Que
tienen su encanto, ¿quién lo duda?
Hace
años, cuando en Venezuela se parrandeaba sabroso, cada quien
gastando en lo que quería sus reales (amo el capitalismo), fui a un
concurso de camisetas mojadas con unos amigos. Dios, y qué vacilón.
El ambiente, la fiesta, los gritos, las bailaditas en las sillas,
¡las cervezas frías!, las parrillas y pasapalos, y por supuesto
esas muchachonas con traseros tan enormes como sus senos, que
resistían bien la prueba de los bailes y saltos. Recuerdo
especialmente uno donde habían unos mujerones increíbles, y mirando
de esas chicas a las amigas que nos acompañaban, estas se molestaron
por la comparación, mitad en broma, mitad en serio.
Fuera
del espectáculo de chicas en vivo bailando, del que en verdad no soy
tan fanático, si disfruto del fetichismo de la ropa interior, o las
prendas para exhibirse, pequeñas. Bikinis, tangas y eso. Afición
que me viene desde chico cuando miré mi primera revista de fotos
picantes. Más tarde seguí admirándolas sin importar tanto quien
las usara, hombre o mujer. Si, es divertido ver un video de sujetos
quitándose las ropas, todo forrados de músculos con esas vainitas
apenas cubriendo y todo eso, pero ver a un tipo ya desnudo, quedando
en bolas, de verdad, no me parece atractivo. Creo que, en desnudos
completos, las mujeres se ven mejores. Y en vivo me gusta menos.
Puedo ir a un camisetas mojadas, incluso a un calzoncillo mojados
(fui a uno por puro accidente y me sentía algo mortificado y
escandalizado; aunque reí como loco, no es lo mío), y disfrutarlo,
pero hasta allí. Nada de primeros planos en bolas. En shows en vivo
me siento como cuando voy al teatro, una forma de arte que no
disfruto... cómo leer poesía, por ejemplo. Escucharla es un poco
mejor.
Prefiero
verlos en una pantalla, si es un video explícito o en programas del
pasado, como en Sábado Sensacional, por VENEVISION, donde ponían a
una chica tetona y a un muchacho mazacotudo a pelear en una tina
llena de agua espumosa por ver quién recogía más jabones,
vistiendo prenditas realmente calientes, o el programa de RCTV,
Aprieta y Gana, del que ahora la gente no quiere acordarse por culpa
del conductor que en ese momento era muy querido por el pueblo de
venezuela, Winston Vallenilla. Ya no.
No
tengo nada contra los sujetos que viven de eso, como no tengo motivos
de quejas contra aquellos que aparecen en cintas porno, de las cuales
me quejo menos. No veo nada malo en que un sujeto se gane la vida
así. Si Dios les dio la fachada a San Pedro sólo le queda
bendecirlos. Cada quien tiene sus habilidades, y dones. Hay que tener
cierto tipo de carácter para desnudarse frente a otras personas, hay
que reconocerlo, más como “profesión”, especialmente vistiendo
o ejecutando alguna fantasía. Y su trabajo se dan para estar en
forma, lo que ya de por sí no es fácil. Ni tan grato (hablo de la
gente normal que mira con paciencia de santo el tener que trotar, no
los que disfrutan de estar en un gimnasio, que esos también los hay,
Dios sabe cómo pueden o qué placer encuentran).
Viendo
este video, me sonreí. Primero porque el espectáculo alegra la
vista, indudablemente, qué cuerpos, ¿eh? Y esas prenditas. Joder,
me encantan (uno puede “ver” a un adolescente calenturiento
colándose en un vestuario y robando una). Pero también porque no
podía dejar de pensar cosas. ¿Se imaginan ir de incógnitos a un
evento así, como en esa discoteca mexicana, donde haya alguna
celebración por algún motivo y se estén subiendo videos, que los
publiquen y aparezca uno, todo sonreído, aplaudiendo, los ojos
saliéndosele de las órbita, clavados en algún trasero, y tal vez
un poco saliviso? Y que luego venga alguien y te pregunte “¿y tú
no y que ibas para un retiro?”. Supongan que mientras más aplaude
uno a un tipo que viene de espalda meneando un buen trasero se vuelve
todo sonreído y resulta que es un compañero de trabajo, un tipo
todo serio, o el novio de una amiga de toda la vida?
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