Mientras
oye la voz del video, masculina y joven, chillando que si, que es un
puto, que se la meta duro, se acerca, extrañado y asombrado, a la
habitación del carajo con quien comparte ese piso en ese edificio
para divorciados, pillándole en el acto. ¿Sería una conversación
difícil?, un poco, pero los hombres quieren lo que quieren y si
incluye la polla más rápido. ¿Miraba aquello por curiosidad? ¿Tan
sólo quería saber porque vio un video por accidente y quedó picado
como tantos? Bien, que probara con lo real, ¿no? Que con los labios
tocara la punta de la verga, que la tragara. Si, se sentía bien, y
daba curiosidad, pero, okay, chupar un poco tal vez no era tan bueno,
aunque no sabía mal. Especialmente si con cada subida y bajada que
daba con la boca pareciera que le aflojara más la masculinidad al
otro. Una que pronto tuvo que tomar, la del gran gerente de empresas
que mantenía prácticamente ese piso aunque los gastos se supone que
iban a ser compartidos como no se cansaba de recordarle. Ahora no
sólo lo tiene en sus manos, o en la punta de su tranca mientras ara
con rabia la cerecita ya tomada, ya no podrá reclamarle eso de
nuevo; sino que viéndole la cara contraída, oyéndole gemir que no
se detenga, que le destroce el culo a fuerza de embestida, sabe que
ahora tiene una perra bajo su techo listo a satisfacerle cuando lo
deseara. Y se pregunta si ese carajo aún se consideraría un macho
del todo, mientras chillaba peor que una hembra por una follada ruda.
No lo sabe, ni le importa, siempre que pueda clavarsela cuando le
urja.
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