Culpo
al que le preguntó por su salud...
Dicen
que cuando uno no tiene nada bueno que decir, o inteligente, lo mejor
es quedarse callado... pero no podemos llegar a tanto. Porque el
punto es qué consideran los demás que “es demasiado”. Hace no
mucho, esa gloria de la música romántica latinoamericana en
general, mexicana en particular, don Vicente Fernández, se metió en
un vaporón por abrir la boca (dijo tan poco y alteró tanto, qué
talento). Cuando en Facebook vi una foto suya, con un comentario
malencarado, me pregunté ¿qué barbaridad habrá cometido? La gente
de cierta edad, famosa, después de un tiempo como que sólo sale
reseñada por algo malo, o por graves problemas de salud. Se podría
decir que fue mitad y mitad. ¿Confirmando la regla? Eso deprime.
En
un programa de televisión sobre el espectáculo, preguntado sobre su
salud, el cantante dijo que atravesaba problemas, que necesitaba un
trasplante de hígado pero no quería hacérselo, no quería un
órgano de nadie más. Y si tan sólo hubiera sido eso, no habría
levantado tanto polvo, pero lo que sostuvo fue: “Me querían poner
un hígado de otro cabrón y les dije: 'Yo no me voy a dormir con mi
mujer con el hígado de otro güey’. No sé si era homosexual o
drogadicto”. Y uno ya imagina el silencio que se hizo, las miradas
puyudas de los presentadores, entre ellos, y las redes sociales
ardiendo en justiciera condena.
Dicen
que ha recibido críticas de medio mundo por sus “polémicas
declaraciones”. En Facebook había quienes opinaban “de la que se
salvó ese hígado”, otros agregaban que si eso quería, que se
muriera pues. Pero, en este caso, me parece que se exagera mucho y me
pongo de lado del cantante. No en su miedo irracional y algo
pueblerino hacia un transplante (que es lo que en verdad se nota en
sus declaraciones, así como el miedo a que algo de la personalidad
del donante se le pase); repito, pura ramplonería de un mundo donde
la gente cree en mitos, pero también habla de una persona que no se
limita a la hora de expresar sus convicciones de toda una vida. No es
un muchacho, es un hombre hecho y derecho en un país machista que ha
vivido toda su vida siendo quien es, consolidando y madurando su
personalidad. Escuchando toda su vida, seguramente, que los hombres
son hombres y se comportan de cierta manera. Fue el mundo donde
creció y es lo que cree. No de buena ni mala fe, es lo que es, la
suma de sus años y sus experiencias, notándose que sí, que dice lo
que siente. Alguien con más malicia o con ganas de dar siempre la
cara que toca a las galerías, habría dicho algo diferente o se
queda callado. Él no, porque seguramente no pensaba estar haciendo
nada malo. La gente de cierta edad tiene sus valores y creencias, y
aunque guarde silencio a veces para no ofender, siguen pensando lo
que creen. O, como en este caso, lo dice.
Hay
que señalar, porque toca, que a esa otra gloria mexicana, uno de los
artistas más universales de un país que ha dado tantos, Juan
Gabriel, también le tocó encarar el México y su tiempo cuando lo
vivía. ¿U olvidamos cómo los mariachis lograron que, legalmente,
se le prohibiera a Juanga que se vistiera como tal, sintiéndose
picados cada vez que le veían con el traje?
Siempre
recuerdo cuando Brokeback Mountain, la película protagonizada por
Heath Ledger y Jake Gyllenhaal era un éxito de crítica y asistencia
a los cines, llegando a ser nominada a Mejor Película para los
Oscar, Tony Curtis, uno de los jueces, dijo que su voto no lo
tendría; admitiendo que no había visto la película de los vaqueros
maricones pero que ya la había juzgado y condenado según sus
valores. La falta de criterio es de quien pone a gente así a elegir
independientemente de todo prejuicio, pero ese es otro asunto. La
gente es lo que la gente es, especialmente llegada a cierta edad,
momento cuando hasta las ideas se endurecen como arterias, y eso que
Tony Curtis protagonizó varias décadas atrás una de las escenas
más gay del cine norteamericano de todos los tiempos, en Spartacus,
en una época cuando no era tan frecuente, por lo tanto siendo tan
llamativa. Seguramente la edad no le dejaba recordarlo en esos
momentos.
¿Prejuicio?,
claro; se es quien se es, aunque con este tema también hay otro
ingrediente, miedo a no parecer lo suficientemente machos. Cuando se
habla sobre homosexualidad, muchos parecieran temer no sólo mostrar
su parecer porque al hacerlo no vaya y confunda a los demás y le
crean “raro”; que se les considere, aunque sea por un segundo,
gay. O que algo se les pegue por imitación. Hay quienes de verdad lo
temen, y les irrita por ejemplo que un hijo les diga “papi”
porque no es algo que diría un varoncito (si, todavía ocurre). Así
de simple.
Hace
años, cuando en Venezuela comenzaba la pesadilla del socialismo, el
difunto Hugo Chávez Frías se la pasaba hablando y aburriendo a
todos contando maravillas de un libro que le encantaba, cuyo título
citaba a cada hora, El Oráculo del Guerrero; hasta que alguien le
dijo que el autor era homosexual (Lucas Estrella) y todo parece que
le comenzó a sonarle extraño, como aquello de “...Báñame
la cara con su aliento perfumado, enreda tu crin en mi cabello,
déjame cabalgarte, bestia adorada, y ensártame de un solo golpe…”,
descartándolo de sus citas y
viéndose
en el apuro de cambiar de tema cada vez que le preguntaban de ahí en
adelante. Para muchos este es un miedo visceral, del cual,
defenderse, puede enredarle en pantanos que una persona pública, que
habla y habla por los medios de comunicación, evita. No vaya y sea
que se hunda en alquitrán como otro dinosaurio cualquiera. Pero
tampoco deseando que se le asocie con la idea.
Vicente
Fernández no es una mala persona, es una gloria de la música,
condenarle porque tiene su edad y piensa lo que piensa, peor, que lo
dice como si uno tuviera derecho a expresar lo que siente suena a intransigencia. Y de las absurdas, así le guste a
unos, le moleste a otros. ¿Pide este señor que apaleen
homosexuales, que los expulsen de la sociedad, que se les encierre?
No, y eso si es activismo en contra. Seguramente sus hijos y sus
nietos miran el mundo de manera distinta, no temen a un trasplante,
saben que no hay riesgos de adquirir personalidad a través de ellos,
viéndolo como un procedimiento médico normal, y no reprueban a los
gay (algo que ignoro, claro), porque a ellos les tocó vivir otro
momento.
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