SI EL NORTE FUERA EL SUR
El
resumen, en tres líneas, sería fácil...
Dentro de doscientos o trescientos años, si la raza humana continúa dominando el planeta, y si no ocurre algo extraño que nos acabe (uno ve documentales como “Diez manera del fin del mundo”, por History, y concluye que estamos vivos de chiripa), cuando se estudie la Historia de la Humanidad y se dé un vistazo al siglo XX, se le resumirá en dos líneas como un tiempo de grandes guerras y conflictos absurdos.
Ocurrieron, temprano en el siglo, las dos grandes guerras mundiales, peleándose a sangre y fuego en cinco continentes (aún en aguas de Latinoamérica), y si la Primera fue terrible la Segunda fue dantesca por las cifras alcanzadas en muertes. Aunque se podría alegar que eso siempre pasa, especialmente en guerras, pero hay que verle la cara a más de cincuenta millones de muertes; cifra encabezada por eslavos, teutones, judíos, gitanos y otros. Lo grave de estos conflictos, especialmente la Segunda Guerra Mundial, fue el cariz racial que dio tanto para tanto. El odio a nacionalidades y etnias fue tal que plasmó el más crudo retrato del problema que efectivamente la colectividad humana cargaba. Y carga, el odio y temor a los vecinos; esos que no son gente como uno. Creer que los eslavos eran inferiores a los teutones, que lo judíos eran parias, en Europa, era comparable a lo que en Estados Unidos se pensaba de los negros, y el cómo se les trataba, aunque no se llegó a intentar exterminarles, claro. Un rasgo que hizo notable la Segunda Guerra Mundial fue el grado de demencia, la locura monda y lironda, que hizo catarsis y tomó forma en las factorías de la muerte. Edificaciones industriales levantadas con un único propósito, sólo uno, matar y desaparecer seres humanos, de cincuenta mil en cincuenta mil. Ese grado de barbarie, de locura, no se conocía hasta ese momento. Por no hablar de la llegada de la era atómica como se dio a conocer, en la forma de armas de guerra, para terminar de empantanar el panorama.
Pero
la paz no llegó con la caída de Italia, Alemania y Japón;
finalizada la Segunda Guerra Mundial, aún antes, comenzaba el otro
conflicto que tragaría tiempo, recursos y dinero que pudieron
emplearse para mejores fines: La Guerra Fría. Un enfrentamiento no
de nacionalidades sino de ideologías, el capitalismo-comunismo,
donde uno defendía lo bueno y decente mientras el otro era el “mal
encarnado y parado en dos patas”, y que variaba según la zona del
mundo donde se nacía. No fue una guerra convencional de potencias
enfrentadas porque algo de cordura privó para no llegar a esos
extremos y usar las armas nucleares, porque el que Estados Unidos
redujera a cenizas a toda la URSS enviándole todos sus misiles no
impediría que fuera destruida a su vez en el cruce de cohetes
soviéticos en el contragolpe; el llamado Equilibrio del Terror. Pero
se peleó igual. Problemas que iban a ocurrir en Centroamérica, en
África y Asia, especialmente con la descolonización, se vieron
agravados con la llegada de los asesores de unos y otros, aportando
arma para que se mataran de lo lindo. Nunca buscaron la paz, el
entendimiento, había que enfrentarse y mediante esas piezas de poco
valor, demostrar cuál sistema era mejor. Fueron décadas dedicadas a
fabricar armas de destrucción masiva, de colocarlas aquí y allá,
llenando el mundo con esos peligroso artilugios, llegándose a los
momentos realmente alarmantes, como cuando un accidente en la Unión
Soviética hizo pensar que Norteamérica los atacaba y hasta
ordenaron lanzar un contragolpe y un único hombre se opuso (debo
escribir algo sobre ese héroe); la crisis de los misiles cubanos,
cuando el pulso llegó a ser serio, o como cuando se anunciara el
proyecto Guerra de las Galaxias de parte de los gringos y los
soviéticos se llenaron de paranoia pensando que si ellos montaban
ese escudo para protegerse entonces si procederían a acabarlos.
Estuvimos en manos de irresponsables durante mucho tiempo, tiempo en
el cual prosperó la tecnología, aplicada generalmente a algún
esfuerzo bélico, pero esos recursos no ayudaron a muchos pueblos a
sostenerse después de los conflictos que causara primero la tenia
del colonialismo, que arrasó con todo, y luego con la peleas que
dejaron atrás después de juntar países y grupos humanos que se
odiaban y donde muchos quedaron en manos de caudillos crueles a
quienes la misma Europa armó hasta los dientes como clientes de sus
industrias bélicas (y de todo, de todo eso, se desentienden de lo
lindo, uno por pillos, otros por desconocer completamente su propia
historia y el mundo que les tocó). El negocio era la guerra. Y es.
Los
primeros años del siglo XXI son como una continuación de aquel
final. El ataque a las Torres Gemelas en el 2001 llevó años
urdiéndose. Estados Unidos era la cura para el mal del comunismo,
este cayó, ¿y ahora qué hago? Hacen falta malos en el cuento y
como el mundo no puede ser pensado sino como una lucha entre buenos y
malos, y cada quien se cree el bueno, el malo sale de quien ataque al
bloque ganador: El terrorismo islámico. El problema es bélico,
aunque no tradicional, y también ideológico. Era perfecto. El
verdad el problema es la guerra asimétrica del terrorismo, porque
también los chechenos luchan en Rusia, como se peleó en el
territorio Vasco o se hacía hasta hace poco en Colombia; pero se
quiso personalizar “el mal” en los seguidores del islam para
facilitar el asunto, así es más fácil que el pueblo gringo lo
entienda. Todo musulmán es un terrorista y un enemigo. Quién sabe
cuánto durará esto, cuánto se gastará, o para qué servirá
finalmente todo este esfuerzo. El fin de la Guerra Fría, un
conflicto global que gastó y gastó plata y recursos, no aportó
nada diferente. Hubo cambios de gobiernos y de ideologías, pero la
realidad continúa, a veces unas dolorosas como en el caso del África
subsahariana. Quienes pasaban hambre antes siguen pasando hambre
ahora, quienes soportaban regímenes sostenido por las armas y la
represión, siguen igual (aunque la Primavera Árabe varió un tanto
el juego, no siempre para mejor, ¿pero quién le decía a tunecinos,
egipcios y libios que su deber era seguir calándose a los dictadores
vitalicios?). Veremos qué ocurre con un hipotético final del
terrorismo, ¿traerá paz, más sentido común para enfrentar los
problemas mundiales? ¿Dejando las decisiones únicamente en manos de
políticos y gobiernos con las poblaciones desentendiéndose de su
deber de vigilar? Sigan soñando.
Como
sea, no será un bonito corolario para un siglo que trajo el cine y
las grandes películas, la masificación de la lectura asomándonos a
ese maravilloso mundo literario, la facilidad de viajar y conocer, de
vivir un poquito mejor al liberarnos de algunas enfermedades y
procedimientos duros. Y hubo gente como Gandhi, Martin Luther King,
Nelson Mandela, cuyas vidas significaron más de lo que mostraron en
su momento. No todo fue malo en el siglo en cual abrí los ojos a la
vida, mi siglo natal... si miramos con optimismo de positivistas. Por
mucho que nos cueste.
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