PIRMAS
Que
todo sea para bien...
No
era por maldad o abuso que el enorme y musculoso sujeto terminó
contra el suelo en los baños de la fábrica donde, dentro de poco,
lo encontraran los compañeros de trabajo, el pie aplastándole,
aquellos dedos jugando con su trasero. De vez en cuando había que
recordarle a una perra que estaba bajo el pie de su macho. A veces lo
olvidaba, como cuando le suplicó que no le obligara a mamarlo allí
o le verían, aunque lo deseaba más que nada en el mundo, siendo
retenido así, su hombre riendo diciéndole que era hora de que todos
le supieran el sucio marica que era, al tiempo que azotaba con dos
dedos su entrada, probándole los reflejos, sabiendo que su culo se
abría y cerraba emocionado, que su respiración se espesaba y
comenzaba a jadear y gemir suavemente, que los labios de su culo se
separaban golosos. Ya estaba listo para ser tomado, se notaba; y
aunque lo ignora, eso contemplan, sorprendidos y hasta escandalizado,
sus fascinados compañeros de trabajo.
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