miércoles, 4 de septiembre de 2019

¿LIBERTAD O LIBERTINAJE?

SI EL NORTE FUERA EL SUR


   Qué tiempo para ser joven y estar vivo...

   Hace años, cuando era un muchacho, encontré un libro donde hablaban de la represión sexual en España en los años del franquismo, que dio paso luego a lo que muchos llamaban el libertinaje total. Que pasaron de reprimidos a relajados en un paso, con los destapes frenéticos y todo eso. Como la educación escolar nunca es completa y de esos detalles no hablan, era extraño imaginar el por qué mientras buena parte de Europa dio un salto gigantesco en el 68, el gran mayo francés del siglo pasado, donde no todo fue jugar y cantar, se arriesgó bastante, se vivía ese encasillamiento en la otrora madre patria. No era la tierra ibérica una de libertades individuales. No se podía salir a decir cualquier cosa por ahí, así fuera sobre uno mismo; ni mostrar una conducta muy apartada de los límites. El franquismo era una dictadura derechista, conservadora y estatizadora. Razón esta que siempre logra que ocurra algo que la barra, aunque luego la necesiten, a la derecha, para reorganizar el caos en el que se cae cuando se piensa que sólo hay ventajas y derechos y ninguna obligación más allá de quejarse y exigir.
   Pero, como el libro era viejo (de finales de los setenta, miren cómo lo digo), siempre pensé que España se había recuperado con ganas en todos los aspectos. Siendo el sexual, la libre elección y manifestación de los deseos y preferencias, el primero de todos. Ignoraba, también, que allí ocurrían la mayoría de los ataques a las féminas en el viejo continente que querían escapar de maridos trogloditas; por el machismo que las veía como cosas de su propiedad y con ellas se hacía lo que se deseaba, aún destruirlas si no se podían conservar. No es cuento, recuerdo que los primeros casos de asesinatos, de quemaduras con fuego o ácido, los escuché venir de allí; lo que, obviamente, hacía impostergable dicha revolución. Y no sólo sexual. El cambio de paradigma en el derecho a las mujeres, que siempre abre la puerta a otros. Pero volviendo al tema, creyendo que como está en Europa, allá todo era progreso, imaginarán mi sorpresa cuando en el 2004 leo que había una controversia por el derecho de los homosexuales al matrimonio igualitario ante la ley. Creí que siendo como eran, dado el tiempo que querían recuperar, este sería un procedimiento que no llevaría mayor problema, si no es que ya estaba resuelto.

   Pues no, costó. La base conservadora de la sociedad parece que se resistió bastante, no únicamente los restos del franquismo o del Partido Popular y el clero, como siempre quiere simplificar el que odia a tal o cual grupo (oscureciendo los hechos y el debate), sino la gente común y corriente que sentía, y es de suponer que siente, que no es “normal” que un hombre se enamore de otro y que eso deba ser visto como algo natural; o que dos chicas vivan juntas. Hubo que llegar hasta el dos mil y pico para que se obtuviera el derecho ante la ley para tales uniones, desatándose la controversia sobre si se les debía dejar adoptar o no. Aparentemente muchos no notan que los homosexuales nacen de hombres y mujeres en una unión heterosexual, pero, en fin, ese es tema de otra discusión.

   Me parece bien que cada sector de la sociedad aspire, luche y consiga sus derechos, desde el voto para las mujeres, que tanto dolor costó, a las reivindicaciones a los trabajadores, que pasaron por momentos dantescos como se sabe por la luchas sindicales, allí, en Inglaterra y Estados Unidos, como dos grandes focos, pero quién sabe cómo era en otras partes menos publicitadas. También el derecho a las minorías, que van desde la etnia a la fe y la preferencia sexual, sin embargo... Últimamente siento un desagrado que me molesta a mí mismo por sentirlo, al saber de algunas banderas que alzan mujeres a las que han terminado denominando, de manera también desagradable, feminazis. Hay algo de fariseísmo en su uso, en el ataque que se hace a las mujeres con su empleo, pero también algunas de estas responden como si estuvieran rabiosas de mal de rabia.
 
   Siento, y debe ser un punto puramente de apreciación de mi parte, que exageran, que no piden esto o aquello porque lo deseen sino simplemente por llevar la contraria para parecer diferentes; que en la lucha por sus derechos han terminado peleando contra su propia naturaleza muchas veces. Una mujer puede ser totalmente consciente de sí, de su cuerpo y sus derechos, pero sentir algo por un carajo y desear una vida conjunta, sin que eso deba ser considerado una aberración, una tipa a la que se le deba ofender e insultar. En su lucha por diferenciarse ya comienzan a verse un tanto... grotescas. Y eso aparta cualquier simpatía de su causa. Se presentan tan intolerantes e irracionales como aquellos sujetos, y sistemas, que dicen querer combatir o cambiar.

   Y en esto hay algo de historia, cuando en los sesenta y los setenta, y aún antes, los negros se organizaron en Estados Unidos para luchar por sus derechos, y eran objetos de todo tipo de abusos seudo legales, gente blanca se unió a la batalla, especialmente cuando todos hicieron frente común contra la guerra de Vietnam y el sistema mismo en tiempos de Nixon; la llamada contracultura o el frente de guerra interno del sistema norteamericano. En medio de esa pelea hubo un momento cuando los líderes de color le dijeron a los otros que agradecían el apoyo pero que ya era hora de que se apartaran y les dejaran buscar su camino. Y es algo que se entiende, una aspiración sensata, sentarse y replantearse, buscar sus raíces y volver a ellas, pero tal y como resultó la cosa me parece que es discutible el resultado. Siempre se habla, aún hoy en día, que a la población negra se le segrega todavía, y que en las ciudades prácticamente viven en guetos, pero me parece que ellos mismos contribuyeron mucho a que se les viera no como norteamericanos sino como un grupo aparte de la población, a la cual no se sabe muy bien cómo tratar. Se afanaron mucho en separarse, lo que retrasó una saludable “globalización” o mezcla, como sí hicieron muchos asiáticos y especialmente los latinos, que aspiran a ocupar los cargos de los blancos anglosajones si les dejan la menor oportunidad. Sin ningún tipo de complejo.

   Del problema del 2004 en España, sobre si los homosexuales debían aspirar al matrimonio teniendo derecho a herencia, a pensiones por viudez, al divorcio, incluso a la adopción (realmente no sé en qué terminó todo eso), me gusta la discusión que da toda una sociedad, enfrentando sus puntos, discutiéndolos, porque son pasos que se dan hacia la tolerancia. Ya no se grita no y punto, hazlo o se te encierra hasta que mueras; no, se le tiene que convencer y en esa argumentación se oyen uno y otro punto que puede abrir los ojos a otros. Se estimula la tolerancia a la convivencia. Poco a poco el mundo, las sociedades, van liberándose de sus restricciones, de sus condenas y rechazos a priori, como lo era la madre soltera, la mujer sin marido que tiene un hijo, uno que sería bastardo (en lo referente a su manera de ser visto ante la ley, pero también ante la “gente de bien”), el concubinato y la preferencia sexual, siendo que ya no sólo las encara quien es pillado o “descubierto”, sino que hay personas que se sienten bien confiándose a otros, admitiéndolo. Saliendo del clóset para vivir una vida como la de cualquier otro sin temor ni sentir que debe esconderse como si actuara mal. Y mientras se discute si esos matrimonio valen, se plantea el asunto de si “querer a quien se quiere es válido o no”; o como decían los cursi: ¿Quién manda sobre el corazón? Hay que enfrentarlo y asimilarlo. Así se aprende.

   En el fondo se busca vivir y dejar vivir. Miren que es bastante a veces con el peso de la propia existencia como para enfrentar el que agregan otros. 

RUSIA Y PUTIN, NOSTALGIA DE IMPERIO

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