Se
nota... ¿no lo sentirán?
Digan
lo que digan de la lucha libre masculina, universitaria o no, eso
tiene un tinte homoerótico demasiado grande. Y no entro a detallar
nada, ni movimientos o llaves, que pueden tener toda la justificación
del mundo, pero eso se ve. ¿Qué todo está en la mirada de quién
observa según desea ver? ¿Es decir que el de la mirada cochina soy
yo? Podría ser, pero lo que está a la vista está a la vista, ¿no?
Desde los trajes a las llaves. O las agarradas entre las piernas. Por
no hablar de las colchonetas donde se revuelcan. Curiosamente este
deporte tiene una gran aceptación dentro de la vida académica
norteamericana, los campeones de lucha libre universitarios son muy
conocidos y considerados, todos soñando con medallas olímpicas y
luego trofeos profesionales. En las olimpiadas se ven a sujetos que
parecen tanques, literalmente, y peludos (muchos eslavos), enlazados
con otros sujetos y si, se ve algo de sensualidad en ello.
Hace
años, cuando EL NUEVO PAÍS era un diario de circulación regular (y
si me perdía un ejemplar me sentía físicamente enfermo, necesitaba
leer todas esas columnas y opiniones políticas como necesitaba
escuchar a Marta Colomina cada mañana, primero en televisión y
luego por la radio; dicen que la querida profesora está en Galicia,
ojala le vaya bien), ese periódico contaba con una de esas sesiones
de asesoramiento dirigida por una señora Maribel Anders. La gente le
enviaba cartas y ella le daba respuestas, soluciones o lineamientos.
Debo confesar, y que Dios me perdone por ser tan mal pensado, que
muchas veces creí que se inventaba las fulanas cartas. Algunas eran
tan disparatadas y escandalosillas, sí, pero tan locas e ilógicas,
que me parecía imposible que gente de verdad fuera tan insensata.
Bien, en una de ellas leí sobre un joven que se sentía confundido,
porque se decía heterosexual, con novia, pero que practicaba lucha y
cuando se enlazaba en la pelea sufría erecciones, algo que le
avergonzaba. La señora Anders respondió que no era tan extraño,
que fuera de las hormonas naturales, trabajando a marcha forzada a
cierta edad, un joven podía sentir en la pelea, el vencer a un
rival, un subidón de adrenalina que fácilmente podría traducirse
en erecciones, por aquello del exceso de testosteronas en un momento
dado. Ella le aconsejaba que le enseñara a la novia movimientos de
lucha y se enlazara con ella.
Y
no lo dudo, que a ese chico le pasara. Con este deporte no es difícil
imaginar que esas cosas pasen más de lo que parece. O se ve. ¿Se
dirán algo cuando les pasa?
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