jueves, 6 de junio de 2019

ROZONES EN EL METRO

CANTA Y NO LLORES
   Lo insólito es que pasa...

   Bien, tal vez no tan descaradamente, aunque siendo totalmente honestos, ¿piensan que no habrán personas, sujetos, que lo hagan a propósito? Los fetiches son difíciles de apartar de la mente, hay que reconocerlo. Claro, que de allí a pegarle la pelvis a otra persona en el trasero, en medio de un transporte público media una distancia muy grande... Aunque no se puede dejar de reconocer que a un nivel de fantasía sexual (y dicen que los hombres pensamos muchos en eso), suena excitante. Repito, como fantasía.

   Es notable la cantidad de relatos calientes que hay al respecto, heterosexuales y gay, sobre personas “atacadas” (a la que se le mete mano) en el Metro o un autobús, en medio de otras personas. El porno mexicano escrito tiene buenos ejemplos de esto; filmados, los japones tienen cintas que son increíbles. Casi casi delictivas. Por no hablar de las caricaturas, mangas o animes. Incluso yo, en otro blog que llevaba, tenía un relato al respecto, De Amos y Esclavos, y pienso reproducir la escena a la primera oportunidad. Relato y blog que, lamentablemente, perecieron en el estallido de un volcán de nueva conciencia. Como fantasía, esto es bueno, sólo a ese nivel, imaginar qué se sentiría si uno lo hiciera, para probar. O que se lo hagan a uno, si ese es el gusto. Pero de allí a abusar de damas o muchachitos, dista nuevamente una distancia grande.
   Personalmente odio estar muy cerca de muchas personas rodeándome. No me gusta viajar en el Metro por eso. Es incómodo estar de pie, tieso, sabiendo que al menor vaivén uno va a chocar de otra persona. U otras, porque eso es multitud. O que se le tiene que ver a la cara, se quiera o no, todo el mundo intentando evadir las miradas. Una vez me pasó que, debiendo viajar de Guatire a Caracas durante varias mañana, me tocara irme por los autobuses de Petare a falta de carro directo, y allí tomar el Metro hasta el Centro. Ese perol iba lleno hasta el techo, y para colmo ese día cargaba una bolsa en una mano, cuando generalmente viajo sin llevar nada, ni un koala. Bien, iba agarrado con una mano del tubo que cruza el vagón, tieso porque estaba completamente rodeado de personas, una cartera se me metía en un costado, y una joven bajita, de anteojos, veía sus mensajes totalmente recostada de mí, prácticamente llevaba la nuca apoyada en mi axila, así, tan pancha. Y la mano en la cual cargaba la bolsa, la mantenía tan rígida como el brazo porque justo justo estaba prácticamente metida en el trasero de un muchacho, que también veía el celular y se dejaba ir con el vagón y a cada rato le rozaba sin querer (juro que era sin querer). Hacía tantos esfuerzo por no moverme que, fuera de un dolor en el hombro, era como mas consiente de cada tocada que le daba en las nalgas. No respiré tranquilo hasta que salí de allí en una estación popular, La Hoyada, así que pensé que me sería fácil. No, nada que ver, todavía me tocó fregar pelvis de muchas otras personas para escapar. Todo un infierno. ¡Y hay gente que viaja así todos los días!
   Esto me recuerda el cuento que echara una vez una prima mía, una de las personas más escandalosas y alegre que puedan imaginar, sobre un viaje que hizo de El Rodeo al pueblo, en Guatire. Iba sentada en uno de los puestos del pasillo, eso estaba lleno y un carajo, de pie, se le recostó del hombro. Con aspavientos ella nos decía que lo sentía, el miembro del sujeto que se apoyaba como si nada, y que en cuanto el autobús arrancó el tipo se frotaba como al descuido. Ella gritó que qué le pasaba, si es que iba a hacérselo allí mismo. El tipo, todo rojo, se apartó. Pero, riendo, nos juraba que si, que ya se veía medio maluco, y que hasta ella misma ya sentía un calorcito por dentro. Dios, cómo me reí...
   ¿Imaginan que algo así les pase? ¿Sería cosa de echar para atrás para verificar? ¿No se estaría enviando un mensaje confuso?  

CONSEJOS DEPORTIVOS O DESCARADA PROMOCION

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