Ven,
perra, sabes que quieres...
...
El
joven se estremece, pálido, temblando. Aspen, sonriendo, le mira,
mientras le acaricia, casi amorosamente, una mejilla con la gruesa y
dura verga que le quema la piel.
-Vamos,
respóndele, parece que te conoce. -le indica, retándole a
esconderse. Y Shawn traga saliva.
-Eh...
sí, Morán, yo...
-¡Maricón!
-es la tajante respuesta, una que le hiela el corazón.
Por
Dios, Lester Morán le conocía de su ciudad, de su círculo de
trabajo y amistades, debía verle en la oficina a cada hora y
ahora... Oye una puerta que se abre y cierra. Se había ido.
Sabiéndole allí, habiéndole escuchado rogar al otro para que le
dejara mamarle la verga. Arde con un color rojo ladrillo.
-Tranquilo,
marica, no tienes que esconderte de nada ni de nadie, muéstrate como
la orgullosa puta que eres. -le indica el otro, meciéndose hacia
adelante, aplastándole las dos bolas contras los labios,
refregándole la cara posterior de la impresionante pieza de la nariz
y entre los ojos, llenando su campo visual, también el olfativo,
quemándole...
Y,
de alguna manera, todo pierde seriedad y gravedad en la mente de
Shawn. Todo lo ocurrido le alarma, le angustia, siente miedo de que
su vida pueda hacerse pedazos, pero en ese momento la pulsante y
viril pieza de aquel muchacho era todo en lo que podía pensar, y
sacando la lengua lame entre esas bolas, no sabe de dónde le sale la
inspiración (dos o tres veces había comido de la vagina de Martha,
pero a esta, aquello le parecía algo “sucio” y nunca estaba
cómoda). Ahora agita la lengua, sobre la joven y ardiente piel de
ese saco, antes de alzar muy lentamente el rostro, la lengua
agitándose como brocha de pintor, arriba y abajo sobre esa tranca
impresionante. El chico, manos en las cinturas, le mira y ríe con
sorna.
-Eres
realmente una puta, con tal de que haya una verga presente no te
angustia nada más, ¿eh? Bien, eso me gusta. Sabía que serías de
ese tipo de marica, de los que enloquece totalmente a la vista de una
buena tranca masculina. Vamos, abre la boca. -ordena más seco.
Temblando
de lujuria total, Shawn obedece, esa barra se aparta de su rostro, y
extraña el peso, la presión, el calor, el olor, pero a la vista del
goteante glande al alcance de sus labios todo lo olvida... justo como
ese tipo decía.
Casi
ronronea cuando acerca el rostro y posa los labios sobre el liso
nabo, cubriéndolo de besitos que le salen darle, como adorándole,
recorriendolo con la lengua, sintiéndose feliz al oírle respirar
pesado, tensarse. ¡Estaba dándole placer a Aspen!, la idea era tan
embriagadora como ese aroma almizclado, como esas gotas que ahora
saboreaba ávidamente sobre su lengua y que bebía sin ningún tipo
de reparos.
-Vamos,
perra, chúpamela, sácame la leche, quiero verte la boca llena con
ella, y créeme, será bastante. Y quiero que la tragues. Quiero
verte la cara brillante de gusto y autodescubrimiento cuando la
pruebes, cuando llene tu estómago y te caliente aún más por
dentro. Los maricas como tú se vuelven ávidos esclavos de su sabor
una vez que lo paladean. No quieren probar nada más. -parece
advertirle, con burla, provocando risitas roncas afuera.
Tembloroso,
Shawn entiende que esos tipos también están calientes, imaginándole
de rodillas frente a un macho grande y bello que estaba a punto de
hacerle tragar su verga y...
La
idea le hace ronronear con ansiedad, apenas conteniéndose, cuando
separa más labios y mandíbulas, cubriendo el ardiente tizón que es
ese glande, el cual roza de sus labios y lengua, también de los
dientes...
-Cuidado,
perra. -le advierte y hay nuevas risas del otro lado de las paredes
del privado.
Y
eso no debería resultar tan excitante, ¿verdad? Ni el estar de
rodillas en un baño, junto a un inodoro, con la boca abierta
mientras va cubriendo lentamente, reptando con los labios, ese tolete
cilíndrico casi triangular de los grueso que es, que al pegar
totalmente de su lengua le vuela los tapones. Dios, se siente tan
bien... ronronea nuevamente, ruidoso, tomándolo más y más,
ahuecando las mejillas, pegandolas de ella.
-Eso
es, apriétala así, una buena perra sabe cómo frotar una verga con
su boca, con su lengua amante de semen. -le indica el joven, con el
tono que usa usualmente en esos instantes, recapitula mientras ve la
castaña cabellera brillante a sus pies al tiempo que esos labios
proyectados van tragándose lentamente su pieza.
Les
gusta decirles perras sucias mientras lo lamen o chupan porque ha
notado que eso les excita de alguna manera, también a él, admite
con una sonrisa tipo mueca mientras siente esos labios tibios y
suaves reptando sobre su barra, esa lengua quemándole por debajo,
agitada de lado a lado, una mamada sin experiencia pero con ganas,
mientras chupa y chupa. ¡Ese tío quería sus jugos!, y la idea le
hace sonreír como un niño. Le gustaba cuando ardían de ganas,
cuando los obligaba, prácticamente llevandoles a ese estado, a
pedirle, a rogarle que los follara, que penetrara “sus coños”, y
obligarles a darles la espalda, a inclinarse hacia adelante,
separando nalgas rojizas de vergüenza y excitación, aún las
canelas de los chicos asiáticos o latinos, o las más oscuras de uno
o dos negros a los que también ha enculado hasta cambiarles la vida
a fuerza de embestidas. Hombres que eran unos antes y otros después
de cruzarse en sus vidas.
Esos
labios, las comisuras muy exigidas, se deslizan sobre la nervuda
barra, que quema contra ellos, pero ya no puede más. Shawn se siente
ahogado.
-Vamos,
toma más, puta inutil. -le gruñe Aspen y eso le espolea, le
estimula, e intenta tomar más y más, con la frente arrugada y el
ceño fruncido. Una idea dominándole, quiere tomarla toda para que
el chico sea feliz. Pero no puede.- Joder, necesitas prácticas.
Tranquilo, maricón, conmigo, este fin de semana, te vuelves un
experto. -le promete mirándole, dominate, sonreído y engreído. Tan
maravilloso, piensa mareado y confuso de pasión, el otro.
El
chico le atrapa nuevamente la nuca y retira su barra, indicándole
que apriete con los labios, luego se le mete, un poquito más,
sacándola otra vez, sonriendo al ver su propia tranca toda brillante
de saliva aparecer y desaparecer. Indicaciones tras indicaciones le
toma el rostro entre sus enormes manos y le coge la boca,
metiéndosela cada vez un poquito más, y sacándola, sintiéndola
lamida y apretada, chupada por esos labios, mejilla y lengua que de
manera natural parecían saber qué hacer para aprisionarle y
refregarle, estimulándole cada centímetro cuadrado de verga. La
mete y la saca meciendo sus caderas, llamándole perra, que sabía
que lo era. Los gruesos dedos blancos rojizos clavados en la cálida
piel del chico, quien se ahoga, respira afanado y traga como puede
mientras una sola idea le domina: chupar y cubrir más. Porque,
mierda, esos jugos (sabe que son líquidos preeyaculares), sabían
realmente deliciosos. Era, se siente extrañado y sorprendido, algo
de lo mejor que había probado nunca. Con razón a tantas amigas (no
a su prometida, claro), les gustaba chupar pollas.
Ronronea
entregado, rojo de cara, la saliva escapando de sus labios mientras
va y viene para encontrar con su boca ese güevo joven, tieso y
palpitante. Sentirlo deslizarse sobre su lengua, que pega y chasquea
de él, dejándola cubierta de néctar, era una delicia, como saber
que estaba en un baño casi público mamándole el tolete a ese
carajo mientras afuera estaban escuchándole. Porque sorbía
ruidosamente, chupaba con ganas y tragaba con hambre. Se pierde en
las sensaciones, no sabe cuántas veces la mano que ahora atrapa su
cabello en un puño de nuevo, le lleva y trae sobre la barra que
brilla más y más, de la cual chorrea la saliva espesa; o cuantas
veces es apartado de ella para que su cara sea azotada por la
maravillosa pieza, paff, paff, paff, golpeándole, mojándosela más.
De una manera que le hacía delirar, que le provocaba que su propio
tolete goteará a mares, y que su culo... No, esa parte no, todavía
no quiere pensar en ello.
Aspen,
riendo, mirándole desde arriba, agita su tolete de un lado a otro,
soltándole el cabello, disfrutando de ver cómo la sigue
desesperado, intentando atraparla. Y se la clava en la boca al
gruñido de “traga, chupavergas”.
-De
pie, perra. -el joven ruge, rojo de cara, respiración pesada,
atrapándole el cabello y halando de él de tal manera que le hace
gritar. De dolor y protesta porque... mierda, ¡no quería dejar de
mamar ese güevo! Se miran, uno alto y altivo, el otro más bajito,
rojo de cara, labios muy mojados e hinchados, la barbilla goteante.-
Quiero tu coño caliente.
-¡Joder,
lo va a coger! -estalla en risas alguien afuera, y otras voces (Shawn
no sabe cuántas), corean y ríen.
Este
duda por un segundo, confuso, paralizado entre la lujuria extraña
(por mamar, claro), y el miedo a que aquella pienza no sólo
destruyera su virilidad, su hombría, sino también su culo.
-¡Pero
es muy grande! -gimotea y eso provoca nuevas risas de burla.
-¡Sé
una putita grande, bebé! -canturrea una voz y es coreada por
carcajadas.
-Tiene
razón, tienes que ser una niña grande. -le dice Aspen, sonriéndole,
tomándole la mojada barbilla con una mano y acariciándole, gesto
que le provoca temblores casi... ¿románticos?, Shawn no lo sabe.-
Vamos, quiero ver tu cereza...
Respirando
afanosamente, este aún duda, lo que el chico esperaba como reacción
normal, también como punto de partida para divertirse todavía más.
-¡Muéstrame
ese culo, carajo! -le ruge atrapándole por un hombro desnudo,
obligándole a volverse, medio empujándole para que baje el torso y
proyecte el trasero hacia atrás. Con la otra mano aferra el borde de
ese bañador a medio muslo, tomándose su tiempo para que el otro
supiera lo que hacía, sintiera su mano y esperara la bajada, con
ansiedad y temor. Baja la pieza, con todo y boxer, exponiendo unas
bonitas nalgas muy blancas de finos pelos amarillentos, una raja
levemente peluda y un culito cerrado, tembloroso, no sabría decirse
en ese punto si de temor por el brutal asalto que sufrirá, o por
deseo. Tal vez una combinación de ambas.- Bonita cereza... -le dice
con una sonrisa y un tono sarcástico.- Casi me da lástima
destruirla...
-¿Qué...?
Oye... -Shawn, temblando, intenta mirarle sobre un hombro, con la
manota del tipo apoyada entre sus omoplatos ahora, reteniendo en su
posición.
-No
voy a escondértelo, te va a doler un poco. Después de todo voy a
convertírtelo en un coño, carajo. Lo que estaba destinado a ser
desde que tenías once años, cuando debiste darte cuenta del sexo.
-le aclara tan pancho. Y atrapándose el tolete por la base, azota
duro su trasero firme.- Molestará al principio, ¿luego...? -ríe
ronco.- Te encantará. Joder, es toda una belleza; este será un coño
destinado a enloquecer a los hombres. -le informa, medio ladeando el
rostro y alzando la voz para que escuchen afuera, donde ríen.
-¡Quiero
verlo! -estalla uno y Aspen se ríe, mientras Shawn abre mucho la
boca, avergonzado, la verga chorreándole los líquidos
preeyaculares, aunque su tranca iba encogiéndose de miedo.
-Aspen...
-jadea.
-Oye,
¿dije que podías usar mi nombre? -le frena en seco, empujándole
más con la mano en sus omóplatos, dominante, tomándose la tranca
con la otra mano y paff, paff, paff, azotándole duro las nalgas con
ella.
Esos
azotes fuertes, ruidosos, eran... estimulantes. La piel le pica y
arde. Y cuando el chico le soba con la tranca, acariciándole,
recorriéndole cada glúteo con esa barra caliente y pulsante, Shawn
siente emociones encontradas, y jadea, avergonzado cuando Aspen ríe:
su culo titiló. Lo que parece ser lo que el otro esperaba para
alejar la barra y apoyar la húmeda cabecita roja y lisa de su peluda
entrada, frotándola, empujando sin entrar.
-¡Es
muy grande! -gime de nuevo.
-¡Te
vas a gustar, puto! -ríe alguien afuera. Aspen le sonríe.
-Es
cierto, pequeño hombrecito. Después de un rato te va a gustar tanto
que no vas a querer que te la saque nunca. -le asegura mientras frota
y frota, dejando una capa espesa de brillante saliva y jugos
preeyaculares en los castaños pelos del ano. Y empuja más.- Respira
profundo y relájate. -le indica y Shawn contiene la respiración, y
le parece que afuera todos los hacen también.
Todos
imaginándose la escena, todos fantaseando que se lo van a meter...
¿o uno que otro soñando con la verga de Aspen? Esas preguntas le
dan vueltas en la cabeza, mareándole. Estimulándole de cierta
manera extraña, muy consciente de la palma grande sobre su espalda,
reteniéndole, el cuerpo que arde a centímetros de él, de ese olor
a macho cabrío, el roce sutil pero firme de esa verga que ansiaba
metérsele, entrar toda y robarle su virginidad, su inocencia. Así
lo piensa y tiene que oprimir los labios para no gemir de una manera
que ni él mismo entiende.
-Ahhh...
-se le escapa cuando la pieza se afinca más, penetrándole. Lo
siente, como los labios de su culo van separándose, metiéndoseles
junto a la punta de aquella vaina, los pliegues resistiéndose.- Es
muy... grueso.
-Lo
sé, lo sé, así les gusta, tranquilo. -gruñe juguetón el otro,
con una mueca, mirando su glande ir penetrando ese plaza cerrada a
cal y canto, la muralla de la masculinidad de ese tipo. Y se siente
excitado y poderoso, no sólo porque iba a romper ese virgo. Ese
carajo, por las razones que fuera había mantenido su doncellez hasta
ese instante de su vida, ahora él iba a tomarla, en un baño, con
gente escuchando cuando lo desvirgara. Sino porque iba a
transformarle la vida. De eso no le quedaba la menor duda. Empuja...
-No,
no, espera... -Shawn tiene la cara muy contraída; joder, mientras
más empujaba Aspen (ese nombre le parece cantarino), más dolor
siente. Y siente y siente mientras este sigue metiéndosela, sin
detenerse.- Espera...
-Relájate,
coño, ¿cómo esperas que te haga gozar si lloriqueas tanto? -le
ruge, apretando los dientes, ¡que cerrado estaba! Casi parece
maravillado, si, era realmente virgen, bien virgen.- ¡Ahhh...!
-sonríe cuando le mete todo el nabo, verlo desaparecer en ese
orificio le llena de un placer más allá de lo sexual. Claro que
Shawn grita entre dientes y tiene la cara muy contraída.- Relájate,
bebé, lo peor... ya casi pasó. Nacer duele.
Y
se la va metiendo; centímetro a centímetro esa venosa, larga y
gruesa barra ensalivada va desapareciendo dentro del pequeño anillo
anal del otro, metiéndole los pliegues y los pelos, mientras este
chilla de forma jadeante. La nota entrar, recorrerle las entrañas de
manera intensa, frotándole. Siente que le abre y llena,
virtualmente, y que quema. Pero es el dolor en su ano lo que domina
todo. Siente que ese carajo lo partió en dos.
-¿Lo
ves?, pudiste. -le oye ronronear, casi sobre una oreja, teniéndole
muy cerca. Y lo siente, si, la pelvis del chico contra sus nalgas,
aplastandole. Toda su larga y gruesa verga tiesa clavada en sus
entrañas. Y lucha contra ella, no sabe porque, pero siente un
revuelo, y le oye gemir, eso le producía placer a Aspen. Bueno, y
ahora que estaba quieto, totalmente sudado eso si, ese calor no se
sentía tan mal.
-¡Ahhh!
-gruñe cuando la pieza se retira, y vuelve, lentamente. Una y otra
vez. Suave. Saliendo cada vez más, Aspen mirándola retirarse,
halándole pelos y pliegues que se pegan a su barra gorda, y vuelve a
metérsela, le encanta ver su pubis rapado pegando de aquellas nalgas
que alojan toda su verga, sólo un centímetro visible por las
circunferencia de ese trasero.
La
retira y la mete, una y otra vez, y el dolor que Shawn sintiera, tan
intenso que casi le hizo llorar los ojos, era ahora más caliente,
intenso y... Parpadea, ya no lo siente. Ese roce en sus entrañas,
ese ir y venir... era extraño. No lo entiende, pero ya no se queja,
no grita. Cuando las manotas del chico atrapan su cintura, este
enterrándosela toda, casi susurrándole en un oído, se estremece
por razones totalmente distintas.
-¿Lo
sientes, verdad? Como cambia, como cambias... como te gusta tener una
verga dura y pelada en tus entrañas, abriendo tu dulce, apretado y
húmedo coño. -se lo dice y algunas luces parecen estallar frente a
los ojos de Shawn, quien descubre que nuevamente está erecto, y
mucho, goteando otra vez.- Tu coño ama tener una verga llenándolo.
-le dice con sorna y cantadito casi a un oído, bañándole de
aliento, arropándole con su cuerpo, y ríe cuando él parece sufrir
un espasmo, su culo amasando la verga.- ¿O no? Dime, ¿no amas tener
tu coño lleno con mi verga? -le pregunta, más alto, para que todos
escuchen y rían, lo sabe, los oye, no burlándose, sino excitados, y
sabe que, mientras sigue empujando como para metersela más,
provocándole nuevos temblores y espasmos anales, el chico espera una
respuesta.
-Si,
amo tener mi coño lleno con tu verga. -casi lloriquea mirándole
como puede sobre un hombro, temblando cuando la mejilla de este roza,
caliente, de la suya, sintiéndose... aliviado, liberado. Excitado al
admitirlo. La risa de este le estremece de felicidad.
-Entonces
prepárate a ser follada hasta que termines siendo la puta mas
viciosa de California...
CONTINÚA ... 6
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