¿No
era la maldición en Las Siete Caras del Doctor Lao?
No
lo entiendo. Cuando era muchacho era alegremente pesimista,
divertidamente negativo. Todos reían con mis palabras de desaliento.
De hecho, en el liceo, me llamaban profeta del desastre. Si planeaba
un viaje para la playa con familiares primeros, amistades después,
estaba seguro de que el carro amanecería malo o cayendo un palo de
agua. Era tan extraño comprobar que todo salía bien. Si tenía que
cobrar un cheque, cuando eso estaba de moda, iba con cara de
sufrimiento sabiendo que encontraría a media Caracas ante la misma
taquilla del atestado banco, o que fallaría el sistema o que no
habría efectivo. Fijo. Ahora, con más años, que debería ser más
listo, me sorprendo esperando que las cosas sean distintas, que algo
cambie. ¡Qué mejoren, ¿no es insólito?! Después de unas
navidades horribles, de unos carnavales de porquería esperaba,
contra toda lógica, que la Semana Santa fuera mejor. ¿Por qué, en
nombre de Dios, esperaba algo así? Si alguna vez hubo un viacruci
fuera de Tierra Santa es aquí. Bueno, no tanto, otras naciones han
pasado cosas peores, por desastres naturales o guerras de variadas
raleas, aquí es por simple y llana estupidez. Y si, la estupidez es
peligrosísima, porque se pega como un mal olor de axilas y, como
este muchas veces no quiere salir con nada; desea quedarse y
atormentarte. Y mejor lo dejo así. Qué raro, llevamos dos días sin
que se vaya la luz.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario