Con
El Gran Hermano vigilando cada actuación, cada idea expresada aún
en la intimidad de la casa, escudriñando prácticamente cada
pensamiento, toda conducta que despierte suspicacias, como leer un
pasquín no complaciente con el Amado Líder, cualquier cosa ya te
hace proclive de sospecha. Y si eres un profesor universitario tu
peligrosidad, para ellos, se multiplica. Se te debe detener sin
miramientos, sin que te cobije algún derecho, siendo aislado y
sometido a los interrogatorios y las acciones vandálicas que
terminarán por quebrantar tu espíritu, rebajándote, degradándote,
haciéndote perder la noción de quién eres, qué pensabas, y que
abraces el dogma, que ocupes el espacio que se te adjudica. Con
tiempo, esbirros hábiles y adoctrinamiento terminarás
estremeciéndote bajo sus manos, gimiendo y respondiendo como quieren
cuando te digan que tu “vagina” se siente lista para más,
riéndose de ti, advirtiéndote que te filman y graban para que todos
sepan lo que eres. Chantajeándote. Pero para ese entonces ya no te
molesta, no sabes por qué pero te sientes una zorra traviesa,
caliente a cada hora, desatada e incapaz de controlarse. No
extrañandote el escucharte a ti mismo gritar que si, que quieres que
llenen tu concha, que deseas sentir sus jugos alimentandote, sus
trancas poseyéndote, su semen penetrándote... Eran métodos de
control comprobados
Esta
escena de la película SECUESTRO es, como toda ella, un clásico del
porno gay fetichista, muy caliente por varios motivos; por alguna
razón excita la idea del control, la del autoritarismo, los
uniformes oscuros, los calabozos, el tipo siendo sometido entre sus
captores. Hay un cierto tinte fascista que casi preocupa, aunque
divierte y entretiene.
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