jueves, 15 de agosto de 2019

LAS MANOS ATADAS DE LAS DEMOCRACIAS

SI EL NORTE FUERA EL SUR

   Una verdad contradictoria y extraña...

   Nadie con dos dedos de frente vendería todo lo que tiene y montaría a su familia en un avión, mujer e hijas incluidas, para llevarlas a vivir a un lugar de esos en África donde la tradición indica que a la féminas deben amputarle el clítoris porque ellas no necesita experimentar placer durante el sexo ya que sólo están para brindárselo a los hombres y parir. Por muchas tonterías que se hable de tales o cuales regímenes, gobiernos o naciones, a la hora de las chiquitas, de leer las letras pequeñas, nadie da ese salto. A menos que sea un enfermo mental. Desde Chile hasta México se puede hablar todo lo que se quiera contra sus sistemas políticos, o la usura del capitalismo, pero cuando la cosa aprieta nadie se va para un lugar como Cuba o Venezuela. Y el que piensa que si, indica que el lelo mental está de regreso. Sin embargo, estos países, fuera de detractores, internos y externos, tienen sus grandes problemas operativos que devienen del sistema mismo.

   Un ejemplo fácil y a la mano, por lo actual, sería el caso de Venezuela y una posible intervención militar extranjera para restaurar el hilo democrático. Hay un problema que obliga a una migración escandalosa que causa un grave percance a donde se llegue, aún el menos ilustrado entiende que la solución es que esa gente no salga de su país, pero para ello deben darse condiciones que permitan que se pueda vivir allí. Cosa que no ocurre, hay una crisis que no se quiere afrontar, reconocer y menos combatir por aquellos que dicen controlar a la nación y el lío sigue y sigue a pesar de todas las tonterías que la izquierda intenta montar como matriz de opinión. Una solución sería que se “les impusiera” una salida. Pero no va a ocurrir. No importa cuando rueguen por ella en Venezuela y que tachen de liberadores a las posibles tropas; esa batalla está perdida en el sistema mismo.

   Y no es que ninguna coalición que apoye externamente a Venezuela haya expresado abiertamente tal posibilidad, desde Brasil a Colombia, de Estados Unidos a la comunidad europea, los cuales han sostenido que esa no es la salida, por muchos gritos que lance el régimen intentando responsabilizar a otros del desastre al que condujeron al país. La verdad es que un presidente en ejercicio, elegido en las filas de un partido político, mediante el voto popular, no puede hacer tal pedido, que otra nación envíe tropas a Venezuela, aunque crea que es válido y que pudiera resolver el asunto. Si cualquier presidente latinoamericano pidiera que los gringos enviaran tropas a este país se encontraría con sus rivales políticos en su propia nación encabezando multitudinarias concentraciones donde quemarían sus fotos, los emblemas de su partido y las banderas gringas. Porque así es el sentimiento anti gringo en Latinoamérica, y quien finja no saberlo, verlo o creerlo tan sólo miente o es realmente un idiota.

   Si la crisis venezolana no nos hubiera traído a donde nos trajo, y otro país pidiera la intervención norteamericana en cualquier punto, aquí en Caracas se estarían quemando fotos, emblemas y banderas de quienes pidieran eso. Ahora que conocemos a la bestia por dentro podemos entenderlo pero eso no tiene porqué hacerlo el resto del continente. Y eso lo saben políticos como Jair Bolsonaro, en Brasil, e Iván Duque en Colombia, por eso se cuidan muy bien de lo que dicen, para angustia de los venezolanos que esperan por esa única solución, una que no pase por organizarnos y dar la pelea unitariamente. Es decir responsabilizamos a los demás. Qué libre de responsabilidades tampoco están. Estos hombres, por muchos que quieran ayudar, por mucho que el problema de las migraciones los esté arropando, creandoles disturbios y el enojo de sus electores, no pueden dar ese paso sin destruirse en el proceso, a su partido y su gente. Y nadie va a hacer eso. Los suicidios son románticos en una cumbre cuando están por echarte manos y encarcelarte, tipo Masada, no es un cargo político. Estos hombres, estos partidos políticos, estos países en sus sistemas, constituciones y realidades tienen las manos atadas, y no sólo por las elecciones sino por sus propias constituciones. Como no las tiene un régimen como el cubano, a quien le sabe a casabe lo que digan los cubanos, cuando embarcan sus bandas criminales que llaman no sé qué carajo de la revolución para que vayan a agredir y asesinar gente en otras naciones. Ellos no necesitan respetar ninguna legalidad aparte de la que vayan montando para enmascarar sus acciones. Las dictaduras, sean militares, ideológicas o religiosas (que también las hay, como en Irán donde no necesitan consultarle a nadie si les gusta esto o aquello, simplemente se decreta y se acata o lo pagas) no necesita explicarse, justificarse o pedir permiso. Van y hacen. Y esa es una inmensa ventaja sobre sus rivales, quienes se ven en el ojo del huracán de la prensa para comenzar, tal vez no haciendo lo que desean porque los cuellos políticos penden en la guillotina del electorado, o por cuestiones meramente éticas.

   Incluso Estados Unidos se encuentra, muchas veces, atado de manos a la legalidad, que es una realidad. La ley es igual para todos y todos deben acatarla, aún sus máximos representantes. Siempre recuerdo aquella vez que el caso sensacionalista de una mujer en estado de coma durante más de una década, se llegó a los tribunales cuando el marido quiso que finalmente se le desconectara, la familia dijo que no y un juez determinó que esa decisión era potestad del marido, y aunque aún George Bush, hijo, intervino para que se le mantuviera viva y que la presidencia cargara con los gastos los tribunales le dijeron que no, que eso ya había sido sentenciado. Y como es una democracia con controles, pesos y contra pesos, aún la presidencia debió someterse al imperio de la ley. El presidente de los Estados Unidos no pudo hacer lo que le dio la gana, como se ha visto impedido el mismo Donald Trump con muchas de sus controversiales medidas, que han chocado con los tribunales y estos le han dicho que no. Un hombre que se ve sometido al escrutinio del voto, que cada cuatro años debe preguntar “¿quieren que siga o que me vaya?”, con un partido que tiene mucho que perder detrás de él, con electores que pueden premiarle por tezón o castigarle por no cumplirles, está sometido a todo los amarres del mundo.

   Hoy (especialmente en precampaña), que el Norte envíe tropas a un pequeño país latinoamericano donde se ensaya una revolución de los pobres (los medios liberales lo vendieron así, por muy estúpido que suene; como vendían a Augusto Pinochet como un cruel tirano y a Fidel Castro como un viejito bueno), no sería bien mirado por esos electores. Ni por los que piensa que todos los pueblos tiene su derecho a decidir al creer en las propagandas; ni por los que saben que eso les costará más en impuestos; ni por los que prefieren que se use todo ese tiempo y recursos en el asunto del terrorismo, o meterle las cabras en el corral a Rusia y a China. No hay un liderazgo más escrutado, pesado, más amarrado que aquel que tiene que someterse a la voluntad de las urnas electorales. Las llamadas democracias occidentales. Estas pueden dar un golpe de mano con una decisión presidencial, que, de la manera que resulte, les beneficiará o lo lamentarán en nuevos comicios. Esa es la realidad.

   China, Corea del Norte, el ya citado Irán, Cuba, Bielorrusia, Venezuela y hasta Rusia no dependen de un cuerpo legislativo independiente de la voluntad del poder con el que se deba debatir, hablar, convencer o pactar, ni con jueces que sentencien eso si eso no; basta la voluntad del hombre fuerte o del grupito que gobierna. Una nación rica y poderosa como la gringa, aún en lo militar, no puede, en el plano del derecho internacional, encarar a payasos delirantes que se han mostrado ineficaces a la hora de manejar sus países, aunque sí a la hora de reprimir o enriquecerse, como lo es en este hemisferio los casos de Cuba y Venezuela, siendo que este último prácticamente rueda hacia el colapso ya que estos socialistas son aún más incompetentes que los que permitieron la caída de la ex Unión Soviética, ya que ni siquiera pueden gerenciar la miseria como si supo hacer Cuba con la boleta de racionamiento, por ejemplo. Aquí ni eso. Lo que ocasiona esas oleadas de miseria que hoy atormenta, como un merecido karma, a tantas naciones en la región.

   Esta gran diáspora que ya lleva veinte años, comenzó tan de a poco a poco que no fue notado por los países de la región que vivían y le metían las manos en los bolsillos a un demente como Hugo Chávez, que no querían ni escuchar que aquí estaba pasando algo raro mientras el loquito enviaba dólares y petróleo. Ahora, arruinada Venezuela, se alarman, molestan y exigen que ni uno más en su tierra de ese río humano lleno de carencias y necesidades poblaciones enteras como Brasil (donde hicieron dos veces presidente al delincuente del Lula y a la oportunista de Dilma que ayudaron en el saqueo y el origen de la crisis que provoca la migración, pero que ahora juran que nada sabían). Brasil colaboró activamente en el desastre, sacó dividendos, pero ahora se quiere lavar las manos. Aparentemente ignoran que lo que se hace se tiene que pagar. Lo mismo con las naciones del Caribe, que como muchos otros gobiernos de la región cabronearon toda esta locura porque pillaban a dos manos, pero ahora desean desentenderse. Ellos y sus poblaciones. Los muy malandrines.

   En todo caso, el alivio del régimen en Caracas por las manos atadas de las democracias, como la incapacidad interna para entender que el problema no es quién de la oposición se sienta en la silla sino sacar a estos delincuentes, puede durarles poco. La situación se vuelve preocupante. El freno que las instituciones democráticas ponen en el exterior, en gobiernos democráticos reales (esos donde no se les ordena al fiscal y a los tribunales meter preso a tal o cual persona por televisión), puede verse desbordado. El peso de la marea de la migración va a terminar, como es lógico, copando la paciencia de pueblos y gobiernos, y entonces si es posible que cambie el panorama para una intervención de fuerza, especialmente si continúa la matriz de opinión que dicta que mientras este país se cae a pedazos y la gente se muere de hambre, los socialistas pactan con el narcotráfico y el terrorismo internacional.

   A veces las tormentas terminan por ser perfectas. 

¿LIBERTAD O LIBERTINAJE?

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