UN DIA MIERCOLES DE CENIZAS
Una
vez leí, condenado el hombre que no cuenta al menos con una mujer
que llore su muerte...
De
todas las noticias de la semana pasada ninguna fue tan sorprendente
para mí como el suicidio del ex presidente peruano Alan García, el
17 de abril, Miércoles Santo; quien se pegara un tiro cuando se le
iban a detener por unas investigaciones sobre corrupción, por
supuestamente haber aceptado dinero de la tenebrosa compañía
Odebrecht, si, esa misma. ¡Y los necios cuidándose de Monsanto!,
cuando esta empresa verdaderamente diabólica estuvo a punto de
acabar con latinoamérica, gracias a ese foco de infección andante
que fue Lula Da Silva, para arriba y para abajo, contaminándolo todo
con su sola presencia. Bien, digo que me sorprendió porque el
suicidio, especialmente por estos motivos, de un político no es algo
común en estas regiones. En Estados Unidos, Italia, Japón, sí es
frecuente escuchar de alguien que se ahorca, pega un tiro o se arroja
por una ventana cuando se ve acosado por la ley por un lado, y la
vergüenza de verse descubierto o implicado por el otro. No es lo
habitual en estos destinos, el pillo grita que es una conspiración,
generalmente de la derecha, y jura que regresará al poder... para
robar más. El caso de Alan García fue doloroso porque le conocemos
de toda la vida, siempre luchando por el poder, intentando estar al
frente de su país, ¿y toda esa lucha para que terminara así, en
entredicho, desesperado y sintiendo que no tenía otra salida?
Doloroso. Dicen dejó una carta alegando inocencia, ser víctima de
una canallada, tal vez. Inquietante que en el Perú los presidentes
salen a escapar en seguida. Sean culpables o no, hay que tener
cuidado en a quién se elige. ¡Miren lo que pasa en Venezuela!
Además, no queda bien que parezca que cada persona elegida resulta
ser un pillo, ¿dónde queda el criterio ciudadano? La verdad es que
fue lamentable, como lo será cuando Alberto Fujimori muera en la
cárcel si todo sigue como va. Está bien, quiso quedarse cuando no
tocaba, y eso es peligroso, pero carajo, acabó con la guerrilla, una
que todavía amarga la vida de los colombianos. Eso debió valer
algo.
Dos
días más tarde, por aquí, celebramos nuestro 19 de abril. Un día
como ese, pero en 1810, desconociendo el dominio español en
Venezuela, los mantuanos criollos comenzaban a dar pasos públicos
para separarnos de la corona, con el famoso cabildo donde el
comendador Emparan decía algo que en estos momentos suena a anatema,
y quien lo proponga va preso, cuando respondiendo a una negativa
popular expresó que si no le querían, él tampoco quería el mando.
Dime tú, escuchando esto la cúpula fascista socialista en Caracas
debe reírse como Lula Da Silva en su celda cuando escuchó lo de
Alan García. Por cierto, para los habladores de paja, qué broma le
hecho la iglesia, en la persona del padre Madariaga, a Emparan,
¿verdad? En fin, este 19 de abril, que nadie recordó, cayó
nuevamente en Semana Santa, como aquella histórica jornada, y si en
ese momento todo estaba convulso... pues, ahora también. Los malos
gobiernos tienen esa capacidad, generar malestar. Estos fueron unos
días santos infames. Los que aprovechan para quedarse en sus casas y
descansar se encontraron que había que caminar más para encontrar
mucho menos alimentos, dado la terrible hiperinflación que se maneja
en el orden de los millones por ciento, por demente que parezca,
sumado a los apagones, justo en los días de más calor, con el humo
producto de los incendios forestales que no pueden ni ser medio
combatidos porque no hay bomberos con camiones, agua, helicópteros,
ni siquiera botas. Los que viajaron fue a pasarla mal, era bañarse
en ríos o playa y nada más, ¿quién puede gastar en una caja de
cerveza, comprar carne para parrilla o pescado para el ayuno de
carne? Las procesiones, la gente que va a su templo, se vieron
amargadas al tener que salir de día por culpa de los apagones y la
falta de transporte público, con las velas a precio de oro y el sol
achicharrando hasta la fe. Todo un viacruci.
Noticia,
también del 19 de abril, que me hizo reír fue enterarme que por
movilizaciones de fans, redes y televisoras (todo parte de una
iniciativa española), existe y se celebra un Día Internacional de
Los Simpson, desde el 2017; y si hay una familia que lo merece es
esta, una que nos ha divertido, a veces más, otras menos, durante
tres décadas ya, con esa sátira bien concebida al modo de vida
norteamericano, la familia y la sociedad en general.
Hace
años, en el trabajo, comentándolo, decía que los Simpson era gente
como uno, a lo que una jefa respondió que como yo, si, que era
evidente, pero no como todos. Esa nota me alegró. La fecha se toma
porque hace tres décadas, un 19 de abril, se transmitió el primer
episodio, ¿imaginaría esa gente que resultaría semejante fenómeno
cultural? Aqui, en venezuela, fue VENEVISIÓN la primera en
transmitirlos, y la campaña desde días antes fue intensa, en la
radio buscaba yo una canción de “el señor Bart Simpson”, algo
gracioso que cantaba este en el episodio del restaurante japonés,
con Lisa, cuando Homero creía que iba a morir. Se conmemoró con
maratones del programa, y la verdad es que aunque hemos vistos sus
mejores episodios mil veces, o que los últimos ya no sorprenden
tanto (¡son treinta años!), siempre es grato sentarse, encender el
televisor y encontrarse con ellos. Especialmente ahora que tantas
buenas series han llegado, o van a llegar, a su final.
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