DEJANDOSE LLEVAR
Si, lo necesitan...
Sobresaltados,
ya venían asustados, los dos chicos se abrazan ante la aparición
del hombre treintón, de rostro velludo, bigote, barba y cabellera
roja, alto (ellos les llegarían a los pectorales), de anchos
hombros, recios brazos bajo una camisa de cuadros, y que llenaba de
maner obscena un ajustado jean negro donde parece dibujarse un enorme
paquete colocado a la derecha de la pelvis, algo que los dos jóvenes
citadinos no pueden dejar de notar. Ni apartar las miradas.
-¿Se
perdieron, chicos? -el vozarrón de este, mirándoles divertido, los
ojos clavados en sus jóvenes traseros, les hace reír nerviosos otra
vez.
-Si,
señor... -comenta uno, todo sonreído y abierto, respetuoso, algo
que agrada al hombresote. Así le gustaban.- Venimos con una
excursión del colegio, nos separamos para llegar al arroyo pero nos
perdimos. -informa, aún abrazados, ojos brillantes recorriendo el
recio cuerpo.
-¿Son...
novios?
-No,
señor, sólo amigos. -jadea el otro.- Tenemos novias...
-¿En
serio? ¿Dos lindas chicas como ustedes con otras nenas? ¿Sin un
hombre que les ponga acomodo? Que desperdicio. -se burla un poco,
llevándose la mano a una bragueta que muestra una barra cada vez más
grande, una que los hipnotiza.
-Ay,
señor, qué cosas dice. -jadea el primero, mejillas rojas, algo
tembloroso, mirando aquella mole que alza la tela.
-¿No
quieren probar si es cierto o no? -el sujeto se aferra la barra,
ofreciéndola.- Mi cabaña no está lejos, si tienen unas tres o
cuatro horas puedo enseñarles algunas cosas. Creo que esto es lo que
quieren, niñas, tocar, lamer, chupar, perder sus dulces
viriginades... -y sin más, se la saca, larga, gruesa, cabezona,
rojiza y tiesa, haciéndoles jadear con las bocas abiertas, meciendo
inconscientemente sus jóvenes traseros.- Se ven inocenticos y
lindos, pero seguro que sobre una polla se vuelven atrevidas y osadas
putitas golosas. ¿Vamos? -y se vuelve, alejándose a paso lento.
Sonriendo al verles intercambiar una mirada de bocas abiertas,
sonreidos, ojos brillantes, ¿quién sabe desde cuando soñaban con
aquello?, y se apresuran a seguirle. Que tontillos, creían que
podrían irse después de tres o cuatro horas. Dos hermosuras como
ellos necesitarían al menos un fin de semana encerrados, de puras y
duras folladas, en su apartada cabaña.
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