embarazo de su hermana. No fue tan sólo que le
hizo tragar su semen, arruga la cara recordándolo, o que arara su
culo durante horas, gruñendo que era un “coño” tan bueno como
siempre imaginó, prometiéndole que dos o tres enculadas más ya no
querría ni pensar en mujeres, nada de eso era lo peor. Era esto. Esa
jaula. Su sello. La advertencia antes de irse:
-Pórtate
bien, ven cada vez que te llame, con tu coñito bien afeitado, y tal
vez un día te deje la llave y que nadie se entere. -le dijo,
agregando luego.- Aunque no prometo nada.
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