domingo, 12 de mayo de 2019

LO DURO DE LA LUCHA

CANTA Y NO LLORES
   Se nota... ¿no lo sentirán?

   Digan lo que digan de la lucha libre masculina, universitaria o no, eso tiene un tinte homoerótico demasiado grande. Y no entro a detallar nada, ni movimientos o llaves, que pueden tener toda la justificación del mundo, pero eso se ve. ¿Qué todo está en la mirada de quién observa según desea ver? ¿Es decir que el de la mirada cochina soy yo? Podría ser, pero lo que está a la vista está a la vista, ¿no? Desde los trajes a las llaves. O las agarradas entre las piernas. Por no hablar de las colchonetas donde se revuelcan. Curiosamente este deporte tiene una gran aceptación dentro de la vida académica norteamericana, los campeones de lucha libre universitarios son muy conocidos y considerados, todos soñando con medallas olímpicas y luego trofeos profesionales. En las olimpiadas se ven a sujetos que parecen tanques, literalmente, y peludos (muchos eslavos), enlazados con otros sujetos y si, se ve algo de sensualidad en ello.

   Hace años, cuando EL NUEVO PAÍS era un diario de circulación regular (y si me perdía un ejemplar me sentía físicamente enfermo, necesitaba leer todas esas columnas y opiniones políticas como necesitaba escuchar a Marta Colomina cada mañana, primero en televisión y luego por la radio; dicen que la querida profesora está en Galicia, ojala le vaya bien), ese periódico contaba con una de esas sesiones de asesoramiento dirigida por una señora Maribel Anders. La gente le enviaba cartas y ella le daba respuestas, soluciones o lineamientos. Debo confesar, y que Dios me perdone por ser tan mal pensado, que muchas veces creí que se inventaba las fulanas cartas. Algunas eran tan disparatadas y escandalosillas, sí, pero tan locas e ilógicas, que me parecía imposible que gente de verdad fuera tan insensata. Bien, en una de ellas leí sobre un joven que se sentía confundido, porque se decía heterosexual, con novia, pero que practicaba lucha y cuando se enlazaba en la pelea sufría erecciones, algo que le avergonzaba. La señora Anders respondió que no era tan extraño, que fuera de las hormonas naturales, trabajando a marcha forzada a cierta edad, un joven podía sentir en la pelea, el vencer a un rival, un subidón de adrenalina que fácilmente podría traducirse en erecciones, por aquello del exceso de testosteronas en un momento dado. Ella le aconsejaba que le enseñara a la novia movimientos de lucha y se enlazara con ella.

   Y no lo dudo, que a ese chico le pasara. Con este deporte no es difícil imaginar que esas cosas pasen más de lo que parece. O se ve. ¿Se dirán algo cuando les pasa? 

CELEBRANDO LOS SEMI DESNUDOS

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